Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

sábado, 24 de marzo de 2012

AUGE (¿Y CAÍDA?) DE KONY 2012

       Por muchas razones, Kony 2012 marca un hito en la historia de la red. Por primera vez, un vídeo "viral" con un contenido fuertemente reivindicativo se convierte en el que mayor número de visitas concentra de la historia de Youtube. Bastaron cuatro días para que alcanzasen los setenta millones de visitas, sobrepasando a fenómenos de masas como Lady Gaga. Quien afirme que la red no puede ser absorbida -al menos temporalmente- por este tipo de reclamaciones, debe cerrar la boca para siempre. La red puede concienciarnos y movernos. De repente, millones de personas han ubicado África y Uganda en el mapa, y se han topado con la tragedia de una realidad desconocida y olvidada. Efectivamente, Kony ha sido uno de los señores de la guerra más despiadados en la historia reciente y sus crímenes merecen un castigo por parte de la justicia internacional. Tan solo por esta llamada de atención a la comunidad global, el vídeo merece la pena. ¿Qué es entonces lo que falla en esta causa y por qué ha causado tanta polémica?
     Para conseguir un vídeo de proporciones virales (por seguir la jerga) el mensaje se simplificado al máximo y por el contrario, los recursos visuales y los guiños emotivos, psicológicos y culturales se han cuidado al máximo. Nos encontramos con un producto que, tras la apariencia de cierto amateurismo, ha sido hecho por alguien que conoce muy bien la fibra sensible de internet y sobre todo la de sus consumidores más frecuentes, los adolescentes. Cada referencia del vídeo está ubicada perfectamente para mover ese espíritu adolescente: maniqueísmo extremo -buenos y malos-, sentimentalismo, dulzura, crueldad, autorreferencias a la red, secuencias cortas y adictivas... Todo ello acaba con una meta bien definida: la posibilidad de acabar con toda la maldad del mundo si logramos la captura de un único hombre. Ofrecer proyectos con un objetivo bien definido y nada borroso nos mueve mucho más que las complejas realidades éticas donde el bien y el mal acaban difuminados por los intereses de unas partes y de otras.
      El vídeo llegó a mí de la mano de una de mis mejores alumnas de Ética, que confesaba haber quedado impactada por su contenido. Pasó poco tiempo hasta que proyectamos el vídeo en clase e iniciamos su debate. Cada escena marcaba distintas sensaciones en los alumnos: la dulzura del niño del protagonista, el hijo adoptado, el voluntarismo y la movilización de las masas juveniles, el perfil de Kony, la firmeza y resolución del narrador para acabar con el asunto. Todo se convertía en una mezcla perfecta que penetraba en el auditorio mucho más que otros documentales serios que habíamos visto en clase hasta el momento, como Blood in the mobile. Kony 2012 logra convertir un mensaje ético en una moda adolescente, con sus señas de identidad y sus símbolos propios. Evidentemente, esta movilización se hace a un precio enorme: la simplificación y desvirtualización del propio mensaje ético. Si seguimos Kony 2012, parece que la justicia se acaba convirtiendo en lo que un inocente niño de escasa edad puede dictaminar al considerar como "bad guys". Al reducir la ética al puro sentimentalismo, esta se puede convertir en dinamita por explotar en las manos equivocadas, en manipulación pura y dura.
       Lo siguiente llamativo del vídeo han sido las descalificaciones que han seguido inmediatamente a su clamoroso éxito. Kony 2012 se convierte en un ejemplo perfecto de lo que los sociólogos llaman "modernidad reflexiva". Cualquier discurso emancipador se pone en entredicho en el mismo instante que se convierte en fenómeno de masas: se desenmascara y se buscan posibles intenciones ocultas a cualquier pretensión de altruísmo o liberación.  La exigencia de transparencia ética llega a proporciones irracionales, es pasada por filtros a su vez dudosos -amarillismo informativo, internet-, de tal forma que prácticamente ninguna institución logra salir airosa. Invisible Children, la ONG que está detrás del proyecto, difícilmente puede salir indenme cuando asistimos a lo largo de la visualización a un auténtico merchandising de distintos productos que se ofrecen para obtener ayuda en la captura de Kony, y cuando nos prometen la solución a un problema que en los últimos años ha cambiado de cara: la captura de un señor de la guerra, aunque necesaria, no acabará con el terror de la guerra civil o los niños soldado, porque sus raíces son mucho más profundas. Tales críticas han conducido a Jason Russell, la voz y el alma del vídeo, a trastornos emocionales y su detención por escándalo público, aumentando -de forma consciente o inconsciente- el alcance de su efecto mediático.
     Independientemente de lo que podamos pensar de Kony 2012, este fenómeno pone de manifiesto el alcance y los límites de las movilizaciones éticas del futuro en la red: visualmente efectivas, efímeras, reducidas a unas pocas consignas y a una realidad extremadamente simplificada -que solo es cierta en el mundo virtual-. Con un grado de implicación personal relativamente bajo pero que basa su fuerza en el número, su peligrosidad radicará en las intenciones de quienes estén detrás de la producción de estos vídeos.    

