Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

viernes, 26 de junio de 2009

THE REVOLUTION WILL NOT BE TELEVISED??

Parece que el poema de Gill Scott Heron, de los años setenta, y que dio lugar a tan famosa canción, parece equivocarse en nuestros días, al menos en cierto grado. Existen eventos donde nuestra información ha sido increíblemente reducida, y otros en los que el estado ha sido incapaz de controlar la imagen que la sociedad civil estaba construyendo a sus espaldas. Desde Vietnam el control sobre la imagen se hizo feroz: el gobierno americano se dio cuenta de lo que suponía una transparencia informativa que podía poner en su contra una opinión pública sensibilizada con las bombas de napalm y las atrocidades con ambos bandos. Las siguientes guerras fueron guerras vedadas: el Golfo, Kosovo e Irak han sido acontecimientos con un desconocimiento total de lo ocurrido por parte de la población occidental, y quizás, ojalá, sean las últimas. Otros acontecimientos, desde Chiapas hasta Guantánamo, hasta llegar a Irán, han sido la contrapartida.
Ahora está por ver si la información basada en la imagen basta para cambiar las cosas, o si los guardianes de la revolución juegan al desgaste y al agotamiento, como hicieron en su día Deng Xiao Pim, con Tiannanmeng o De Gaulle con las barricadas del 68.

Teheran: la gente levanta las manos para hacer una foto con móviles o cámaras. Inmortalizar un momento censurado por el gobierno: el mismo hecho es una protesta en sí misma.

There will be no pictures of pigs
shooting down brothers in the instant replay...
You will not be able to stay home brother...

Cos the revolution will not be televised.

martes, 23 de junio de 2009

EL ROMPECABEZAS ECONÓMICO.


Vamos a ver si me queda más o menos claro el rompecabezas económico. Si hay crisis, habrá más gasto (en un estado social) y menos ingresos, ocasionando un déficit. Si hay déficit, tendrá que haber formas adicionales de obtener dinero o de gastar menos: aumentar los impuestos (visión progresista sui generis) o reducir costes innecesarios (visión conservadora). Posiblemente las dos tengan razón. Y aquí viene ahora el rompecabezas: ¿qué consecuencias tienen estas medidas? Si suben los impuestos, se resentirá el consumo y el ahorro. Y sobre el déficit público, todos sabemos que es más fácil abrir el grifo que cerrarlo y que no todos los gastos son innecesarios. Hasta aquí, la explicación se resuelve en la mesa del economista, en sus complicadas mediciones algebraicas y sus frías estadísticas.

El problema es el de siempre: Detrás de los números, hay personas. Detrás de las personas, existen auténticas catástrofes vitales causadas por la crisis. La cuestión económica se convierte de repente en una cuestión ética: algo que de cuando en cuando algunos de los autores más importantes tienen que recordar, como Marx o Keynes. Y ahora, se levanta otra vez la cuestión ética: ¿Se pueden fomentar un aumento de impuestos de carácter progresivo, en el que los ricos paguen más? Desde un punto de vista ético se puede aludir a un criterio de solidaridad: creo que es evidente que en una comunidad de ciudadanos unidos por un estado nación común, los más ricos ayuden en cierta medida a los más pobres, sobre todo cuando la crisis ha dejado claro que ni uno ni otro se merecen del todo la situación en la que se encuentran. Pero una vez que hacemos ese lema moral claro, tenemos que hacer frente a las preguntas que nos puede hacer el acomodado en nuestro país:

