1. Biografía.
2. Obras.
3. Núcleo de su pensamiento.
3.1.
La teoría hilemórfica.
3.2.
El cambio en los seres.
3.3.
Acto y potencia.
3.4.
Teoría de las causas.
4. Conocimiento y antropología.
4.1. Antropología.
4.2. Entendimiento
agente y paciente.
5. Ideas físicas: mundo y cosmos.
5.1.
Tipos de movimiento
5.2.
El movimiento en el
mundo físico.
5.3.
El motor inmóvil.
6. Ética y política.
7. Influencias.
Aristóteles, recreación del siglo XVI del gran pintor renacentista
Rafael, en La Escuela de Atenas
Aristóteles nació en Estagira (razón por la cual se le conoce también como el
Estagirita), entre los años 384-383
a. C. A la tierna edad de 17 años, ya había descubierto
a Platón, del cual fue discípulo y crítico también; conocedor de las teorías de
Heráclito, criticó en Platón la teoría de las ideas, centrando especialmente
sus críticas en la absoluta innecesidad
de recurrir a un mundo de ideas para explicar el mundo físico. Aristóteles
estaba convencido de que no era necesario reduplicar la realidad para
explicarla.
A
lo largo de su vida, descubrimos tres etapas fundamentales o períodos:
- El primero coincide con su estancia en la Academia. Durante
este tiempo, Aristóteles se dedica al estudio de conceptos tales como ideas,
reminiscencia, preexistencia, etc.
- El segundo coincide con la salida de Atenas
cuando, insatisfecho con la filosofía de su maestro, Aristóteles no sólo
abandona la escuela de éste, sino que además abandona la ciudad de Platón y
marcha a Mitilene. Allí su pensamiento se vuelve todavía más crítico contra su
maestro. Es durante este período cuando es llamado a Macedonia por Filipo II
para que eduque a su hijo Alejandro Magno. Ni el padre en u primer momento ni
el hijo en un segundo momento aceptaron la educación aristotélica. Aristóteles,
rechazado y decepcionado de la política, regresa a la filosofía, es decir, a
Atenas; y justo con este regreso, comienza lo que llamamos su tercer período.
- En el tercer período, en Atenas, Aristóteles funda
su escuela conocida con el nombre de Liceo, donde, dejando de lado sus ideas
más abstractas, se centrará sobre todo en observaciones empíricas
2.- OBRAS
La gran
cantidad de obras de este autor constituye lo que hoy conocemos con el nombre
de Corpus Aristotelicum. Este
Corpus inmenso (aunque faltan algunos trozos que se han perdido) recoge
aspectos de muy diversa índole: ética, lógica, política, poética, metafísica y
otros saberes más cotidianos. Pero no sólo hay que distinguir al margen de un
criterio temático, dos grandes grupos en los cuales englobamos toda su obra. Por
un lado, los escritos exotéricos, por
otro lado, los escritos esotéricos.
El criterio para distinguir entre un tipo de
escritos u otro es la finalidad que ambos tipos de escritos perseguían, los
exotéricos fueron concebidos para la publicación, es decir, para hacer llegar
las teorías aristotélicas a la gente de fuera del Liceo. Suelen ser claros y
con un cierto buen estilo literario. Por el contrario, los esotéricos son
escritos (a menudo apuntes de clase de sus alumnos) que recogen las enseñanzas
de Aristóteles, para uso exclusivo de sus discípulos del Liceo.
2.1. Obras de Aristóteles según temas
Siguiendo el criterio temático, podemos agrupar
sus obras en los siguientes grupos:
1.- Uno de los grupos- fundamental- de obras aristotélicas y uno de los
que menos se vio afectado por el paso del tiempo fue el conjunto de obras
dedicados a la lógica. Este conjunto
es conocido con el nombre de Organon. La
lógica no era para Aristóteles un conocimiento en sí cuanto un órgano o
instrumento al servicio del saber, ya
que ayuda al rigor del pensamiento. Este órgano lógico está compuesto por: Las categorías, Peri Hermeneias, Primeros y
Segundos Analíticos
2.-
Importantísima a pesar de que no fue esta la principal preocupación de
Aristóteles, son los 14 libros que componen su Metafísica. Pero, ¿qué
son exactamente estos libros de la Metafísica?
Aún mejor, ¿qué es “metafísica”, por qué se llama así?
Aristóteles, acaso sin saberlo, fue el fundador de
esa rama de la filosofía que se llama Metafísica; nunca tuvo conciencia de
haber hecho tal cosa. Después de Aristóteles, los escritos que se conservan,
fueron escritos y agrupados según los temas de que trataban. Los últimos libros
que se agruparon fueron los dedicados a la física, pero quedó una serie de
escritos sueltos que, por su temática diferente, nadie sabía dónde colocar. En
ese momento, decidieron reunir todos los escritos sobrantes y añadirlos sin
otro criterio al final de la recopilación de la obra completa aristotélica,
ocurriendo así que estos escritos quedaron espacialmente situados después de la Física
y, como no supieron cómo llamarlos, les dieron el nombre de Metafísica, o sea, lo que estaba puesto
en la estantería detrás de los libros de la Física.
El nombre le vino al
pelo porque, pasados los siglos, se ha podido ver que no sólo espacialmente,
sino también temáticamente, estos libros se ocupan de lo que hay más allá de la
física.