miércoles, 14 de marzo de 2012

¿EXISTE ALGUNA RACIONALIDAD EN LA REFORMA LABORAL?


Grajos en lo más alto de las almenas de Cáceres:
Ver desde las alturas un problema no da más objetividad a
un asunto y sí le puede añadir frivolidad.
       Como el amigo Helí, auténtica conciencia social en la sombra de este blog, no ha dejado de lanzar mensajes combativos en torno a la reforma laboral, vamos a lanzar una última reflexión al respecto. Lejana, distante, sin meternos en vericuetos legales, y desde la comodidad -algo frívola- de la abstracción. ¿por qué decimos que los efectos de la reforma laboral pueden ser cuestionados? Apliquemos variables típicas de la racionalidad instrumental o económica, es decir, la eficacia para alcanzar un fin determinado con los medios más adecuados para hacerlo:
     a) Cuanto más se prolongue en el tiempo, menor eficacia tiene nuestra predicción. La reforma laboral no traerá la reactivación económica que necesita nuestra economía en crisis. Esto es una cuestión que desgraciadamente el gobierno poco puede hacer. Puede intentar poner el tablero en orden, para que los jugadores futuros se sientan más cómodos, pero poco más. ¿Cuándo vendrá esa reactivación? Nadie lo sabe. A corto plazo las reformas actuales profundizarán la crisis. A medio plazo, podemos sufrir estancamiento para años, quizás décadas. Depende de la estabilidad financiera internacional, de la demanda mundial e interna, de nuevas formas de productividad, de explotar nuevos sectores de creación de empleo… El “depende” se puede hacer tan largo, que puede llegar a ser engorroso y humillante para nuestros ingenieros sociales. Mientras tanto, la reforma solo habrá traído ventajas para el sector empresarial, pero es dudoso que este sector sea recíproco en la creación de empleo por la falta de expectativas.
      b) Cuantos más jugadores haya en el tablero económico, menos capacidades tendremos para mostrar nuestras ventajas y nuestro buen juego. Es sumamente ingenuo pensar que mientras nosotros hacemos nuestros deberes, como se nos dice eufemísticamente en las citas internacionales, los demás se chupan el dedo. Otros países superan nuestros problemas con mayor productividad o con leyes más flexibles que nosotros. Pensar que nosotros vamos a ser más productivos que China, Brasil o la India –por poner algún ejemplo- reduciendo el coste de la mano de obra es sumamente ingenuo. Por acercarnos a nuestra geografía más próxima, Portugal e Italia están haciendo los deberes igual que nosotros. La sombra de una “ley de hierro de los salarios”, como preconizaba Ricardo hace dos siglos, vuelve a hacerse presente: no podemos hacer otra cosa, pero eso no nos va a traer ventajas frente a nuestros competidores, ni va a dar más competitividad a nuestra economía. Sencillamente nunca podremos ser competitivos en el mercado laboral si no somos al mismo tiempo productivos en otros aspectos que van más allá del mero coste salarial.
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      c) Cuanto menos transparencia exista en el juego, menos posibilidades de cooperación existirá. Una solución a la crisis habría partido de una mayor coordinación entre los jugadores. Y sin embargo, la propia crisis hace que la cooperación estalle en mil pedazos. Pensemos que esa coordinación parte desde los agentes sociales que firman un convenio laboral hasta los distintos estados que hacen sus maniobras políticas para crear estabilidad internacional. En esta situación de crisis, pone las reglas el que tiene más fuerzas sobre el tablero, llámese el empresariado, Alemania o China, y no tiene por qué atender a las iniciativas a favor de un bien común, sino a las suyas propias. Si a esta situación le añadimos incertidumbre –el no tener reglas comunes compartidas por todos-, tenemos un dilema del prisionero perfecto a escala global. Una escalada de reformas laborales a ese nivel, de asumir el juego de la competitividad tomando a todos por enemigos, creará inequívocamente una sociedad con un mayor número de excluidos sociales.