a)¿Por qué tengo que pagar yo más impuestos o recibir menos ayudas?
b) ¿Dónde se va a ir mi dinero (típica pregunta republicana)?
c) Realmente, ¿va a ser algo positivo económicamente en un medio o largo plazo?
A la primera pregunta, no se nos ocurre responder con demagogia diciendo: porque tú eres el culpable de la crisis. Pero sí podría decir:porque tú eres el que está mejor posicionado para superar la crisis frente a un desempleado. Si nuestro amigo siguiera diciendo: "pero ese no es mi problema", el diálogo queda varado y estaremos golpeando nuestros argumento contra una roca.
La segunda pregunta es completamente lícita, pero siempre dependiendo de lo que entendamos por "gastar bien el dinero". No se puede entender que lo que pagues vaya a ser devuelto en forma de un bien público. Lo que sí que está claro es que el contribuyente tiene todo el derecho a exigir que el estado sea un buen gestor, deba ser transparente y dé razones poderosas de dónde destina ese dinero que en el fondo no es suyo.
Y por último, la tercera pregunta es importante pero algo engañosa, y dependiendo del factor del tiempo. Naturalmente, el problema del tiempo es una cuestión subjetiva: un parado se pregunta cómo va a afrontar económicamente el próximo mes. Un economista (posiblemente con su empleo más o menos asegurado) hará sus cálculos y expectativas en plazos de años. Está claro que la palabra "situación económica", tiene una interpretación bastante distinta entre unos y otros.

lunes, 22 de junio de 2009

LA REVOLUCIÓN TOMADA DESDE EL MÓVIL


Que un país quiera aislarse del mundo no es nada nuevo: en 1790 el marqués de Floridablanca quiso construir el "cordón sanitario" en los Pirineos para evitar cualquier contagio de los revolucionarios franceses hacia las tierras de la monarquía borbónica: todo aquel venido del país vecino era registrado y detenido, caso de ser revolucionario. Y sin embargo los libros del Contrato Social y los panfletos de los exhaltados siguieron llegando a través del contrabando a nuestro país. Desde esa época, tanto el poder represivo del estado como el de sus víctimas ha cambiado enormemente.


Y saltamos así de la Revolución Francesa al régimen fundamentalista de Irán: Internet y los móviles como últimos garantes de la libertad de expresión de los individuos. Vemos vídeos colgados en youtube grabados desde móviles, y enseñando también otros tantos móviles grabando. Esas imágenes no nos permiten conocer las ideas de esa gente, su programa político, ni siquiera saber si son distintos de los fundamentalistas, y sin embargo cualquiera puede intuir que están luchando por una mayor libertad, en un parámetro reconocible por todos, más allá de cualquier ideología.


Hace poco en clase hacíamos una actividad de fotografías que mostrasen valores. Cuando tocó el turno de la comunicación, todos fotografiaron, claro está, sus móviles. Yo les pregunté si no se sentían demasiado dependientes de ellos, hasta alcanzar formas casi de drogodependencia. Ahora veo la otra cara de la moneda, y me doy cuenta del viejo dicho: la tecnología no es buena ni mala, depende siempre del uso que le queramos dar.



viernes, 19 de junio de 2009

ARISTÓTELES (DICCIONARIO FILOSÓFICO IRREVERENTE)

ARISTÓTELES: (I) Filósofo de pantufla y sillón confortable, recomendable para gente de mediana edad, marcada por el sentido común, o de aquellos que han perdido los ardores de la juventud y sueñan con un retiro decente. Todos sus seguidores tienden a ser equilibrados, saludables y longevos, aunque también suelen tener un sobrepeso considerable, como consecuencia de su ética comedida y su costumbre a filosofar después de comer abundantemente. (II) Como buen ciudadano acomodado y con esclavos, pero enormemente más inteligente que sus conciudadanos, el aburrimiento le condujo a la observación de la naturaleza, hasta hacerle caer en el éxtasis y los excesos de la metafísica. (III) Posiblemente, Virgo: su deseo del detalle le conduciría a las clasificaciones infinitas de todo lo que veía a su alrededor. La voluntad de poder convertida en clasificación sobre todas las cosas. (IV) Sus consejos fundamentales: Beba con moderación. Coma con moderación. Trabaje con moderación. Haga deporte con moderación. Haga el amor con moderación. Concentre todo exceso posible en conocer las cosas que le rodean. No defraude a hacienda, tenga buenos amigos, un sofá y muchos libros y será un hombre feliz.



