En estos días se está gastando mucha tinta y neuronas en los nacionalismos periféricos. Por primera vez en su historia como naciones, países como Gran Bretaña o España se ven al borde de la ruptura. Los mercados se contagian del nerviosismo y la libra se resfría. La nación escocesa se ha vuelto loca, asegura el Times. Y lo mismo podríamos decir de las declaraciones más cercanas de nuestro propio país. Nuevamente, hay más de ilusión y expectativas
que racionalidad y un frío cálculo de consecuencias para explicar el
ascenso imparable del nacionalismo escocés o catalán. Pero la psicología
de masas es así, y el homo economicus pierde la partida cuando es incapaz de mover el alma.
Pero, ¿hay algo en común entre estas dos situaciones Escocia y Cataluña? Podemos citar muchas cosas entre estos dos hermanos rebeldes de viejas naciones, pero quizás hay una que en estos días destaca por encima de otras: el nacionalismo radical de estos lugares y su falta de oposición es quizás el mayor fracaso de los partidos tories o de derecha de estos dos países.
Pero, ¿hay algo en común entre estas dos situaciones Escocia y Cataluña? Podemos citar muchas cosas entre estos dos hermanos rebeldes de viejas naciones, pero quizás hay una que en estos días destaca por encima de otras: el nacionalismo radical de estos lugares y su falta de oposición es quizás el mayor fracaso de los partidos tories o de derecha de estos dos países.
Los partidos de derecha del gobierno central (PP o los tories) decidieron, desde los años setenta, abandonar tanto Cataluña como Escocia a la suerte electoral de partidos progresistas y nacionalistas. En España, se limitaron a hacer concesiones a los partidos nacionalistas de centro desde los años noventa para mantenerse en el poder. En Gran Bretaña, el partido tory ni llegó a eso y ha sido eliminado como poder político en Escocia.
Mientras el laborismo y el socialismo se mantuvieron como alternativas creíbles, los partidos nacionalistas se mantuvieron contenidos. Pero ha sido el fracaso de estos o incluso el alineamiento con el frente nacionalista (desde el estallido de la crisis y antes) lo que ha lanzado a muchos descontentos a los partidos nacionalistas de izquierda. No se trata por tanto solo de identidad, sino también de revolución social, de una vaga idea de que detrás de la secesión existirá una regeneración social y un mundo más justo. De ahí la fuerza social de este nuevo nacionalismo, que logra aglutinar en torno a él todo el malestar de la izquierda y logra introducir ilusión en el panorama político. Los partidos unionistas apelan al angustiante sentimiento de incertidumbre tras la secesión para evitar la ruptura y detrás del mismo se deslumbra ese "sentido común" de dejar las cosas como están y no lanzarse a locas aventuras; los independistas a la posibilidad de crear algo nuevo, demonizando por supuesto, todo lo que podía significar España o Inglaterra. Lo viejo desilusiona, especialmente a los jóvenes para los que la palabra "dictadura" o "imperio" ha desaparecido de su memoria vital y solo aparece en los libros de historia.
Quizás los nacionalistas se empeñan en intentar ver unicornios en la línea del horizonte, y se les critique por ello. El caso Pujol en Cataluña, podría actuar de revulsivo para aquellos que piensan que la mera independencia mejoraría la calidad moral de las instituciones y los gobernantes. Pero, sería deseable que aquellos que ostentan el seny, o the common sense, pensansen en quienes han sido los responsables en el largo plazo de esta situación. En cualquier caso, ya es demasiado tarde, y solo queda esperar a lo que dicten los acontecimientos.
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