La iglesia colonial donde fue bautizado B.Franklin, Boston. |
Las últimas semanas han resultado bastante instructivas. El aprendizaje de TBL (thinking based learning) defendido por Robert Swartz nos ha tenido ocupados durante una semana entera en una casa de retiro de las afueras de Boston. El profesor Swartz nos acogió en su casa-anticuario, entre cerámicas, libros antiguos y otros muchos cachibaches, para aplicar el TBL a colegios de primaria y secundaria. El TBL es un sistema de aprendizaje basado en destrezas del pensamiento, pero a diferencia de otros métodos como la P4C (philosophy for children) o los estudios de Lippmann, Albert Costa o Edward de Bono (solo por citar algunos), defiende a capa y espada la "infusión" en los contenidos curriculares. Es decir, se trata de aplicar las destrezas de pensamiento dentro de los contenidos de cualquier materia o asignatura que asigne el currículum oficial de cada país. Así, tenemos una serie de destrezas analíticas y sintéticas, como pueden ser comparar y contrastar, diferenciar el todo de las partes, clasificar ideas, hacer explicaciones causales, predicciones, tomar decisiones, analizar la información relevante o resolver problemas que son tomados muy en serio como instrumentos de pensamiento que estimulan y mejoran el aprendizaje de los alumnos a un nivel más general.
Pero es preciso responder a determinadas preguntas, a la hora de analizar el grado de eficacia de estas medidas. El profesor Swartz tiende a ser quizás demasiado optimista en sus resultados y aunque su modelo ha sido aplicado y reconocido en países tan diferentes como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Chile, Venezuela, Arabia Saudí, Reino Unido o Malasia, o en colegios concertados españoles como el de Montserrat en Barcelona, conviene no olvidar algunos retos que el profesorado debe afrontar de cara a encarar el TBL, retos que implican pensar el espacio, el tiempo y áreas de aplicación de este método:
a) El currículum de cada país cambia y sus gobiernos fijan leyes determinadas que potencian o no estos desarrollos. Aquellos países de currículum abierto como Holanda o Finlandia tienen más posibilidades de aplicar este método. Otros países, con un currículum mucho más controlado como el nuestro y sometido a cambios, resulta más complicado desarrollarlo. Un currículum muy extenso (por ejemplo, el de ciencias sociales de la ESO) incita al profesor a no detenerse demasiado en las unidades que enseña y eso no permite tener el tiempo suficiente para ejercer algunas destrezas de pensamiento. Está muy claro, como subraya el propio profesor Swartz, que una aplicación adecuada del TBL implicaría contar con un currículum más esencial y basado en unas pocas lecciones, tal como sugiere también Howard Gardner ("menos es más").
b) La infusión que propone el TBL resulta más complicada de aplicar en asignaturas instrumentales, o mejor, a asignaturas que estudian "lenguajes". El lenguaje matemático tiene unos contenidos y un modo de aprendizaje que acaban haciendo difícil una aplicación curricular de la mayor parte de las destrezas del TBL. Evidentemente, siempre es posible aplicar destrezas, pero nos tenemos que plantear si el resultado obtenido compensa el esfuerzo que depositamos en el desarrollo de las matemáticas. Es decir, si el TBL genera más complicaciones que las que quiere solucionar.
c) El desarrollo de las destrezas más técnicas del TBL conducen a un número de horas demasiado amplio como para poder ser aplicado con facilidad en el currículum, al menos en los años de bachillerato de preparación para la universidad. Un profesor no puede estar siete semanas explicando la bomba atómica, solo para conseguir desarrollar una destreza del pensamiento fiable. Sí es más factible aplicarlo a la primaria y secundaria. Y también es cierto que a medida que tanto el profesor como los alumnos adquieren más práctica en el uso del TBL se gana tiempo y eficacia.
d) El TBL se puede aplicar fundamentalmente a aquellas asignaturas teóricas que de alguna manera constituyen el soporte natural de estas destrezas: las áreas de ciencias naturales y ciencias sociales, en biología, geología, historia, geografía, literatura y problemas éticos. En la medida en que el resto de las asignaturas se centran en lenguajes y no en una aplicación práctica, como hemos dicho antes, la aplicación de destrezas se hace mucho más complicada.
e) Suena extraño decirlo, pero dejar pensar a los alumnos en aquellas destrezas más complicadas puede conducirnos a lugares extremadamente complejos y escenarios que no son los que el profesor programa para el estudio de la asignatura. De esta forma, el profesor se encuentra en el riesgo de irrumpir repentinamente en el pensamiento de los niños y proyectar el suyo propio para garantizar el cumplimiento adecuado del currículum. Evidentemente, hay formas "socráticas" de evitar estas situaciones -a través de preguntas extensivas, de clarificación que hacen al alumno replantearse su pensamiento desde dentro-, pero de nuevo se necesita cierta pericia para ello.
f) Por último, el TBL no es un método gratuito. Para aquellos acostumbrados a entender la educación como un servicio público, resulta doloroso tener que contrastar que la aplicación de este método implica un gasto (estatal o privado) bastante considerable. Países como Malasia, Arabia o Venezuela invirtieron en este método desde el propio gobierno, pero otros no hemos tenido la misma suerte. Evidentemente, el grupo de profesores que trabajan con Robert Swartz tiene todo el derecho a que sus investigaciones sean reconocidas en términos económicos, pero da la impresión que nuevamente, generar estudiantes brillantes es cuestión de bolsillo, y no solo de capacidad intelectual.
f) Por último, el TBL no es un método gratuito. Para aquellos acostumbrados a entender la educación como un servicio público, resulta doloroso tener que contrastar que la aplicación de este método implica un gasto (estatal o privado) bastante considerable. Países como Malasia, Arabia o Venezuela invirtieron en este método desde el propio gobierno, pero otros no hemos tenido la misma suerte. Evidentemente, el grupo de profesores que trabajan con Robert Swartz tiene todo el derecho a que sus investigaciones sean reconocidas en términos económicos, pero da la impresión que nuevamente, generar estudiantes brillantes es cuestión de bolsillo, y no solo de capacidad intelectual.