3.- Corpus
físico aristotélico. Bajo esta denominación, se recogen todas aquellas
obras en las que Aristóteles se ocupó del mundo físico. A este corpus
pertenecen: La
Física, De la
generación y la corrupción (de los cuerpos), De anima, De caelo o Sobre el cielo, Meteorológicos
(estudio sobre los meteoritos)
4. Otros escritos: la filosofía práctica.
Aristóteles sí propuso otra división para la filosofía que no era la
metafísica. Dividía entre la filosofía práctica y la teórica. Aquí entran
los escritos sobre ética, política y el
derecho: Moral o Ética a Eudemo, Gran
ética, Moral o Ética a Nicómaco, La
Política, Las Leyes. Y escribió también libros sobre
estética, como por ejemplo, la Retórica o la Poética.
3.-
NÚCLEO FUNDAMENTAL DE SU PENSAMIENTO: METAFÍSICA.
3.1.
El papel de la filosofía y la metafísica en el conocimiento humano.
El
libro primero de la Metafísica de
Aristóteles se abre con una frase muy elocuente sobre las intenciones de este
autor: “todos los hombres desean por
naturaleza saber”. El hombre por instinto natural es curioso y desea
conocer cosas. Ahora bien, habrá distintas formas de conocer y acercarse a la
realidad. Por lo general, Aristóteles identifica al sabio como aquel que conoce
las causas de las cosas, frente a aquellos que actúan sin saber por qué hacen
las cosas, por la simple experiencia de sus sentidos. Cuanto más profundo sea
nuestro conocimiento de las causas, más universal será nuestra sabiduría.
Pero
este conocimiento de las causas puede tener distintos fines. El conocimiento
técnico suele estar orientado por la obtención de una meta determinada
(queremos saber del arte de la construcción para edificar una casa, por
ejemplo). Sin embargo, el saber de la filosofía no está orientado por la
obtención de ninguna meta, excepto la del conocer en sí mismo: es en último
término completamente improductiva e inútil. Este detalle, que en nuestro
tiempo condena la filosofía al olvido y el desprecio, la convierte en
Aristóteles en el saber más elevado al que puede aspirar el hombre. Al ser la
filosofía “causa de sí misma” y no depender de objeto alguno (esto es
terminología aristotélica), va a ser un conocimiento menos condicionado por los
resultados que alcancemos, más puro y más amplio que el conocimiento técnico:
una “ciencia libre”, como la
denominará él mismo.
Esto
no quiere decir que el sensato Aristóteles no concediera gran importancia al
saber técnico; lo que quiere decir es que una vez que el hombre ha resuelto sus
necesidades básicas, el hombre contempla la realidad de forma desinteresada y
curiosa. Este mundo que le rodea se revela maravilloso para el hombre y éste
intenta averiguar el orden racional que subyace a esa realidad: aquí empieza la
investigación filosófica. Incidamos siempre que el hombre descubre ese orden, y
no lo inventa, al igual que Platón.
Esa
investigación filosófica va a ser al mismo tiempo clasificada en dos grandes
ramas: la filosofía práctica (ética, política) y la teórica (física,
metafísica…). Pero dentro de esa división, será la metafísica el conocimiento destinado a explicar “el ser en cuanto
ser”: el descubrimiento de las causas últimas y de los primeros principios
explicativos de la realidad. De forma más sencilla, Aristóteles se va a
preguntar por qué existen las cosas, de qué están formadas, y por qué se
transforman unas en otras. A esto va a dedicar las mejores y más oscuras
páginas de su Física y su Metafísica.
3.1. La teoría hilemórfica y el rechazo del mundo
de las ideas.
Aristóteles toma como punto de partida el rechazo al desdoblamiento de la realidad que propone su maestro Platón, así
como su concepto de la “idea” como explicación última de las esencias de ese
mundo inmaterial. Estas críticas no son solo de Aristóteles: Platón mismo
levantó críticas contra su propia teoría en el diálogo Parménides. Entre las muchas objeciones que Aristóteles plantea
está la siguiente: ¿qué tipo de idea corresponde a aquellos seres que pertenecen
a esencias distintas? ¿Podemos entender a Sócrates como participando en la idea
de “hombre perfecto” o en la idea de “animal perfecto”? ¿Una mesa de madera
puede ser entendida bajo la idea de mueble o dentro de la idea de leña? ¿Bajo
qué categoría hay que entenderlo? Está claro que para Aristóteles la división
platónica resultaba demasiado sencilla y por tanto debía ser rechazada.
Para
reconstruir esto, Aristóteles parte de que el único mundo existente y real es
el mundo material físico. Esto no
quiere decir que la realidad sea únicamente materia, sino que los seres son
materiales, en lo que va a definir Aristóteles como un compuesto de materia y forma. La teoría que defiende
que todo cuanto existe es indisociablemente materia y forma es la conocida como
la teoría hilemórfica. Pero, ¿qué es lo que Aristóteles entiende por
esos dos términos?
Para este filósofo la MATERIA sería el principio indeterminado y amorfo, pero habría que distinguir
dos tipos diferentes de materia, a las que denomina materia primera y materia
segunda, entendiendo por tales:
-
materia primera : materia que subsiste en los cambios (la que
contiene todas las potencialidades posibles).
