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Miro con fascinación la tormenta desde mi silla en la terraza. Me entretengo mirando los cúmulos, escuchando el ruido de los goterones sobre los tejados, o esperando la llegada de un rayo o un arcoirís. Mi balcón es el único contacto que tengo con la naturaleza y me deprime. Pienso en la cantidad de orquídeas de la sierrilla que en esta primavera tan lluviosa se quedarán sin su admirador secreto.
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