Aristóteles, con casco, preparado para montar en bicicleta. Este deporte es adorado por sus seguidores, en cuanto que permite pensar y contemplar la naturaleza al mismo tiempo. También Aristóteles utiliza el casco para salir a la calle, no le vaya a caer una maceta encima.





Aristóteles, visto por un pintor indiscreto mil trescientos años después de su supuesta muerte, en Valladolid. Se cree que participó en la controversia de Sepúlveda y Las Casas para mantener la esclavitud en las Indias. El después comentaría a Sepúlveda: "No te esfuerces, los viejos tiempos nunca volverán".

jueves, 18 de junio de 2009

ESPERANDO A EUROPA.

Han pasado las elecciones europeas y un malestar me embarga. Europa es el único sueño político que tengo y lo que pasa a mi alrededor me hace sentir un iluso y un ingenuo. En las elecciones europeas la única perdedora ha sido la propia Europa. Despreciada en cada país, sometida a discusiones locales y a luchas políticas internas, todos los analistas están de acuerdo en una cosa: los dos partidos fundadores de Europa, la democracia cristiana y la socialdemocracia, han perdido posiciones. Ante esta catástrofe, empiezo a plantearme si la democracia es un sistema político adecuado para levantar Europa y si esto tiene alguna salida posible.

Para hablar de Europa hoy en día, voy a buscar un paralelo en mis queridos griegos y de uno en singular, Demóstenes. Todos sabemos lo que fue Grecia: cuna de civilización para muchos, desarrollo artístico, científico y filosófico sin rival en su época. Y todo eso nació en esa conjunción histórica que se llama la polis griega, prácticamente sin igual en su mundo. Eso le dio su poder, pero aquello que da poder en un momento de la historia, lo quita en otro. La unión que hizo posible sobrevivir a Persia, no volvió a repetirse contra Macedonia o contra Roma. Ya podía Demóstenes desgañitarse en el ágora de Atenas a favor de la unión de los griegos y en contra de Filipo de Macedonia, algo razonable, consecuente y clarividente. Las mezquindades particulares y la larga tradición de traiciones entre las distintas polis hicieron imposible esa unión necesaria. Y Grecia acabó sucumbiendo, o al menos, la polis.
En fin, todo esto ya lo vio Hegel: el espíritu universal, racional, que atraviesa la historia, es inquieto, va saltando de una civilización a otra, y cuando los frutos maduran, tienen que pasar a otro lugar. Spengler le puso a la historia una visión más instintiva y metafórica, y podríamos decir que Hitler después le añadió su rostro más criminal con su "destino manifiesto". Pero la idea, sin necesidad de caer en filosofía empalagosa ni en teorías evolucionistas, parece ser la misma: lo exitoso en un momento histórico determinado se vuelve en nuestra contra en otra circunstancia. Y me pregunto si esto es lo que le puede ocurrir a Europa en los próximos años.

La sensación que da Europa para los propios europeos es que va quedando obsoleta, perdiendo oportunidades una detrás de otra. Uno haciendo uso de su razón es consciente que necesitamos una Europa fuerte y más unida para afrontar el siglo XXI. Pero somos incapaces de identificar el "nosotros" con el de un alemán o un francés. Europa es buena en la medida que buscamos un beneficio común o en la medida que puntualmente nos beneficia en una negociación con otros adversarios europeos, pero no nos damos cuenta que eso implica sacrificios locales (es decir, nacionales, regionales) y no somos capaces de salir de nuestros intereses más localistas. Naturalmente esa comunidad cuesta, y se firma muchas veces con sangre: Recordemos que Estados Unidos construyó el "nosotros", con una guerra de secesión, pero parece ser que a Europa no le ha bastado la experiencia del nazismo para construir esa comunidad general con la fuerza que necesitamos ahora.