      En definitiva, queda muy claro que una reforma laboral no va a ser la panacea de nuestra crisis, ni nada por el estilo, si no se acompañan de otras reformas estructurales -y que no pasan por la reducción del gasto-. Quizás incluso ni siquiera sea demasiado relevante, excepto para aquellas partes que tienen mucho que ganar con ella y que lógicamente, tienen interés en hacerla atractiva como una política ejemplar de creación de empleo. Pero dejo a los entendidos que hablen de estas cosas más en detalle. A mí me superan, y cada día me deprimen más.

domingo, 11 de marzo de 2012

UNA CITA DE KEYNES

Keynes, ensalzado por unos y denostado
por otros. Polémico y sensato a la vez. Ensayista,
consejero de estado y mecenas de filósofos:
el último gran humanista de la economía.
      Decía Keynes (economista al que ahora muchos le echan la culpa de nuestra dramática situación) que a largo plazo todos estamos muertos. En una conversación privada, esto puede parecer una perogrullada. En el contexto económico de recesión, constituye una sabia cita para enfriar el entusiasmo de las reformas estructurales destinadas al éxito a largo plazo. Que el mercado se acaba autorregulando, que los precios vuelven a encontrar estabilidad tras un periodo de crisis, es algo bien sabido. Otra cosa es que la sociedad tal y como la conocemos sobreviva para contarlo.
     Para un gobernante, esto se convierte en un reto en toda regla. Gobernar solo con los ojos puestos en el futuro puede hacer que al no atender el presente, el futuro que estemos proyectando en nuestra imaginación sea bastante distinto del que se acaba desarrollando en la realidad. Cuando además, otros muchos jugadores piensan en la misma forma que nosotros y actúan en consecuencia, el riesgo se hace más evidente todavía. Y es que en este país no tenemos sentido de la medida: hemos pasado de gobernar atados al día a día, a una encuesta de voto o unas elecciones en dos meses, a construir auténticas quimeras en el futuro sin querer asumir sus costes en el presente.
      Pongamos el caso de la actual reforma laboral. Que la reforma traerá mayor empleo está por ver en el futuro. Que destruirá empleos en el presente, se puede convertir en un hecho constatable en los próximos meses. Siendo bien pensados y asépticos, tiendo a pensar la reforma laboral ni como buena ni como mala: tan solo una herramienta más aplicada en un contexto inadecuado, como si quisiésemos poner un tornillo de rosca sobre hormigón armado a base de martillazos. Es evidente que el tornillo acabará destrozado y no habremos conseguido penetrar el hormigón ni un ápice. Una reforma laboral de este tipo en un contexto de mayor crecimiento económico es una reforma ideológicamente cuestionable pero perfectamente asumible y con posibilidades de éxito. En el nuestro es una condena para sectores sociales en riesgo de exclusión, una reforma que puede dar la puntilla a la paz social. Si los ingenieros sociales de los próximos años se encuentran con una sociedad desestabilizada y en rebelión no se pregunten en qué han fallado: Es una cuestión de estómago, no de cerebro. Con el estómago vacío, la cabeza se llena de nubarrones y no atiende a razones, por acertadas que estas sean.

jueves, 8 de marzo de 2012

DEMOCRACIA CENTRIFUGADA


(nota encontrada en los pantalones del tío Tiburcio el día que llevó su ropa a la lavandería) ...

