Si hay algo que nos enseña esta crisis, es que la educación presencial no es reemplazable por la educación online. No nos quedará más remedio y tendremos que acostumbrarnos a ella en el corto plazo. Pero esta educación amenaza con ser excluyente, fría, poco evaluable, y sobre todo, que es lo que reflexiono hoy, muy poco entusiasta.
¿Se puede transmitir entusiasmo a través de la pantalla de un ordenador o de una tablet? Yo creo que no. Por mucho énfasis que pongas en una videoconferencia, por mucha originalidad que tengan tus presentaciones, creatividad en tus tareas, el entusiasmo no es fácil de transmitir sin una comunicación más física, sin un lenguaje corporal, sin un intercambio de ideas en un aula, en una biblioteca escolar o en un recreo. El profesor tiene que transmitir el entusiasmo al alumno, y eso solo lo puede hacer en un ámbito presencial. Después de que la semilla del entusiasmo germine, sí, pueden venir todas las videoconferencias, charlas virtuales y vídeos de youtube, pero solo después. La filosofía cuando nace, lo hace solo en el ágora o en un jardín -una expresión optimista de nuestras aulas-. Solo después puede pasar a las pantallas de un móvil.
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