-
materia
segunda: la que se hace
especialmente evidente cuando la generación de un nuevo ser alcanza su plena
realización. Es la materia que las cosas son cuando son totalmente en acto.
La
FORMA es el principio que determina
la materia, en virtud del cual una cosa es ella y no otra. Esa forma puede ser:
-
Substancial,
en cuanto principio que hace que una cosa sea esa determinada substancia y no
otra, rasgos que son completamente necesarios. Aquello por lo que “silla” es “silla”
(y no una “mesa”) o “Marina Rojas” es “Marina Rojas” (y no Raquel Galán).
-
Accidental, cuando son formas
completamente prescindibles y contingentes. Por ejemplo: el pelo del profesor
fue una vez abundante y fermoso, y ahora está alopécico perdido; aunque sea un
rasgo muy importante, no es sustancial, puesto que el profesor va a seguir
siendo el mismo (si definimos al profesor como ser humano racional, for
instance, el que tenga pelo o no es completamente irrelevante).
¿Por qué propone
Aristóteles esta clasificación? Con esta teoría ponemos elementos universales en los individuos, sin necesidad de suponer un
mundo de las ideas explicador de la pluralidad del mundo sensible. Antes Platón
proponía una idea de “mesa” para explicar todas las mesas del mundo sensible.
Ahora, Aristóteles propone que todas las mesas comparten un elemento universal
(la forma substancial), una esencia basada en la materia y la forma que permite
explicar su realidad última sin necesidad de inventarnos otro mundo. Como algún
filósofo ha apuntado de forma pedagógica, Aristóteles “baja” a Platón del mundo
de las ideas y lo instala en el mundo sensible.
3.2. El cambio en el ser.
Aquí Aristóteles retoma el problema que llevaba incordiando a
los presocráticos y Platón: ¿Cómo explicar el cambio, el paso de un ser a otro?
Siendo el ser de Aristóteles el ser
material, Aristóteles tendrá que enfrentarse con el problema del cambio.
Los seres cambian y por tanto el conocimiento no puede ser, como en Platón, un
conocimiento de lo inmutable (el mundo de las ideas), lo que tampoco significa
que se conforme Aristóteles con la mera percepción del cambio, y que las
apariencias sean lo único cognoscible, como ya defendieron algunos sofistas.
Más bien Aristóteles piensa, al igual que Heráclito, por debajo de todo cambio hay siempre unas regularidades ocultas, y
es precisamente el cambio, o sea, lo que percibimos, lo que debe llevarnos a
esas leyes inteligibles no perceptibles
que explican el cambio como aparente. No olvidemos que la filosofía de
Aristóteles (casi como toda filosofía) es en primer lugar una admiración ante
lo que se contempla, un sorprenderse y, en segundo lugar, un interrogante que
lleva a poner de manifiesto las razones ocultas del mundo sensible, el logos
interno a la naturaleza.
Autores como Parménides habían llegado a negar cosas tan
evidentes como el cambio o el movimiento. Del No Ser, decía él, no puede venir
el Ser. Sin embargo, Aristóteles, para resolver esta cuestión, recurre a una
teoría del Ser (a una ontología) que parte de la siguiente observación: el
ser se dice de muchas maneras.
2.2.1.
Potencia y acto.
Para Aristóteles, la materia
es eterna, continuamente el soporte del Ser. Todo se genera a partir de
ella, y todo se corrompe y se destruye, sin dejar por ello de ser materia. Son las formas (unidas a la materia) que
constituyen los seres, las que
continuamente cambian; por tanto, lo que existe desde siempre, dada la estructura hilemórfica de la realidad, son las cosas, pero
también éstas pueden ser de muchas maneras. Aristóteles habla a este respecto
de acto
y potencia como dos modos
diferentes de ser. Cada modo de ser concreto tiene unas determinadas
posibilidades de ser, según su propia naturaleza, por ejemplo, un árbol es
potencialmente una fruta, un mueble o leña. A estas posibilidades de ser que
cada cosa tiene según su naturaleza lo llamamos ser en potencia. Ahora
bien, esas posibilidades pueden desarrollarse o cumplirse, y es a esas
posibilidades de actualización a lo que llamamos ser en acto (no sólo poder
ser, sino ser ya de hecho). A menudo, cuando estas posibilidades se realizan,
hay posibilidades incompatibles, que dejan de ser posibles (por ejemplo, si el árbol se convierte en mueble, o deja de
dar fruto, aunque puede todavía ser leña).
Con este modo de entender el ser como acto o potencia,
Aristóteles da por resuelto el problema que llevó a polemizar a parmenídeos
contra no-parmenídeos. Ciertamente, no es que el ser no venga del ser, lo que
ocurre es que el ser en acto procede del ser en potencia (por ejemplo, no es
del no-mueble de donde sale el mueble, sino del poder- ser-mueble que lleva en
sí la naturaleza del árbol).
2.2.2.
Causas del cambio.
Para que algo tome existencia como un ser determinado, con una
forma y no con otra, es necesario que se den cuatro causas de origen de toda
existencia posible. Esto es lo que llamamos Teoría de las causas.
Aunque no todas las causas son evidentes o perceptibles por los sentidos, todas
ellas pueden deducirse como necesidad lógica para que exista todo aquello que
nosotros percibimos. Las cuatro causas presentes, de un modo más o menos
evidente, en todo cuanto existe del mundo físico son:
1)
Causa material: aquello de lo que algo
está hecho.