En conclusión, los europeos no hemos podido superar nuestra pesada carga histórica, a pesar del enorme esfuerzo que ha supuesto levantar la Unión Europea. Está claro que casi mil años fomentando los estados nacionales pasan factura: no permiten cambiar una fuerte tradición cultural, imposible de borrar de la noche a la mañana y que además ha sido sumamente exitosa hasta hace bien poco. Pero admitámoslo entonces: lo que antes permitió ser la avanzada del mundo, ahora se convierte en una rémora. Y lo irónico del asunto es lo mismo que se planteaba Demóstenes para los griegos rivales: si nos comparamos entre nosotros los europeos, podríamos decir que compartimos un "genoma cultural" del 95%, y sin embargo, ponemos tal énfasis en esas diferencias que acabaremos convirtiéndolas en las semillas de nuestro suicidio colectivo. Tal vez porque en ese genoma cultural esté escrito que la esencia del europeo es ser francés, en el peor sentido de la palabra: chovinista, etnocéntrico y cateto.
Demóstenes (siglo IV): el pobre pudo superar su tartamudez, pero no realizar su sueño de una Grecia unida.

miércoles, 17 de junio de 2009

EN TORNO A LOS LIBROS DE LOS CIENTÍFICOS

Están de moda los libros de biólogos, neurólogos o divulgadores científicos que plegándose a los últimos descubrimientos inspirados en la genética, la neurología pretenden descifrar los últimos interrogantes que le quedan a la ciencia y despejar las últimas nubes “metafísicas” que sobrevuelan el espíritu de los hombres. Reconozco que soy adicto a este tipo de libros y me seduce esa forma tan rápida, segura y firme de despachar al ser humano como un engranaje bien preparado por la evolución biológica. Pero yo personalmente tengo mis dudas sobre la certeza absoluta de sus opiniones.
A los libros de divulgación de Richard Dawkins, Punset, Sapolswki y compañía se podría comentar en cuatro argumentos: la sencillez, el análisis, la práctica y lo cotidiano.

1. Lo sencillo siempre es más atractivo para la verdad, y por supuesto, vende mucho más. Desde los tiempos de Occam se nos viene repitiendo que la verdad siempre busca la forma más sencilla para vestirse. Sin embargo, en la naturaleza del ser humano la complejidad forma parte de su propia esencia, y la sencillez equivale a mantener un reduccionismo.

2. El análisis no es siempre la mejor herramienta para interpretar la realidad. La reducción de la complejidad a sus componentes no siempre alcanza el objetivo de encontrar la mejor explicación. Los científicos de la naturaleza han mirado demasiado la realidad a través de lentes microscópicas y se han olvidado de enfoques como la teoría de sistemas, la cibernética o la ecología, por no decir la totalidad de las ciencias sociales. Si el organicismo decimonónico trajo distorsiones graves de la realidad, el afán analítico ha traído también defectos.

3. Defender una teoría monista (las construcciones mentales reducidas o determinadas por nuestra biología) no es una opción neutral: puede modificar nuestra conducta. Como los mismos seguidores de estas escuelas deben saber, estar persuadidos de tener una verdad absoluta sobre algo condiciona psicológicamente nuestro comportamiento cotidiano. Manejar un lenguaje sobre la verdad, implica después una práctica social consecuente con esa práctica. Negar por ejemplo la libertad del hombre implica poner en entredicho muchas construcciones que se han hecho contando con dicha libertad, como son los derechos humanos o la misma democracia.

4. La verdad muchas veces se pone en entredicho si no lo respalda la vida cotidiana, siempre más compleja. Estamos obligados a vivir una gran mentira, o esa mentira sea tal vez la gran verdad. Aunque la libertad no exista, el hombre tiene que inventarla para subsistir. Con razón Hume o Wittgenstein no daban demasiada importancia a lo que la filosofía (o la ciencia) pudiera sacar en claro. Lo realmente importante siempre quedará fuera de su análisis o no será lo suficientemente convincente a nivel vital.

Esto no es nada nuevo, la verdad: viene repitiéndose con cada oleada de triunfalismo científico, desde la época de Descartes y Pascal. Pero que tenga que repetirse cada cierto tiempo constituye algo realmente engorroso.

miércoles, 10 de junio de 2009

¡GRACIAS, CLASE!


Aunque esté deseando que lleguen las vacaciones, desearía que este curso no acabara nunca. Cuando me despedía de vosotros esta mañana, lo hacía con muchísima pena y sabiendo que pierdo un montón de gente buena: da igual si sois buenos estudiantes o no, porque lo importante lo tenéis ya con vosotros y espero que no lo perdáis.

Y para despedirme, tan solo os tengo que dar las gracias. Gracias por tratar a los profesores como personas y no como enemigos. Gracias por haber sido siempre vosotros mismos, sin dobleces ni evasivas. Gracias por ser comprensivos con las circunstancias del curso, sin dejar de luchar por vuestros derechos. Gracias por haberme enseñado tantas y tantas cosas en mi profesión. Y lo más importante, gracias por vuestro cariño. Nunca os olvidaré.

domingo, 7 de junio de 2009

EL TRIUNFO DE LOS JARRONES LINDOS

Fabi escribía hace unos días un comentario que prácticamente obliga a una nueva entrada en este rincón. En él aludía a la indeferencia que las alumnas de secundaria o bachillerato mantienen ante una publicidad que reduce a la mujer a un mero objeto de placer sexual. Aunque quisiera decir lo contrario, yo tengo una experiencia más o menos parecida: en mis clases, hemos explicado anuncios de Armani o Benneton diciendo que se habían criticado por incitación a la violencia sexual. La indiferencia también se repetía y en mis alumnos, se acompañaba hasta de incredulidad: ¿por qué iban a prohibir anuncios así? ¿Dónde ven ellas la provocación?
Ante una contestación tan heladora como esta, solté al principio algún discurso moralista. Tiempo después, tan solo conscientes de tres cosas.
La repetición lo puede todo, es el lema de la propaganda, y cuando el sujeto que la recibe no ha conocido nunca otra cosa, nos encontramos con una sumisión total a ella. No hace falta recordar que esta publicidad está presente en cualquier parte: estamos rodeados de sexo. Basta mirar los programas del corazón, echar un vistazo a cualquier revista de mujer, tipo Vogue o Elle, para darnos cuenta de este tipo de publicidad tan básico y cercano con lo puramente erótico, que hasta logra hacer apetecible sus contenidos a los varones. Si Aldous Huxley levantara la cabeza, vería que su visión del sexo para su mundo feliz no es tan distinta a la de nuestros días. Rindámonos ante la evidencia: estamos ante una nueva generación X, nacidos con lo pornográfico marcado en la frente. Si nuestra naturaleza humana se identifica con la de puras máquinas sexuales, el ser una de ellas no conlleva ningún tipo de enojo, alienación o contradicción moral en nuestra existencia.
Para poner peor las cosas, según muchos adolescentes, el éxito sexual está relacionado con el éxito en la vida profesional, inmediato, acelerado y fulgurante. Y más todavía, en su propio ámbito privado (¿o es que no nos acordamos cuando éramos adolescentes?). En conclusión: ¿Por qué habría que estar en contra de esto, que es ley de vida? Que se mueran las feas, y la que sea o se sienta fea, acabará anoréxica o deprimida.
Pero además, incluso entre aquellas que no se sienten cómodas con esta publicidad, reconocen el derecho que cada mujer tiene para tratar y sentir su cuerpo como quiera. Es decir, que no puede existir una censura ante este tipo de anuncios, porque no se obliga a nadie: “¿Quieren ir como zorras? Están en su legítimo derecho: yo no voy a ser como ellas”, me contestaron el curso pasado. Reconozco que este es un argumento contra el que no puedo discutir sin parecer ante ellos como un abuelete ofendido.
Conclusiones, según ellos: somos unos moralistas frustrados, frente a unos adolescentes más tolerantes que nosotros, mientras que las feministas progresistas del pasado no son más que unas feas resentidas. Afortunadamente, la vida enseña en ese sentido mejor que una tutoría o una clase. No olvidemos, como se sabía antiguamente, que lo primero que borra el tiempo es la belleza física. Los jarrones lindos acaban rompiéndose.

sábado, 6 de junio de 2009

SOBRE LA VEROSIMILITUD HISTÓRICA.

