Con este título homenajeo mis escasos conocimientos de lengua ducha (holandés en el código privado de los bulberos de Warmond, dutch = ducho) y dedico unos minutos de atención a lo que se conoce como la tolerancia holandesa, para algunos sinónimo de libertinaje y decadencia moral y para otros el modelo a seguir en la lucha por las libertades de occidente. Y es que en Holanda es llamativa la gran cantidad de dilemas morales que se saldan con una autonomía completa del individuo para seguir el plan de vida que más le guste, sin interferencia estatal alguna. Pensemos en la liberación del aborto, el movimiento gay, la legalización de la eutanasia activa, de las drogas blandas (cannabis) o del ejercicio de la prostitución.
Límites de la tolerancia y luces que se apagan: el Red Light District. |
Aparentemente, la interpretación que podemos hacer de la sociedad holandesa es la de una sociedad abierta a esta diversidad, que se combina además con un multiculturalismo obligado producido por la alta tasa de inmigración en el país. Y sin embargo, eso nos conduce al mayor de los engaños. Detrás del turístico barrio rojo (en horas bajas) y el humo mareante de los coffeshops, se esconde una sociedad que "tolera" pero no abraza esa pluralidad. Cuando empiezas a conversar con gente holandesa pensando encontrarte con adalides de la libertad te sorprende vértelas con mentalidades cerradas, con estrictos códigos morales, y en ocasiones con abierta repugnancia hacia muchos de los usos que permite la relajada legislación del país. Y sin embargo, muchos de ellos no plantean en ningún momento cambiar esas leyes: actúan con tolerancia frente al contrario y permitiendo la autonomía del individuo en último término.
La filósofa Susan Sandes afirmaba precisamente que la tolerancia no refleja gusto por la pluralidad, sino más bien animadversión y rechazo. El verdadero uso de la palabra "tolerancia" se hace respecto a cosas y decisiones que no compartimos y que pensamos equivocadas. Sin embargo, y a pesar de ese rechazo individual, consideramos que esa tolerancia sigue siendo estrictamente necesaria para mantener una convivencia en el ámbito de una sociedad plural. Esa es la gran enseñanza que nos puede facilitar la sabiduría holandesa de cara a nuestros conflictos internos.
Tolerancia en la sangre.
Pero la tolerancia no es una idea abstracta fácilmente exportable de una sociedad a otra. De hecho, es de los términos políticos más vinculados con una tradición histórica. Naturalmente, la historia de este pequeño país ayuda a explicar este fenómeno. Holanda nació como país después de "la guerra de los ochenta años" contra los españoles (tachtig orloog) y nació con vocación tolerante: a pesar de su mayoria protestante, no se pudo evitar una paulatina "pilarización" de la sociedad, en el que un tercio de la población sería protestante, otro tercio calvinista y otro católico, aparte de otras minorías religiosas importantes como la judía (no olvidemos que desde Spinoza hasta Ana Frank hay personalidades judías relevantes en el país). Esta "pilarización" se mantuvo hasta los años sesenta del siglo XX, y hacía de Holanda un mosaico de ciudades y pueblos en los que una de las religiones imponía su mayoría. Esto todavía es visible en algunas ciudades: Leiden tiene una tradición protestante, Gouda mantiene una fuerte tradición católica, mientas que Katwijk es de mayoría calvinista ortodoxa, y todo eso en un radio de treinta kilómetros.
Con la década de los setenta vino el gran cataclismo: una cultura más o menos tradicional, basada en esa pilarización, se hace añicos como en otros países occidentales y la idea de tolerancia se abre hacia muchas de las demandas de la nueva izquierda de la época: liberación sexual y consumo de drogas, entre las más llamativas de ellas, aunque no las únicas. Sin embargo, desde ese momento hasta nuestros días ha habido saltos hacia delante demasiado vertiginosos y marchas atrás forzadas: la tolerancia nunca se puede llevar hasta un extremo que acabe sacudiendo las ideas morales más elementales de una parte de la población. Cierta oposición a las nuevas leyes de la eutanasia activa, el debate sobre la poligamia o el retroceso en la liberalidad del consumo de drogas en estos últimos años pueden hacer que esa tolerancia holandesa pierda el brillo de las últimas décadas.