2)
Causa formal: aquello que se quiere
hacer, en el sentido de la idea a realizar, el modelo, que es lo que uno más o menos encuentra cuando se formula la
pregunta “¿qué es una cosa?”
3)
Causa eficiente: responde en cierto
modo a quién o qué realiza o lleva a acto eso que existe, el sujeto operador.
4) Causa final. Todo lo que se hace
persigue un fin o un objetivo. Esta causa que nos habla de ello, aparece cuando
nos hacemos la pregunta “¿para qué o por qué algo es hecho (el sentido)?”
Las tres primeras causas
se encuentran, de un modo más o menos expreso, en el pensamiento de Platón.
Recordemos a este respecto ese Demiurgo conocedor de unas formas o modelos,
conforme a los cuales ordena o modela la materia eterna. Mientras tanto, el
hecho de que Platón identifique la máxima verdad con el bien también deja la
puerta abierta a cierta finalidad en la acción de la naturaleza y la humana.
Sin embargo, pese a esta afinidad de pensamiento, encontramos en Aristóteles la
causa final mucho más definida que en Platón; además va a tener una
trascendencia fundamental a la hora de explicar la naturaleza o los seres vivos
(que tienen unos fines determinados por cumplir y no actúa por azar) o la
ética. Esto es lo que conoceremos como TELEOLOGÍA
(de telos en griego, que significa
fin).
El ejemplo de la
estatua.
Aristóteles pone el ejemplo de la estatua para
entender estas cuatro causas. Para hacer la cosa más cercana, pensemos en Fran,
que de la F1 se pasa a la escultura y quiere hacer una magnífica estatua de su
compañero Javier. En este proceso de creación de la estatua estarían presentes
las cuatro causas:
Causa material---------------------à bronce (materia bruta)
Causa
formal-----------------------à modelo (Javier)
Causa eficiente---------------------à escultor (Fran)
Causa final (finalidad)-------------à adornar, recordar al magnífico Javier.
4.
CONOCIMIENTO Y ANTROPOLOGÍA.
4.1.
Teoría del conocimiento.
Hasta aquí sabemos que
lo que de verdad existe en Aristóteles serán las cosas materiales (prágmata) y no ese mundo de las ideas
platónico. Optando ontológicamente por los seres materiales como los únicos y
auténticos (y no las ideas), la consecuencia epistemológica queda clara: los sentidos que para Platón
permanecían en un segundo plano, se convierten aquí en el fundamento de todo
conocimiento posible; o sea, su teoría del conocimiento es fundamentalmente sensible y empírica.
Los sentidos, que son el
soporte material de nuestro conocimiento, son también materiales y es
precisamente su materia misma lo que les permite contactar con el mundo
material que somos y nos rodea. Como dice el dicho griego: “lo semejante se conoce por lo semejante”.
Pero esto no quiere
decir que el conocimiento se identifique sin más con la sensación. La sensación
es la base sobre la cual se edifica el conocimiento, pero, conocer es más que sólo sentir. Si no fuese así, cualquier animal
tendría conocimiento y, en algunos aspectos, el conocimiento animal rebasaría
el conocimiento del hombre. Recordemos que para Aristóteles, el hombre es
recordado en una de sus definiciones, como animal racional, de ahí que su
conocimiento sea sensible, pero no sólo sensible. Si no hay lugar para la razón
pura en Aristóteles porque no hay en él seres puramente inteligentes, tampoco
se agota la posibilidad del conocimiento en la sola impresión sensible.
Así, los sentidos se
convierten en el primer instante de nuestro conocimiento. A través de los
sentidos acogemos en nosotros la realidad que hemos de pensar; por tanto, el
momento sensible del conocimiento es más o menos el de recogida de datos. Sin
embargo, conocer o comprender la realidad es más que sólo sentirla, pues la
razón de todo cuanto acontece en el mundo material permanece oculta para nuestros
sentidos, siendo la razón (característica humana por excelencia) la encargada
de poner de manifiesto las razones ocultas de un mundo evidente.
Aristóteles afirmará tajantemente que nada hay
en el intelecto que primero no haya estado en los sentidos. El hombre cuenta
con una capacidad de abstracción
gracias a ese conocimiento intelectivo, que le permite formular conceptos y
alcanzar esencias. La adquisición de conocimiento es un proceso que se inicia
con las percepciones particulares provenientes de los sentidos y termina en el
conocimiento universal (conocimiento de ideas generales) a través de la
abstracción.
Como resultado de esta
teoría epistemológica diremos que la razón no puede llegar a ninguna conclusión
por sí misma: toda conclusión debe estar referida de un modo más o menos
directo a un conocimiento primero sensible.
También ocurre que, como consecuencia del rechazo al mundo de
las ideas, no puede haber ningún conocimiento previo al nacimiento (como
defendía la teoría de la reminiscencia platónica), porque si la realidad se
agota en el mundo material, nosotros no podemos conocerla sin ser o poseer
previamente un cuerpo, de ahí que Aristóteles se empeñe en decir que el hombre
nace como una tabla rasa, queriendo con ello significar la imposibilidad de un conocimiento innato en
los hombres.
4.2.
Antropología.
El hombre es una
substancia física viviente, es decir, capaz de alimentarse, crecer y perecer.