Democracia liberal: nombre dado a las sociedades opulentas donde sus integrantes deciden libremente cada cuatro años prescindir de su libertad para dedicarse a sus asuntos puramente privados. Cualquier atisbo de libre expresión de descontento en ese período se puede considerar un ataque al sentido común y una amenaza para la estabilidad de la sociedad en su conjunto.  


(la nota acabó dentro del tambor de la lavadora. Con el progresivo centrifugado, el papel se hizo añicos, la tinta pasó a la ropa y el señor Tiburcio tuvo que pone la lavadora nuevamente)

martes, 6 de marzo de 2012

SOBRE LÍQUENES Y LUCHA DE CLASES

         Alguien podría preguntarse dónde ha quedado el señor Tiburcio. Después de varios meses sin dar señales de vida por ambas partes, disfrutamos de un encuentro casual -si es que existe la casualidad en este mundo- en nuestros lugares comunes de paseo. Era evidente que tarde o temprano, acabaríamos encontrándonos.
         Estaba yo inmerso en mi pequeño mundo de hobbies naturalistas, buscando líquenes en los árboles de Cánovas e investigando el impacto de la contaminación sobre las especies presentes en las cortezas de las acacias, cuando de pronto, me encontré con el señor Tiburcio como quien encuentra precisamente un musgo o un líquen. Inmóvil, sentado apaciblemente en un banco, con su mirada ataráxica perdida en el infinito. Sintiendo el paso del tiempo como quien contempla la caída de las hojas de los árboles. Ignoro cuánto tiempo me estaría contemplando en mis observaciones botánicas, pero adivino que estuvo un buen rato entretenido viendome ir de un árbol a otro, con cámara en mano.
         - Qué verguenza, prestas más atención a la corteza de un árbol que a un viejo amigo...
         - ¡Señor Tiburcio! Hace tiempo que no le veía, qué coincidencia...
         - Ya sabes, solo salgo cuando llueve. Y este año viene tan seco, que no me prodigo mucho por aquí. 
         - No es bueno estar tanto tiempo metido en casa, le contesté.
         - ¿Puedo saber qué estás haciendo?
         - Oh, esto no es más que una pequeña indagación en la diversidad de líquenes existente en distintos puntos de la ciudad. Mientras que en las afueras me encuentro con cuatro o cinco especies de líquenes en un solo árbol, aquí apenas encontramos una o dos, lo que nos muestra el grado de contaminación atmosférica que tenemos en el centro de la ciudad...
         - Interesante, interesante... - dijo distraidamente, mientras miraba una de las cortezas- Oiga, mi querido Granito Parlanchín, ¿usted cree en la lucha de clases?
         Él solía hablarme en tercera persona cuando iniciábamos conversaciones filosóficas.
         - Vaya, no le veo en meses y lo primero que hace es preguntarme academicismos, le contesté con incomodidad.
         - No, no, será académico para usted, para mí es una cuestión de vital importancia.
         - No existen verdades en el mundo académico, vengan de donde vengan. Esa fue la enseñanza que usted me enseñó, ¿o no se acuerda?
        - Claro, pero es que no le pregunto por la verdad de la lucha de clases, le pregunto por la creencia. Conceder verdad a una creencia es meramente arropar un cuerpo desnudo para no pasar frío en las noches de invierno.
         - ¿Qué quiere decir? La creencia viene primero y la verdad después. Y no, no creo en la lucha de clases, dije convencido. Puedo creer en el conflicto social, pero no en la lucha de clases. Esas palabras tienen demasiado contenido como para que podamos aplicarlas a lo que sucede en el mundo. Por seguir su metáfora, con esas palabras concedemos demasiada importancia al ropaje y poca al cuerpo.     
