Seguramente nos hemos topado en más de una ocasión con la típica persona que no duda en pavonearse de sus éxitos (e incluso es capaz de apropiarse de la gloria de los demás) pero que al mismo tiempo busca continuamente causas externas para no afrontar sus propias responsabilidades en un fracaso. No busque fuera: casi todos hemos actuado así en alguna ocasión. Y pensemos cómo se traslada esto desde el campo de los estudios (cuando yo apruebo, lo hago yo porque he estudiado, y cuando suspendo, me suspenden otros o me quedé atrapado en el ascensor toda la tarde) hasta el campo de la política (para un político, cuando estamos en crisis, las causas de la misma son incontrolables y externas, mientras que cuando tenemos buenas noticias económicas, estos son producto único de nuestra estupenda gestión). Los ejemplos son innumerables.
También es posible la experiencia de de haber señalado a alguien como responsable de su éxito o fracaso en la vida -el típico caso del pobre al que hacemos responsable de su situación precaria-, y cuando hemos profundizado sobre su caso, nos damos cuenta que nosotros quizás hubiéramos sufrido el mismo destino de estar bajo el mismo contexto.
En la psicología social, un grupo de investigadores -Rotter, Heider, Kelley y Weiner entre otros-, investigaron cómo explicamos la acción realizada por una persona, y poco a poco llevó a analizar los típicos errores en nuestra explicación causal. Esto empezó a estudiarse con el nombre del sesgo de correspondencia o de forma más rimbombante como el error fundamental de atribución. Básicamente quiere decir que tenemos tendencia a enfatizar las explicaciones basadas en características disposicionales del actor del hecho en cuestión, en comparación con las basadas en su entorno, en la definicón clásica de Lee Ross. Partiendo del estudio de este sesgo, autores como Hans Weiner y su estudio de la atribución a partir de tres factores, el locus de causalidad, la estabilidad y la controlabilidad. Por seguir el ejemplo del político: cuando hay buenas noticias, lo hará responsabilidad suya (locus interno de causalidad), gracias a su profesionalidad y su esfuerzo (control estable) mientras que cuando las cosas vienen mal dadas, sentirá tentación de apelar a la situación (locus externo) e incontrolable (ha sido mala suerte y las condiciones son imposibles para la mejora).
1. No piense que sus éxitos solo dependen de usted y los fracasos son por culpa de los demás. Tendemos a hacer esta atribución causal interna cuando se trata de apuntarnos nuestros éxitos y al mismo tiempo achacamos al contexto hostil la razón por la que no alcanzamos nuestras metas (atribución externa). Este es un mecanismo de defensa básico que permite mantener nuestra autoestima (atribución defensiva), pero que en muchas ocasiones es notoriamente falso. Tampoco piense que sus éxitos son solo por la suerte o por la ayuda de los demás mientras se martiriza con sus fracasos. Esta actuación continuada refleja una predisposición hacia conductas depresivas y con una baja autoestima. Si le acompañan además atribuciones relacionadas a su falta de capacidad personal (variable incontrolable por el sujeto) nos encontraremos con posiciones que acaban minando definitivamente nuestra confianza para ejecutar tareas.
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2. Si hablan negativamente de usted en el ámbito profesional o académico, no piense mal desde el primer momento. Atribuimos razones personales que justifiquen por qué de forma inesperada somos atacados. Esta es la primera reacción, intuitiva, nuevamente en términos de pura defensa de nuestro ego. Pero después de esto, conviene hacer autocrítica y repensar la situación. Es muy posible que encontremos alguna razón de peso por la que puedan hacer ese comentario comprometedor. El sesgo de correspondencia nos hace pensar que la persona que nos ataca lo hace por motivos puramente personales (envidia, rencor etc...), cuando lo más posible es que hayamos hecho mal nuestro trabajo.
3. Sobre todo si es usted conservador, tenderá a incidir más en las circunstancias personales de los individuos y no las del entorno o contexto para explicar su comportamiento. Bajo esta perspectiva, el pobre es pobre por falta de iniciativa o pereza; el manifestante está psicológicamente perturbado; el terrorista lo es por pertenecer a una religión fanática sin redención. En pocas ocasiones, los conservadores apuntan a otras razones que las estrictamente personales y no prestan atención a lo que un manifestante reivindica ni por qué están ocupando la calle o a una crisis que ha empujado al desempleo a millones de personas contra su voluntad. Por contra, los progresistas son más holistas y globales, pudiendo cometer el mismo error desde la perspectiva opuesta. Igualmente, esta es una visión más propia de la cultura occidental que de la oriental. En una pecera, el occidental buscará los peces. El oriental será capaz de darse cuenta de las rocas que hay.
4. Nunca piense que los demás son como usted, piensan como usted, y actúan como usted. A esto se le llamó error del falso consenso. Tendemos a rodearnos de gente parecida a nosotros y eso nos induce a pensar que el resto de los seres humanos comparte nuestra forma de ser. Piensa el ladrón que todos son de su condición, nos dice el dicho de la psicología popular. La gente aprovechada piensa que todos los demás van a hacer lo mismo que ellos en circunstancias propicias, y es difícil para ellos ver que no todos actuamos con los mismos valores éticos. También es típico en los votantes de un partido su incredulidad ante unos resultados electorales inesperados o adversos. Tendemos a pensar que nuestras ideas son tan evidentes que nos negamos a creer que otros no las profesen igual que nosotros.
El experimento de la pecera (Masuda y Nisbet, 1998). El occidental se centrará en el número de peces. El oriental se encargará de decirnos el color del agua y las rocas del fondo). |
4. Nunca piense que los demás son como usted, piensan como usted, y actúan como usted. A esto se le llamó error del falso consenso. Tendemos a rodearnos de gente parecida a nosotros y eso nos induce a pensar que el resto de los seres humanos comparte nuestra forma de ser. Piensa el ladrón que todos son de su condición, nos dice el dicho de la psicología popular. La gente aprovechada piensa que todos los demás van a hacer lo mismo que ellos en circunstancias propicias, y es difícil para ellos ver que no todos actuamos con los mismos valores éticos. También es típico en los votantes de un partido su incredulidad ante unos resultados electorales inesperados o adversos. Tendemos a pensar que nuestras ideas son tan evidentes que nos negamos a creer que otros no las profesen igual que nosotros.
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