Los científicos esgrimen el criterio de economía del pensamiento para eliminar a Dios de sus explicaciones de la realidad. El problema es que si llevamos al extremo ese principio, lo más sencillo es que nada hubiese existido y sin embargo aquí estamos. El principio se vuelve inútil para explicar por qué existe el ser, y no la nada. Evidentemente, esto no dice nada a favor de un dios determinado. Pero humilla a la ciencia en sus pretensiones más absolutas y filosóficas. Esta es la visión de los cainitas, arrojados en este mundo, en completa soledad, pero incapaces de explicar por qué están ahí.
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