Pero esto todavía no separaría al hombre del resto de los seres vivos. Todos
los seres vivos tienen un alma,
entendido no como algo inmaterial, sino como principio de vida. Los hombres
poseen por tanto tres tipos de alma, algunas de ellas compartidas con el resto
de los seres vivos:
- Alma vegetativa: es la más inferior de vida, el alma ejerce las tres
funciones elementales: nutrición, crecimiento y generación, y tienen como
función la conservación del individuo y la especie.
- Alma sensitiva: que es lo que diferencia a los animales de las
plantas, su capacidad locomotriz y su mayor percepción sensorial (los animales
perciben más cosas que las plantas y son capaces de movimiento).
- alma intelectiva: es la propia del ser humano, de carácter racional
y la que nos diferencia del resto de los animales. De esta hablaremos a
continuación.
4.3.
Entendiento agente y paciente.
Gracias al alma
sensitiva nosotros conoceríamos el mundo material (por medio de las
sensaciones). El alma intelectiva sería ese segundo momento por el que nosotros
accedemos a una infinita capacidad de objetos cognoscibles gracias a esa
experiencia. Pero una cosa debe quedar clara: el conocimiento del alma
intelectiva es principalmente pasivo,
no inventa nada que no venga ya de la experiencia. Esto es lo que conoce
Aristóteles como el entendimiento
paciente. El entendimiento recibe pasivamente la información de la
realidad. Es un primer estadio de conocimiento en el que la realidad de las
cosas se pone en contacto con el sujeto, sin que nosotros aportemos nada. Cuando
nosotros vemos una propiedad de las cosas, como el pelo castaño de Marta, esa
propiedad objetivamente pertenece a la cosa observada (el pelo de Martilla) y
el sujeto solo la percibe de manera pasiva.
El entendimiento, sin
embargo, tiene como hemos visto la capacidad de agrupar las sensaciones
individuales en conceptos gracias a la abstracción, o dicho de otra manera, la capacidad de captar las
formas de las cosas (las esencias) a partir de las imágenes que nos proporciona
el entendimiento paciente. A eso Aristóteles lo denominará entendimiento agente.
Esta visión del conocimiento
se corresponde con lo que se llama realismo
epistemológico o realismo ingenuo. Esto quiere decir que el hombre conoce
la realidad tal y como es, sin poder modificarla, y con la creencia de que
además conocemos la realidad en su sentido más objetivo del término (tenemos
confianza absoluta en que las imágenes que proporcionan nuestros sentidos son
las auténticas).
5.-
IDEAS FÍSICAS EN ARISTÓTELES
5.1. Cambio o movimiento en Aristóteles
Aristóteles ha explicado el movimiento en su sentido metafísico (el
paso de un ser a otro) a través de su teoría del acto y la potencia, pero
también se va a preocupar por los movimientos propios del mundo de la física.
En el mundo material, Aristóteles distingue:
a)
Cambios de sustancia:
son los cambios que se producen cuando se dan la generación o la corrupción
(nacimiento o muerte). For instance: un hombre muerto, no es ya propiamente un
hombre, es otro ser sustancialmente distinto: un cadáver.
b)
Cambio
cualitativo:
es lo que se produce cuando se da una alteración en ser sin que la sustancia
quede alterada. F.i., cuando un hombre malo pasa a ser bueno, no se da un
cambio en la sustancia humana sino en su calidad.
c)
Cambio
cuantitativo:
llamamos así fundamentalmente a las traslaciones. A este tipo de cambios es al
que típicamente denominamos movimiento, (aunque movimientos sean todos, según
Aristóteles). F.i., Nuria bajando las escaleras, Murillo tirando una botella al
aire o el pelo del profesor de filosofía cayendo lamentablemente de su cabeza.
5.2.- El movimiento en el mundo físico.
Hemos afirmado que todo cuanto existe en el Universo aristotélico es
material, y teniendo presente que el espacio es un rasgo de la materia, no
cabrá en Aristóteles hablar de un lugar o espacio vacío donde las cosas están,
porque las cosas no están en el espacio (es lo que pensamos hoy) sino
que son espaciales. En consecuencia, tendremos que afirmar que si el mundo
coincide con las cosas (hilemorfismo),
y el mundo natural de Aristóteles es un mundo lleno en el que no hay lugar para
el vacío.
Los atomistas estaban convencidos de que el vacío era la condición
indispensable para la existencia del movimiento. En cambio, Aristóteles,
consciente de que la densidad de los cuerpos no es la misma para todos los
casos, no sólo negará que el vacío sea posibilidad de movimiento, sino que
afirmará incluso que el vacío es requisito para la negación de la posibilidad
de movimiento.
Cuando nuestro filosofillo observa el mundo material físico, distingue
en él seres que tienen en sí la voluntad
de movimiento (animales) y seres inertes que sólo pueden moverse si son movidos
por otros. Refiriéndose a estos, hará la siguiente generalización: todo
lo que se mueve es movido por algo, ahora bien, la aplicación de
este movimiento por un sujeto a un determinado objeto sería absolutamente
imposible si entre el sujeto y el objeto existiese el vacío. Por tanto, es
indispensable para la transmisión del movimiento un mundo totalmente lleno,
donde los cuerpos estén en inmediato contacto unos con otros.