El reto: el fracaso del multiculturalismo.
En cualquier caso, la contradicción más hiriente de esta sociedad tolerante proviene de una extrema derecha que en la última década no ha hecho sino ganar apoyos entre distintas clases sociales del país. La razón de su ascenso no es sencilla. No es atribuible a un rearme moral tradicionalista, como puede ser el caso de otros países: Pim Fortuym, el primer líder de la extrema derecha, era homosexual, y su segundo, negro. Ni tampoco tiene explicación económica en un país acostumbrado a bajas tasas de desempleo (el 6% en lo más álgido de la actual crisis). La razón proviene de un fracaso de las políticas de asimilación de las nuevas minorías que han ido apareciendo en el país con motivo de una inmigración que empezó en épocas tempranas (hace ya cincuenta años). No es nuevo decir aquí que de esas minorías de inmigración, la que suscita más recelo, al igual que en el resto de Europa, es la musulmana. El blanco de todos los chistes de la ciudad de La Haya lo constituyen los turcos. Tampoco es raro encontrarse con muchos holandeses que se muestran renuentes a entrar en barrios que no consideran "suyos", en ciudades como Rotterdam (esta percepción es mucho mayor entre la población femenina, que se siente directamente atacada y cuestionada en esos barrios). Crecen los recelos hacia las políticas de apoyo a la maternidad hacia la minoría musulmana que no tiene interés alguno en que sus hijos se integren en la sociedad holandesa. Y así sucesivamente. El asesinato de Theo Van Gogh o de Pim Fortuyn vinieron a dar alas a una extrema derecha que se sentía con el firme derecho de plantar cara hacia estos integrismos.
Hill Street Blues: uno de los coffeshops míticos de la ciudad. El autor pasó tardes mágicas en ese pub. |
Con la década de los setenta vino el gran cataclismo: una cultura más o menos tradicional, basada en esa pilarización, se hace añicos como en otros países occidentales y la idea de tolerancia se abre hacia muchas de las demandas de la nueva izquierda de la época: liberación sexual y consumo de drogas, entre las más llamativas de ellas, aunque no las únicas. Sin embargo, desde ese momento hasta nuestros días ha habido saltos hacia delante demasiado vertiginosos y marchas atrás forzadas: la tolerancia nunca se puede llevar hasta un extremo que acabe sacudiendo las ideas morales más elementales de una parte de la población. Cierta oposición a las nuevas leyes de la eutanasia activa, el debate sobre la poligamia o el retroceso en la liberalidad del consumo de drogas en estos últimos años pueden hacer que esa tolerancia holandesa pierda el brillo de las últimas décadas.
En cualquier caso, la contradicción más hiriente de esta sociedad tolerante proviene de una extrema derecha que en la última década no ha hecho sino ganar apoyos entre distintas clases sociales del país. La razón de su ascenso no es sencilla. No es atribuible a un rearme moral tradicionalista, como puede ser el caso de otros países: Pim Fortuym, el primer líder de la extrema derecha, era homosexual, y su segundo, negro. Ni tampoco tiene explicación económica en un país acostumbrado a bajas tasas de desempleo (el 6% en lo más álgido de la actual crisis). La razón proviene de un fracaso de las políticas de asimilación de las nuevas minorías que han ido apareciendo en el país con motivo de una inmigración que empezó en épocas tempranas (hace ya cincuenta años). No es nuevo decir aquí que de esas minorías de inmigración, la que suscita más recelo, al igual que en el resto de Europa, es la musulmana. El blanco de todos los chistes de la ciudad de La Haya lo constituyen los turcos. Tampoco es raro encontrarse con muchos holandeses que se muestran renuentes a entrar en barrios que no consideran "suyos", en ciudades como Rotterdam (esta percepción es mucho mayor entre la población femenina, que se siente directamente atacada y cuestionada en esos barrios). Crecen los recelos hacia las políticas de apoyo a la maternidad hacia la minoría musulmana que no tiene interés alguno en que sus hijos se integren en la sociedad holandesa. Y así sucesivamente. El asesinato de Theo Van Gogh o de Pim Fortuyn vinieron a dar alas a una extrema derecha que se sentía con el firme derecho de plantar cara hacia estos integrismos.
