El señor Eagleman y Tibb debatiendo sobre la creatividad.
Tibb
tenía sobre su mesa un par de libros que ojeaba com cierta desidia. El lugar y
el tiempo resultaban tan extraordinariamente aburridos que los libros se
convertían en un refugio para evitar la caída en la somnolencia.
Afortunadamente, Eagleman estaba a su lado y el título del libro le
valió uno de sus comentarios agudos. El libro en cuestión era “El aprendizaje de la creatividad”, uno más de los
muchos de José Antonio Marina…
- Enseñar la creatividad... Pero si eso no existe… Mira, desde Homero, que eso ha desaparecido.- Pues sí, contestó el señor Tibb, y si a Homero añadimos la Biblia tenemos ahí todo lo demás.
- Es que eso de la creatividad... o la originalidad, como queramos llamarla, es un sinsentido: no existe ningún autor que haya creado desde la nada.
El señor Eagleman es profesor de bellas artes, y muy bueno, me atreveria a decir. Y podría añadir, contra su voluntad: sorprendentemente creativo. Que una persona creativa negase de esa forma rotunda la creatividad, se merecía un buen diálogo.
- Como decía, continuó Eagleman, todo está dicho. Un artista supone que crea desde la nada, pero eso es la más absoluta arrogancia. Un artista original sin talento tiene muchas possibilidades de crear basura. A lo sumo será un buen embaucador, un gran estafador, o un estupendo representante de ventas..., pêro nunca un creador, no cree usted.
- Estoy de acuerdo. Por Zeus.
- ¡Claro que sí! Miguel Ángel, los hombres del Renacimiento, eran de todo menos originales. ¿Qué podemos decir de ellos? Fantásticos artesanos, sí. Pero no son originales. Su arte se reduce a pura artesanía.
- Y sin embargo, replicó el señor Tibb, aplicaron técnicas nuevas en su pintura. El esfumato, el escorzo, la perspectiva...
- A eso me
refiero con artesanía, contestó Eagleman. Tomemos Leonardo de forma
metafórica. Cuando aplica su técnica de esfumato, está aportando esa capa
que hace que el cuadro sea suyo. Pero
la Gioconda, la imagen de la belleza feminina, todo eso sobre que se mueve
Leonardo... está inventado desde que el hombre es hombre. Nos recreamos
en miradas nuevas sobre un mismo tema. Y dicho sea de paso, no estoy añadiendo nada nuevo sobre el tema. Niego
toda originalidad en mi exposición.
- Pero
entonces yo creo que necesitamos una depuración de los términos. Estoy de
acuerdo a aceptar que la originalidad no existe, y que como tal, solo Dios, si
es que existe, podría tener el título de creador. Pero lo que no acepto de tu
discurso es que la creatividad en el humilde ser humano no exista.
- Oigamos, entonces,
tu discurso, ¡por Apolo!
-
¡Por
Belenos!
-
Por
ejemplo…
-
Por
favor...
- Partamos
del hecho que la creatividad es meramente un humilde apêndice de originalidad
humana, un resto de la originalidad divina.
- Aceptamos esa
expresión sublime y casi vacía...
-
La
originalidad no es sinónimo de creatividad, es solo uno de sus componentes, y
casi por defecto, porque no es una originalidad intencionada, buscada egocéntricamente
por el creador. La creatividad se tiene que enfrentar a un problema y
resolverlo, ya sea en el campo del arte, en la ingeniería, la literatura, la
gastronomía o la recolección de caracoles. Todo puede estar tocado por la
creatividad.
-
Extiende
más tu respuesta.
-
Tiendo
a considerar más la creatividad como un estado de pastiche permanente, de
recombinación juguetona. En este
sentido, me inspira mucho el gran Wittgenstein. Este tipo nos decía que cada
circunstancia tiene un juego del lenguaje, un discurso particular. Si yo, por
ejemplo, estoy en una biblioteca y digo ahora “pásame el libro del Señor de los
Anillos”, quedará fuera de duda que estoy hablando en el contexto de los libros.
Se espera que tú me pases el libro y que lo lea. A esto lo podemos llamar
“reglas convencionales del lenguaje”.
-
Está
bien.
