Como profesores, vivimos
obsesionados con la innovación educativa. Pero la innovación que estamos
viviendo no es suficiente. De hecho, se nos está yendo de nuestro control. El
futuro es infinitamente más incierto de lo que dan por supuesto los innovadores
educativos y nos deben empujar a ser mucho más ambiciosos de lo que somos hasta
ahora en lo referido a esa "innovación". Plateamos tres breves retos a los que esta renovación educativa no ha plantado cara:
1. Seguimos
enseñando a una generación a luchar duro por su trabajo. Nos repiten, como algo
novedoso, que es un trabajo no industrial, sino cualificado, creativo,
innovador, cooperativo. Pero estamos dando por hecho que en el futuro habrá
trabajo para una amplia mayoría de ellos. No es que no sepamos qué trabajos va
a haber en el futuro. El gran problema es que no sabremos sencillamente si
existirá trabajo suficiente para todos, incluso contando con el creciente
envejecimiento de la población. Imaginemos la gran frustración que puede
suponer una generación preparada a la que directamente se le corta su capacidad
de realizarse y de ser autónomos eliminando el trabajo. Ya hemos vivido esto en
la última crisis, y no será la última vez.
2. Estamos enseñando
en las nuevas tecnologías, en el terreno de lo virtual y las redes sociales,
cuando justamente lo que tenemos que empezar a enseñar es precisamente lo
contrario: la vuelta al entorno más puramente físico y al contacto humano, para evitar la
deshumanización tecnológica. Las tecnologías ya rodean a los alumnos de por sí
lo suficiente como para reducir la educación a las mismas. Si los retos del
futuro pasan por superar una catástrofe ambiental o humanitaria, las salidas al
campo y el trabajo social deberían ser tan obligatorias como el uso de nuevas tecnologías
en el ámbito educativo.
3. Estamos enseñando
a nuestros alumnos a usar su inteligencia y creatividad para adaptarse a nuevas
situaciones laborales imprevisibles. Pero no estamos enseñando a usar esa
inteligencia para idear una nueva sociedad. Damos por supuesto que nuestro
modelo de sociedad (occidental, capitalista, liberal, individualista, basada en
el crecimiento) se mantendrá mucho más tiempo, cuando a ciencia cierta no sabemos
cuánto más podrá aguantar sin romperse y desguazarse en sucesivas crisis
locales y globales. Enseñamos cómo ser ingenieros o médicos, pero no cómo poder
evitar votar al fascismo o buscar alternativas a Donald Trump.
En la medida en que nuestra nueva educación
no afronte estos tres retos, estaremos viviendo en el pasado y engañándonos a
nosotros mismos como educadores. Sociólogos
como Bourdieu insistían en que la enseñanza por definición es conservadora, en cuanto que proyecta lo que los estratos altos de la sociedad consideran como
culturalmente válido, y tiende a producir réplicas acríticas de la misma. Es
hora que seamos conscientes de ese sentido profundamente conservador que está
lastrando nuestros esfuerzos.
Enhorabuena por tu acertada entrada y reflexión. Yo solo confirmar, desde mi experiencia, que ahora la mayor parte de la administración educativa y cursos de formación se basan en no hacer pensar al alumno por sí mismo y estimular su espíritu crítico, sino en favorecer ciertas habilidades instrumentales relacionadas con las tecnologías de la información. Es como si en el siglo XIX valorásemos sus conocimientos en mecánica ferroviaria o en el siglo XX su capacidad para mecanografiar. En fin... Siempre ha costado asimilar el cambio. Ahora los docentes parecemos "futuristas" asombrados por una tecnología que no dominamos y que enseñamos a otros, entre otras cosas, para tapar nuestras propias carencias. Qué lucha.
ResponderEliminarHola Heli. La verdad es que estas ideas en parte son más tuyas que mías, así que podrías haber firmado tú el artículo. No creo que toda la innovación educativa no tenga que ver con algunas de estas ideas (no soy tan pesimistas), pero estamos muy lejos de orientar bien este futuro educativo...
ResponderEliminar