LA COSMOLOGÍA ARISTOTÉLICA
Elementos
Ya los antiguos presocráticos, se habían
esforzado por encontrar la materia originaria a partir de la cual se ha hecho
todo cuanto hoy existe, era el viejo asunto de la materia originaria o arché. Optando con los post-parmenídeos
por una solución pluralista, se hará, sin embargo, eco de aquellos primeros
elementos pre-parmenídeos. Así, para
Aristóteles, todo cuanto actualmente existe es resultado de los cuatro
elementos en distintas proporciones. Los cuatro elementos son el agua,
la tierra, el aire y el fuego, siguiendo la clasificación de Empédocles.
Cosmología
Pero estos cuatro elementos componen sólo
el mundo
sublunar, no olvidemos que en el Universo de Aristóteles hemos de
distinguir dos ámbitos bien diferenciados:
Mundo sublunar
El mundo
sublunar recoge prácticamente lo que es el centro del Universo, es en ese mundo
donde se encuentra la
Tierra. En él todo está compuesto de los cuatro elementos, lo
que hace que todo esté sujeto a la generación y la corrupción, es decir, el
mundo sublunar está sometido a un continuo cambio.
Los movimientos que se producen en el mundo
sublunar son movimientos en línea recta,
tienen principio y fin de trayecto, y por tanto acaban.
Mundo
supralunar
En él
los cuerpos están compuestos por un quinto elemento, que Aristóteles
llama quinta esencia, que no se identifica con ninguno de los otro
cuatro elementos clásicos y que, sin embargo, aun siendo más sutil que
cualquiera de ellos, no deja por ello de ser material. El hecho de que sea
material hace que tampoco en el mundo supralunar los cuerpos puedan ser ajenos
al cambio, lo que ocurre es que el cambio aquí, al igual que la materia, será
mucho más perfecto, así, frente a la corrupción y la generación sublunar, que
se traducía en un movimiento rectilíneo, tendremos aquí una permanencia cuyo
movimiento correspondiente es el movimiento circular, que nunca se acaba y que
es siempre idéntico a sí mismo. Dado que los cuerpos del Mundo Supralunar, por
estar formados de quinta esencia no están sujetos a generación y corrupción,
diremos que aquí el movimiento sólo es de traslación y circular.
5.3. La teoría de las esferas y el motor inmóvil
El firmamento se entiende como una sucesión de esferas macizas en el
mundo sublunar y supralunar. Con estas esferas absolutamente macizas que están
en contacto unas con otras, y en las cuales se encuentran cada uno de los
planetas, Aristóteles solucionaría el problema de la transición del movimiento.
Bastaría explicar cómo se mueve la última esfera o esfera de las estrellas
fijas para explicarnos todo el movimiento existente en el Universo. Luego todo
el movimiento posterior a todo movimiento se explica por simple contacto. El
problema por tanto queda reducido al origen del primer movimiento
desencadenante del resto.
Para explicar este primer
movimiento, Aristóteles recurre a la existencia de un ser ajeno al Universo al
que él da el nombre de motor inmóvil en el Libro XII de la Física.
Recurre a un motor inmóvil porque, si éste tuviera que
moverse para mover, necesitaría, para explicar su propio movimiento, de un
motor inmóvil previo, o bien de una infinita cadena de motores móviles que no
resolverían el problema, sino que simplemente lo multiplicarían.
Ahora podemos preguntarnos: ¿cómo mueve un
motor inmóvil un Universo? Más aún, si es inmóvil, ese motor no puede ser
material, entonces, ¿cómo mueve un ser no material un Universo material,
teniendo en cuenta que el movimiento se transmite por contacto? Aristóteles,
casi más místico que filósofo a este respecto, termina finalmente diciéndonos
que ese motor provoca el movimiento del Universo del mismo modo que la
presencia del amado mueve los ojos del amante, a quien le basta la sola
presencia del amado aun siendo éste indiferente al amante (bloody amazing, isn’t it?)
Para terminar, diremos que
este motor inmóvil suele identificarse con ese acto puro del que nos habla el
libro VII de la
Metafísica. Entendemos
por acto puro al ser que ha actualizado totalmente todas sus potencias. El ser
que siendo todo lo que puede ser, no está sujeto a cambios. A este acto puro, y
a ese motor inmóvil se referirá Tomás de Aquino como Dios.
6. Ética y política.
6.1.
Ética
Aristóteles compuso varias
obras sobre esta rama de la filosofía siendo la fundamental su Ética a Nicómaco. El planteamiento de
Aristóteles comparte un aspecto fundamental que atraviesa toda la ética griega (la búsqueda de la felicidad) sin
embargo su visión sobre el hombre y la realidad dejarán una sobrada influencia
sobre estas obras.
La
ética arranca de la misma filosofía aristotélica. Todo ser tiende por
naturaleza a cumplir una finalidad (causa final o teleología). En el ser
humano, el fin más íntimo del mismo es llegar a ser feliz. La ética se definirá
por tanto como el estudio de las pautas que permitan la vida feliz para el
hombre. Es lo que se conoce como una ética eudemónonica.
En cuanto que una acción es buena o mala dependiendo de si nos reporta o no
felicidad, Aristóteles también se centrará mucho en el estudio de las consecuencias de nuestras acciones (finalismo o consecuencialismo). Esta
corriente se opone a las éticas deontológicas que aparecerán posteriormente con
el estoicismo y especialmente, mucho más adelante, Kant (aquí no es la búsqueda
de la felicidad, sino el deber moral lo que nos obliga en la ética; no se tiene
en cuenta el cálculo de consecuencias, sino su obligación implícita).
