Lo que no se dice no existe: interesantes las palabras de Boaventura de Sousa Santos. Aplicado a la filosofía, al mal pensador se le rebate por lo que dice. En cambio, el buen pensador es refutado cuando analizamos aquellas cosas que omite o deja en el tintero, en el mayor de los casos conscientemente. Pero cuando hablamos de globalización, esta cita tiene más alcance. Hay que hacer justicia cognitiva global. Lo que no se dice, no existe: los refugiados han dejado de existir desde el mismo momento que no se mencionan en una red de información. En el juego globalizado, intervienen tanto las ausencias como las presencias. Y muy posiblemente, Boaventura de Sousa Santos tenga toda la razón del mundo. Vaya si la tiene, aunque sea desde una perspectiva puramente social y psicológica: el portugués además atina con un término que expresa muy bien la indignación intelectual y social presente desde el comienzo de la Gran crisis, y sobre todo, propone una estrategia adecuada para poner sobre la mesa los problemas sociales de la población.
Pongamos como ejemplo la maternidad en el parlamento español. Ha bastado la presencia de un bebé en el congreso para desatar una polémica, sea cual sea nuestra postura. Pero el problema repentinamente y para sorpresa de nuestros políticos, se ha hecho real. El parlamento español y nuestra clase política está tan embalsamada, tan aislada del mundo, que tiene que empezar a despertar de una manera o de otra. Dicho esto, conviene matizar dos detalles para no perder la fuerza del concepto del portugués.
Primer punto a tener en cuenta: la ausencia puede ser practicada por todas las partes en un conflicto social. Los líderes e ideólogos del mundo, desde los magnates de la conferencia de Davos a los tertulianos del Canal 13 o de la Sexta practican habitualmente la ausencia como estrategia básica de control de su discurso. Pero esto no es una cosa inventada por el portugués. Esto es algo muy conocido en la psicología social desde que Festinger ideara su teoría de la disonancia cognitiva. Dicho de forma simple, solo vemos y escuchamos aquello que nos gusta ver y escuchar de antemano. Ese típico refrán de "ojos que no ven, corazón que no siente", hace referencia directa tanto a la falta de empatía como al miedo a tener que cambiar de discurso cognitivo ("ojos que no ven, cerebro que no piensa"). Lo que ocurre hoy en día es que este miedo al conocimiento se ha hecho global, como sostiene el portugués, y sus consecuencias políticas y sociales evidentemente se disparan. Dicho de forma burda, diseccionamos el concepto de ausencia y vemos un buen frasco de disonancia cognitiva aderezado bajo el concepto típico de ideología de la tradición marxista. En un conflicto, quien tiene el poder de la información, maneja mejor la ausencia que su oponente. Pero no nos creamos inmunes a usar la ausencia para nuestro propio beneficio..
Pongamos como ejemplo la maternidad en el parlamento español. Ha bastado la presencia de un bebé en el congreso para desatar una polémica, sea cual sea nuestra postura. Pero el problema repentinamente y para sorpresa de nuestros políticos, se ha hecho real. El parlamento español y nuestra clase política está tan embalsamada, tan aislada del mundo, que tiene que empezar a despertar de una manera o de otra. Dicho esto, conviene matizar dos detalles para no perder la fuerza del concepto del portugués.
Bescansa: la presencia como forma de hacer política. |
Segundo punto a considerar: lo que no se dice no existe, pero el que una cosa se diga no quiere decir que tenga que existir con ello. Conviene no caer en la inversión de la frase y el idealismo
excéntrico. Que una cosa se diga (o se piense), no quiere decir que
necesariamente tenga que existir. El lenguaje se convierte meramente en condición de posibilidad, por hablar en términos kantianos, pero no en realidad en sí misma. Podríamos pensar, como San Anselmo, en
la existencia de un ser perfecto más allá del cual nada más perfecto
puede ser pensado, y no por ello suponer que tenga que existir por su
mera perfección. La filosofía es experta en hacer discursos vacíos y
también en discursos que hacen saltar la acción al vacío (lo cual no
tiene por qué ser malo). Podríamos pensar, como hicieron muchos
filósofos marxistas -hijos del idealismo hegeliano-, que solo con
pronunciar palabras mágicas mesuradas por la razón, actuaban como
varitas mágicas que transformaban la realidad y la plegaban a nuestras
interpretaciones. En fin, que la cosa es algo más complicada a nivel
filosófico, y que nuevamente la tentación puede ser grande para construir castillos en el aire, tan solo por la magia del lenguaje...
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