La tolerancia tiene un límite: la no aceptación de los intolerantes. Es el límite quizás algo estrecho marcado desde la época de John Locke, y que revive con fuerza en los últimos años. El atentado de las Torres gemelas fue conocido en la radio mientras trabajábamos: mi amigo y compañero de trabajo -egipcio y musulmán- lo recibió con auténtico jolgorio. Otros dejaron su mesa de trabajo y empezaron a gritar en árabe para escándalo de los europeos. Después tuvo que pedir disculpas públicas ante la dirección por haber apoyado y cantado a favor del atentado terrorista.
La muerte de Theo Van Gogh marcó un antes y un después en la política holandesa. |
Sin embargo fue el año 2004 con el asesinato de Theo Van Gogh el que marcó la erosión definitiva de este multiculturalismo. Este director de cine, firme crítico de las religiones, estaba realizando un documental sobre la muerte de Pim Fortuyn, y llevaba tiempo recibiendo amenazas de gupos islámicos. El conocimiento de que fuera obra de un marroquí musulmán levantó una oleada de odio sobre este grupo que no se ha aplacado desde entonces. Naturalmente, son casos extremos, radicalizados y puntuales, pero que no pasaron desapercibidos para una sociedad excesivamente liberal.
Desde entonces, la extrema derecha no hace sino reforzarse. Esta tiene en Holanda un perfecto caldo de cultivo con la proliferación de partidos pequeños y de coaliciones de poder que entran fácilmente en crisis. Afortunadamente, son una fuerza crítica y populista que dependen excesivamente de sus líderes: la Pim Fortuyn lijst no pasó de sus segundas elecciones con la muerte de su líder. Sin embargo en las últimas elecciones de este año, el Partij voor de Vrijheid (el partido por la libertad) de Geert Wilders se ha convertido en la segunda fuerza política en poblaciones tan importantes como Den Haag (la tercera del país) y ha obtenido casi el 20% de los votos en todo el estado en las europeas.
Bien podríamos decir que este racismo emergente en Holanda se pudiera entender como la búsqueda de un chivo expiatorio en tiempos de crisis como ha ocurrido en otros países y propiciado por los propios gobiernos. Pero nos deja un serio interrogante: por qué tiene que ocurrir en una sociedad donde no se ha sentido la crisis económica o sus consecuencias sociales. Plantearlo de esta manera nos conduce a efectivamente, sostener que los limites de la tolerancia holandesa radican en el fracaso de su extendida política multiculturalista y la incapacidad de absorver todos los grupos de inmigración que habitan en el país sin renunciar a sus principios liberales básicos.
Muy interesante Ángel. ME gusta el concepto de tolerancia de Sandes que enuncias: la verdad es que "tolerar" a quien es de tu misma cuerda no es tolerar (una perogrullada que, por lo demás, conviene recordar de vez en cuando). Se tolera lo que no es de tu agrado, si no qué mérito tendría.
ResponderEliminarUn saludo
Eso me recuerda a lo que se solía decir de los españoles antes del fenómeno de la inmigración. Solíamos llamarnos a nosotros mismos "tolerantes" ante los extranjeros, y luego vino la decepción. Qué fácil es ser tolerante con una cosa que ni hueles ni sufres...
ResponderEliminarSaludos...
"muchos de ellos no plantean en ningún momento cambiar esas leyes: actúan con tolerancia frente al contrario y permitiendo la autonomía del individuo en último término."
ResponderEliminaralgo muy similar es mi tendencia últimamente ante ciertos temas de interés político, social y demás. y aunque puede pasar en primer término como indeferencia, no te cansas de repetir una y otra vez tus convicciones.
la parte final de la entrada me ha hecho recordar un documental que me pasaron hace tiempo, bastante crítico, pero si se ve desde un punto de vista objetivo, hay que tenerlo en cuenta.
http://www.youtube.com/watch?v=vJL0vEJJbG4
hmmm... es fácilmente confundible las dos posturas en determinadas ocasiones, como tú bien dices...
ResponderEliminarÁngel por favor déjame un correo que no me deja mandarte al antiguo!!
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