-
Sin
embargo, la creatividad surge cuando rompemos esas reglas, cuando damos una
respuesta lingüística diferente a la esperada en un contexto determinado.
Imaginemos ahora que la frase “pásame a Tolkien”, la usamos cuando estamos
calzando un mueble. Hemos sustituido el uso tradicional del libro para usarlo
como acomodador de un mueble. El uso no es demasiado original, diríamos que de
una escala de 0 a 10 de creatividad, sería un 2. Pero imaginemos el libro de
Tolkien para construir una escultura o un arma arrojadiza, como base de un
examen de inglés, como fuego de hoguera, para construir con el élfico un código
militar secreto… Entonces empezamos a emprender levemente la senda de la
creatividad. Cuando rompemos el uso típico y convencional de las cosas,
inexorablemente nos acercamos a ella.
-
Pero
eso no hace una acción creativa por sí misma. La excentricidad, por ejemplo,
podría caer también bajo esa interpretación tuya.
-
Bien,
pues añadamos que la creatividad es la
excentricidad orientada hacia una meta conscientemente elegida. La
creatividad solo cumple su función cuando dicha excentricidad se acopla
perfectamente sobre un nuevo horizonte de acción y por tanto, deja de ser
excéntrica y se convierte en creativa.
-
Pero
qué bonita te ha quedado esa definición.
-
Tú me
has ayudado a hacerla con tu excentricidad.
-
De
todos modos, ¿qué quieres decir con todo esto?
-
A
menudo hemos planteado la creatividad como forma de resolver problemas lógicos
o matemáticos. Pero no tenemos que compartir ese horizonte de acción. La
creatividad humorística, por ejemplo, la que esgrimen los Monty Python de forma
tan grotesca y radical, parte de una mezcla brutal de lenguajes que funcionan.
Muchas novelas ganan adeptos no por la historias que cuentan, sino porque ponen
la trama en un contexto extraño y novedoso. Todo puede estar sometido al toque
de la creatividad.
-
Puedes
tener razón con ello, by Jove.
-
Tenemos
ya una definición de la creatividad. Pasemos ahora, a evaluar, cómo alcanzar la
creatividad. Y sugiero que, cuanto más veo los métodos que han alcanzado los
estudiosos, más me parece que la creatividad es muy cercana al azar y la
suerte.
-
¿Por
qué lo dices?
-
Es
como coger la hoja que se cae de un árbol con los ojos cerrados.
-
Algo
difícil.
-
Sí,
pero si forzamos la situación no lo será tanto. ¿Qué podrías tú hacer para
tener más posibilidades?
-
Esperaría
a que fuese otoño, o si tuviese otro amigo, le pediría que removiera o vareara
el árbol. Entonces caerían tantas hojas, que al final alguna podríamos alcanzar
con la mano.
-
Pero
no sería directamente, “aquella hoja o esta otra” que hayamos visto antes de
taparnos los ojos. Sería la primera que apareciese, inesperadamente, sobre
nuestra mano. No sé si así entiendes un poco lo que es la creatividad para mí.
-
Creo
que sí: ya veo la relación entre las tormentas de ideas, los juegos de De Bono
y demás métodos.
-
Al
fin y al cabo, acaban reducidos a la máxima generación de posibilidades,
tanteos, y mezclas de discursos no pensados previamente. Resultan muy
atractivos, pero al mismo tiempo, frustrantes: no hay una llave definitiva que
nos diga cómo generar creatividad. En conclusión, las conexiones entre un
código de lenguaje nuevo y el horizonte de actuación que queremos resolver,
como hemos dicho antes, las tendrá que establecer el sujeto creativo.
-
Hmmm…
Interesante, y con esto, volvemos al comienzo de la discusión. ¿Hasta qué punto
el sujeto acaba siendo creativo?
-
El
sujeto se hace original al mezclar y reciclar cosas ya creadas. En las nuevas
síntesis encontraremos la creatividad. Podríamos seguir hablando del asunto…
La conversación quedó interrumpida en ese
momento por el fin de la reunión. Alrededor de Eagleman y Tibb se fueron
levantando pesadamente cuerpos cansados y aburridos que volvían a su rutina.
-
Mejor
para la próxima reunión… concluyó Eagleman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario