Querida judith, empiezo esta entrada como terminamos nuestra conversación ayer: estoy muy orgulloso de ti y de tu trabajo. Cuando colgué el teléfono, me di cuenta de lo mucho que habías crecido en tan solo dos meses. Tu voz era más asertiva y madura, y tus palabras mostraban más rabia y atrevimiento. Tus inseguridades habrán cambiado, y quizás también tus certezas. Y sin embargo, siempre seguías siendo tú, con tu sensibilidad especial y tu capacidad para ver el horizonte mejor que nadie. Ha sido una prueba de fuego vital que te curtirá y que llevarás siempre contigo. Cada persona tiene la suya, buscada o encontrada por casualidad, pero la tuya sin duda será especial. Siéntete una heroína por un instante, aunque esa palabra esté alejada de tu experiencia diaria y de tu humildad característica. Con tu ejemplo das sentido no solo a los pacientes que atiendes y animas con tus palabras de aliento día tras día, sino también a los que te han formado e impulsado para llegar a ser lo que eres ahora, desde tus padres hasta un simple profesor como yo. Al fin y al cabo, nuestro trabajo, años atrás, tal vez no haya sido en balde si tenemos ahora a profesionales y personas como tú en la primera línea de batalla.
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