Ahora
bien, ¿qué noción tenemos de la felicidad para decir que una acción es buena o
mala? La felicidad necesita una descripción de la naturaleza humana. Si conocemos bien la naturaleza del ser humano,
sabremos mejor a qué telos o fin
aspira. Ya hemos visto que la naturaleza humana en Aristóteles, aunque no tan
extremadamente dualista como la de Platón (lo bueno era lo relacionado con el
alma racional, lo malo con el mundo sensible), sigue privilegiando el alma
intelectiva y racional del hombre como el elemento distintivo frente a los
animales. Por lo tanto tendremos fines elevados, como la justicia, la prudencia
o la sabiduría, que marcan la felicidad humana. Sin embargo, la reivindicación
del mundo sensible propio de Aristóteles se traduce también en esta ética:
existe una parte humana vinculada a este mundo material, y en cuanto tal no
puede ser ignorada. Así la felicidad aristótelica no se reduce a una única
máxima o una única virtud, sino que engloba a un conjunto de ellas, en las que
se refleje tanto la vertiente racional del hombre como la más vinculada al
cuerpo o el mundo sensible.
Así, Aristóteles divide entre
virtudes dianoéticas y virtudes éticas como las garantes de la
felicidad humana. Las primeras son de carácter intelectual, y estaría aquí la
búsqueda de la sabiduría o la vida contemplativa. Pero Aristóteles no vive en
una nube, y sabe que la vida cotidiana del hombre no se reduce a esa vida
contemplativa. Así, para el correcto desarrollo de esa felicidad, son
necesarias también aquellas virtudes que necesitan el disfrute de bienes
materiales y placeres, siempre de forma equilibrada, por supuesto. Evidentemente
entre disfrutar y nutrirse comiendo tortilla de patatas o disfrutar con el
diálogo filosófico de un buen amigo, Aristóteles se quedará con las virtudes
dianoéticas como aquellas que nos hacen seres humanos de verdad.
Estas virtudes aristotélicas
tienen dos características fundamentales. En primer lugar, no son innatas al hombre. El hombre tiene cierta aptitud para su
desarrollo, pero debe naturalizarlas en su comportamiento a ellas a través de
la repetición: hábitos o buenas
costumbres. Esto también está en armonía con su planteamiento del intelecto
como “tabula rasa”, contrario a Platón. Por supuesto, seguir las virtudes
aristotélicas depende de la voluntad y deseo del individuo por aprenderlas. Y
también Aristóteles reconoce la injerencia de pasiones como la ira en el
desarrollo adecuado de las virtudes éticas. Estamos muy lejos del
intelectualismo moral de maese Sócrates, en el que el conocimiento del bien
implicaba llevarlo a cabo obligatoriamente.
La segunda característica es
una regla práctica que nos permitiría definir esas virtudes. Para ello,
Aristóteles propone ese famoso “justo
medio” o “equilibrio” entre dos extremos. Así por ejemplo entre la cobardía
y la temeridad estaría la templanza (es decir, saber cuándo hay que ser
valiente y cuándo no). Pongamos algunos ejemplos:
Extremo
|
Justo medio
|
Extremo
|
Avaricia
|
Generosidad
|
Derroche
|
Bufonería
|
“saber estar”
|
Seriedad
|
Hipocresía
|
Sinceridad
|
Verdad hiriente
|
Agresividad
|
Asertividad
|
Pasividad
|
Adulación
|
Amistad
|
Aversión / odio
|
Este equilibrio tomaría la prudencia como una de las máximas
virtudes humanas. Prudencia es entendida aquí como capacidad para sopesar
debidamente una situación de forma racional y actuar conforme a esa reflexión,
y mantener un control emocional sobre las pasiones que pudiesen enturbiar
nuestro juicio. “Cualquier persona puede
enojarse –eso es fácil-. Pero enojarse con la persona adecuada, en su justa
medida, en el momento adecuado y por la razón y de manera acertada, eso no es
fácil.”
7.2. La política
Aristóteles
también se ocupó de la política, aunque de forma bastante distinta a la de su
maestro. Nuevamente su componente positivista (es decir, analizar hechos de
este mundo y clasificarlos) aparece en sus planteamientos políticos. Para sus
planteamientos no es tan importante la configuración de un estado ideal,
prácticamente utópico o irrealizable, como el platónico, sino reflexionar sobre
los regímenes políticos ya existentes. Para ello, Aristóteles (que además de
filósofo, cosmólogo, físico y biólogo, fue también el fundador de la ciencia
política) realizó una ingente tarea de recopilación de leyes y constituciones
de numerosas ciudades-estado de su época.
Junto
a su planteamiento positivista, también aparecen intuiciones filosóficas de
gran utilidad que incluso se utilizan en la filosofía contemporánea. El hombre
se entiende como un ser social (zoon
politikón). Es decir: el individuo no se
entiende si no está previamente dentro de una comunidad social, donde es
educado y se desarrolla como ser humano. Recordemos una vez más la vieja
tradición espartana: en el paso a la edad adulta, el adolescente era abandonado
en el monte por un tiempo, y se le hace recordar constantemente que el
individuo no es nada sin la comunidad que le rodea.