1. Existen tres formas de entender la historia. La historia de los académicos, la historia de los políticos y la historia de los novelistas. Las tres se remontan a los mismos orígenes: sus diferencias son de matiz, y las tres valen por igual.

2. Los historiadores académicos se han creído demasiadas veces en posesión de la verdad y sus sumos sacerdotes. Hacen la historia atados a la ciencia y el pasado imperfecto. La historia de los políticos es la historia de los cronistas romanos o las apologéticas nacionalistas: hacen la historia atados a las necesidades e intereses del presente. Podemos decir que los políticos tienen la completa libertad para deformar la historia dependiendo de si va a favor del bien común o no. La novela histórica y los políticos tienen una cosa en común: hacen la historia de lo verosímil, y no de lo real.

3. Una interpretación verosímil en historia es una interpretación probable pero no comprobable, una hipótesis factible, concordante con los datos empíricos conservados pero imposible de ser corroborado. Ese es el campo de acción más sencillo para la verosimilitud histórica, pero va mucho más allá del estrecho marco de la investigación científica.

4. Es verosímil, por ejemplo, que los catalanes crean que su nación exista desde hace siglos, que Tiberio no tuviera un temperamento deshumanizado sino que fuera extremadamente tímido, o que Boecio hiciera un viaje a Atenas. No es verosímil, sin embargo, que los vascos tengan antecedentes de los maoríes, o que Boecio hiciera un viaje a Nueva Zelanda. Lo verosímil implica contacto intuitivo con la realidad. Lo inverosímil rompe por completo con la lógica interna de esa realidad.

5. La verosimilitud hace que dos interpretaciones contrapuestas, como puede ser la nación vasca y la nación española en un mismo territorio, sean posibles al mismo tiempo. Existen dos hechos comprobables en el momento presente, que es el sentir nacionalista de ambas partes: existen dos historias alternativas que han sido igualmente verdaderas y reales.

6. La verosimilitud no acepta cualquier interpretación y no acepta tampoco la indiferencia postmoderna. Está limitada por la biología humana, la geografía y los restos de la cultura material. No se acepta una interpretación divina o extraterrestre en la historia de los hombres, por ejemplo. Tampoco se acepta una aeronave en el siglo XVIII. Sin embargo, todo aquello que afecta a lo que cotidianamente se habla como “historia de las mentalidades” puede estar sometida a controversia y por tanto a la verosimilitud.

7. La historia de las mentalidades es una historia de probabilidades: unas hipótesis más probables que otras, pero todas ellas siempre verosímiles. Decir: “el espíritu capitalista era imposible en el paleolítico” es altamente improbable porque no existía la acumulación de capital, pero su “espíritu” sí es verosímil.

8. Lyotard hace unos años se recreaba de forma bastante frívola con esta idea. Casos que rozan la inverosimilitud o irrealidad. Pensemos en restos materiales: campos cerrados, barracones, fosas con muertos y cámaras de gas. El día que murió el último prisionero capaz de identificar y relacionar esa cultura material, murió la certeza (independientemente de si dice la verdad o miente) y nació la verosimilitud que eso no fuera un campo de concentración.

9. Entre dos hipótesis verosímiles: “Austwich fue un campo de concentración nazi” y “A. fue un campo de recreo” de un partido justificador del holocausto, ¿Cuál es la que debemos prestar atención? Evidentemente, aquella que tenga un fin ético más loable. Pero ¿quién garantiza a su vez esa hegemonía ética?

10. La otra gran pretensión de la novela histórica: unir lo inmutable, lo eterno del ser humano, con la experiencia histórica, cambiante, mutable, siempre variable y que tiene por norma nunca repetirse. Los hombres tendemos a pensar que han existido siempre grandes hombres, y que lo que les ha hecho grandes es algo intemporal, que se repite en distintas etapas de la historia y diferentes culturas. La autenticidad es uno de los rasgos que definen a esos hombres, y también eso es una veta fundamental para el escritor: destruir o deformar esa autenticidad.

viernes, 5 de junio de 2009

YERBA MATE Y COSMOPOLITAS ANÓNIMOS.