        - Claro, claro. Eso es, decía observando la corteza de un negrillo. Tiendo a pensar que durante mucho tiempo el mundo académico ha considerado la lucha de clases como el término más ingenuo creado en la sociología, y usted, le guste o no, es hijo de su tiempo. Por cierto, ¿cómo se llama este líquen?
        - Parmeliopsis Ambigua, si no me equivoco.
        - Pero ha bastado una buena dosis de desesperación para que se convierta de nuevo en una realidad social tangible. Ahí radica su problema para la ciencia: es una idea religiosa. Al igual que pasa con la idea de Dios, existe en la medida en que la gente cree y se mueve por ella. Y como siempre pasa, nunca la muerte de estas ideas es definitiva. Siempre puede haber mártires dispuestos a resucitarlas.
        - ¿Pero para qué? Sin objetivo que cumplir, sin proyecto político tangible, la lucha de clases está hueca. Se mueve ciega, dando bandazos de un lugar a otro.
        - Yo no he dicho que la lucha de clases traiga esperanzas ni que sirva de proyecto político. El otro día me perdí en mitad de las manifestaciones sindicales, sabe usted. No lo hice por compromiso por la causa. Yo no tengo coraje para luchar por ninguna idea política y me parecen todas igual de falsas y corruptas. Lo hice más bien por curiosidad antropológica, y lo cierto es que veía un sentimiento distinto, previo a esa verdad de la que hablábamos. Algo vitalmente valioso, irracional tal vez y peligroso también. Una especie de simiente que he visto germinar en otras ocasiones y que provoca cosas horribles. Me temo que el pequeño mundo que hemos conocido hasta ahora se desmorona poco a poco a nuestros pies.
       No pude evitar reírme.
       - Le están pesando mucho los años, señor Tiburcio.
       - Ojalá fuera solo eso. Los años. A ver, dime, ¿temes perder su puesto de trabajo?
       - ¡Vaya preguntas que hace!
       - Antes se quejaba de las preguntas académicas, ahora le hago una pregunta vital.
       - Pues sí, respondí secamente. Puedo perderlo.
       - ¿Qué hará si eso ocurre? ¿Será capaz de un pensamiento ataráxico entonces? Mucho me temo que no. ¿Creerá entonces en el conflicto social?
       - Me temo que sí.  Pero no abrazaré una causa revolucionaria, ni me creeré parte de una clase social ni nada semejante. Esas proyecciones mentales sobre la realidad nunca me han convencido.
      - Quédese entonces en su solipsismo: uno solo contra el mundo. ¿Cuánto podrá permanecer así? Estará durante un tiempo deseando retornar a su viejo puesto en la sociedad. Se creerá con los ojos cerrados todo lo que le digan para intentar ese ansiado regreso. Cuando se vea incapaz de volver al anterior estado de cosas, entonces llegará la desesperación, la inactividad ataráxica y depresiva, la explosión violenta, el cambio creativo, la sumisión a cualquier falso profeta. Vaya usted a saber, el hombre es impredecible en ese estado límite.
      - Dando ánimos, usted es como nadie. ¿Y usted se siente fuera de esto?
      - ¡Claro! Son los años, que pesan mucho. Yo puedo ser expectador y mirar desde la barrera al toro, usted no, dijo con una sonrisa maliciosa. Mi querido G.P., usted está en el ruedo, y tiene el aliento del animal detrás de su espalda.
      - Bueno, por hoy, prefiero mirar hacia otra parte y terminar de investigar mis líquenes.
      - Hazlo, por favor... Y no me hagas demasiado caso. Al fin y al cabo, soy demasiado viejo para pensar con claridad.
      Y dicho esto, se despidió hasta el próximo día de lluvia.