Esta
característica es de gran importancia, ya que si bien el componente social de
los hombres ya había sido planteado por Platón, Aristóteles retoma esta
tradición griega restringiendo el carácter autoritario del anterior autor. Es
decir, Platón entendía esa relación entre individuo y comunidad en términos de
sumisión y deberes del individuo frente a la comunidad (el sabio, por ejemplo,
que debe obediencia al estado en aras de alcanzar un bien común). Aristóteles
endulzaría un poco esa relación, y haría más hincapié en los elementos
positivos que supone la sociabilidad de los individuos.
Toda
la teleología, toda la finalidad en los seres vivos consiste en alcanzar una autarquía, es decir: autosuficiencia
frente al medio que nos rodea, independencia para poder lograr lo que ese ser
vivo tiene que ser. La gran mayoría de los animales se bastan con unos pocos
individuos para poder cumplir todas sus expectativas vitales (crecer, reproducirse,
sobrevivir). Pero si el ser humano quiere llegar a desarrollar sus
potencialidades plenamente, y vivir de
acuerdo con los dictados de su propia naturaleza, necesitará estar rodeados de sus semejantes. De
hecho, el acto del lenguaje y la capacidad de razonar no serían posibles en el
hombre si no supusieramos su carácter social y al contrario.
Así,
el ser humano estaría agrupado en distintas unidades sociales, no
necesariamente opresoras: la familia,
que es la unidad social básica, la aldea
(agrupación de varias familias) y la ciudad o polis, agrupación de varias aldeas, comunidad de hombres libres que
tienen como fin vivir bien y conforme a los mandatos de la razón.
Nuevamente
recordemos que la visión de Platón o Aristóteles chocaba con las teorías
sofistas (la sociedad se compone por átomos, los individuos, que son los que
alcanzan y firman un acuerdo social a posteriori).
Aristóteles
también propone una jerarquía en los regímenes políticos. A diferencia de
Platón, cualquier régimen político puede alcanzar condiciones en las que la
justicia sea cumplida (procurar el bien de todo el pueblo y no sólo de una
parte), y al mismo tiempo, cada régimen tiene su paralelo degenerado.
Aristóteles distingue así:
Condiciones justas Degeneración
Gobierno
De
uno Monarquía
Tiranía
De
varios Aristocracia
Oligarquía
Del
pueblo Democracia
Demagogia.
El gobierno justo de una
monarquía degenera en tiranía cuando el único gobernante busca sólo su
beneficio. El de una aristocracia (gobierno de los mejores) con el de la
oligarquía (gobierno de una sola clase social), y el de una democracia con el
de actitudes demagógicas (como por ejemplo, la época de Sócrates). Así en todas
esas degeneraciones se olvida el bien común de la comunidad sustituyéndose por
el de los intereses particulares.
7. Influencias posteriores.
Aristóteles va a dejar, al igual que Platón, una marcada estela a lo largo
de los siglos. Su lógica va a ser incuestionada hasta el siglo XIX, y todavía
se estudia hoy, con análisis más formales. Sus investigaciones dieron un
fecundo impulso a todas las ciencias en general, que se traduciría en los
avances de los siglos inmediatamente posteriores. Igualmente, Aristóteles se
encuentra también en el origen del renacer científico operado en la baja edad
media, a partir del siglo XII.
Especialmente importante es la fuerte impronta que va a tomar a partir del
siglo XII la escolástica de todo el
pensamiento aristotélico. Como veremos en Santo
Tomás de Aquino, buena parte de
las conclusiones éticas y políticas que alcanza el autor medieval están en
perfecta consonancia con lo que había expresado Aristóteles siglos atrás, hasta
el punto que más de un filósofo ha considerado la escolástica como una mera
síntesis del pensamiento aristotélico con el Dios cristiano. Por otro lado, su
planteamiento ético solo encontrará contestación con Hume y Kant en el siglo
XVIII, y su teoría política constituye el punto de partida de los autores
políticos actuales denominados comunitaristas,
que inician su reflexión a partir de la idea del hombre entendido como un “ser
social” en el marco de una comunidad, en oposición a los autores liberales,
defensores del individualismo moderno. Como hemos visto, sus planteamientos
también sirven de inspiración para corrientes tan actuales como la inteligencia emocional.
El pensamiento aristótelico comienza a decaer entre el siglo XIV y XVII,
producto de ataques combinados entre nominalistas y los precursores de la Nueva Ciencia
(Francis Bacon, Galileo, Descartes...). Sin embargo podríamos verle, aunque sea
con muchas reservas como cierto precursor del empirismo en cuanto que sostenía que el conocimiento sensible era
la primera instancia del conocimiento humano y negaba frontalmente las ides
innatas en los hombres a través de la teoría de la reminiscencia. Por otro
lado, el planteamiento aristotélico va a pervivir en muchas cuestiones a través
del pensamiento de la iglesia, de raíz tomista, incluso llegando hasta nuestros
días.
No todo lo escrito por él ha llegado
hasta nosotros, incluso hay obras como los diálogos de las que quedan apenas
unos fragmentos; pero el problema es aún mayor que todo este, porque no todos
sus escritos conservados han sido efectivamente escritos por él. Estas varias
manos presentes en la redacción del conjunto de su obra dan lugar a una gran
cantidad de incoherencias que dificultan aún más, si cabe, la interpretación
correcta de su pensamiento.