Hablemos de la contingencia y la globalización. Para ello, tengo ganas de mencionar ahora una de las pequeñas aficiones de mi vida: la yerba mate. Cada mañana necesito una buena dosis de mate para empezar el día, y otra a la tarde, bien amargo. Y cuando digo esto no dejo de sorprender a alguna gente del cono sur que me he encontrado a lo largo de mi vida: “¿cómo siendo español estás tan enganchado a la yerba?”. Y lo que contesto es “¿y por qué crees tú que por ser argentino tienes más derecho que yo a beber mate?”.
Mi relato no es más que una de las múltiples historias de la contingencia en nuestra época globalizada. Descubrí el mate en Galicia, que a su forma, es otra patria chica del mate, por la cantidad de argentinos retornados que viven allí desde la crisis de la inflación. Recuerdo, siendo adolescente, tardes interminables amenizadas con mate y queso en la pequeña aldea de mi familia, holgazaneando en compañía de amigos argentinos. Al principio con azúcar y leche, luego amargo. Desde entonces, el mate se convirtió lentamente en parte de mi propia identidad, y no me abandonó. Todo lo contrario: se iba convirtiendo en una pequeña referencia que se hacía imprescindible en mi vida cotidiana. No entendía ya el desayuno sin la palabra mate. Cuando por fin atravesé el charco y visité Brasil y Paraguay, sentía que una diminuta parte de mí hacía un viaje obligatorio, y cumplía una misión para mí mismo. Ver tomar mate en las calles de Ciudad del Este, tomar un mate frío en Salvador de Bahía, ser convidado a un trago de tereré en Iguazú… no era una mera curiosidad de turista, era casi una necesidad.
Y a lo que iba al principio. Después de siglos en el que el hombre cosmpolita era una especie de mito, mitad aventurero, mitad explorador, siempre perteneciente a un grupo reducido de personas que eran miradas con recelo por el resto de su comunidad, aparece el cosmopolita anónimo. Las comunidades humanas se han abierto. Lazos culturales muy diversos nos atraviesan continuamente, muchas veces de forma inconsciente, desde nuestro trabajo hasta nuestras aficiones más queridas y han hecho que nuestras identidades, nuestro yo, deje de ser homogéneas y fácilmente dirigidas. Ello ha permitido que una palabreja habitualmente no querida por una parte de la filosofía, la contingencia, se haya hecho con un hueco privilegiado en toda la literatura postmoderna, desde la época de los escritos interesantes de Lyotard y Rorty. Lo contingente, lo azaroso, lo que es pero pudo no haber sido, tiene más poder condicionador y determinante que nunca en nuestras pequeñas biografías personales y hace de cualquier individuo un ser complejo en potencia.
Resultado de todo esto: no solo las personas nos hacemos más complejas, sino que trasladamos nuestra complejidad a todo aquello que tocamos: interpretamos objetos ajenos a nuestra cultura que nos rodean y le damos un significado que no se corresponde con el significado de partida (de ahí la extrema sensibilidad que desarrollan las minorías a no ser atacadas culturalmente). Por eso, mi mate nunca podrá ser la visión “pura” de un uruguayo o la de un porteño, o la de Horacio en la Rayuela, pero será igual de válida, aunque me digan que tomo “sopa de mate” por no respetar la forma de cebarlo. El mate es naturalmente, algo inofensivo -hasta que se diga lo contrario- , pero podemos pensar en otros muchos objetos que pueden perder su historia, su nacimiento y su interpretación primigenia, y hacerse drásticamente peligrosos. Hay quien dice que la peor desgracia que le ha ocurrido a África ha sido encontrarse con el AK-47, porque no supieron entender el alcance que implicaba esa tecnología de destrucción humana.