Es falso que las novelas fantáticas deban tener un final feliz. Todas las novelas fantásticas están obligadas a acabar de forma apocalíptica, en la que el final de la novela nos obliga a aceptar la destrucción de la magia. Al concluir el texto, acaba el hechizo y debemos volver a la triste realidad cotidiana. Así que, siendo sinceros, deberíamos acabar siempre devolviendo al lector del mundo del qe ha partido.
Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.
jueves, 29 de julio de 2021
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ResponderEliminarLlevaba un par de años sin leer novela. Me había obligado, ingenuamente, a leer solo ensayo por no sé que impostura de homo economicus. Pero un amigo me regaló Memorias del subsuelo recientemente y he vuelto a caer. Solo clásicos, de momento (estoy a dos semanas de irme a vivir a una torre como Montaigne). Tengo ahora un método de tríada, y ando leyemdo tres libros a la vez, cada uno de una clase: ensayo sesudo (heavylifting), lectura ligera (cheeseburger), novela clásica (presuntuosidad). De momento me funciona, aunque quizás cuando cumpla 30 pase al picoteo absoluto que recomiendas en los aforismos de la derecha. Pero, ¿cómo puedes leer así? De viaje, ¿solo un libro? Me parece que la novela tiene bastante sentido en un medio de transporte, en reposo no tanto, a menos que estés a punto de meterte en la cama.
ResponderEliminar¿Has conocido ya a nuestro lord and savior Nassim Taleb? ¿Qué opinión tienes de él? Yo estoy un poco obsesionado.
En fin, esta mañana me he dado cuenta que tengo que hablar contigo, Ángel. ¿Tienes una dirección de correo electrónico a la que se te pueda escribir? Si no, te mando una carta a L.A., aún a riesgo de que la intercepte el Mossad.
Abrazo fuerte,
Javier Hernández
Justo encuentro hoy este fragmento de Taleb sobre las bibliotecas:
Eliminar"The writer Umberto Eco belongs to that small class of scholars who are encyclopedic, insightful, and nondull. He is the owner of a large personal library (containing thirty thousand books), and separates visitors into two categories: those who react with “Wow! Signore professore dottore Eco, what a library you have. How many of these books have you read?” and the others—a very small minority—who get the point is that a private library is not an ego-boosting appendages but a research tool. The library should contain as much of what you do not know as your financial means … allow you to put there. You will accumulate more knowledge and more books as you grow older, and the growing number of unread books on the shelves will look at you menacingly. Indeed, the more you know, the larger the rows of unread books. Let us call this collection of unread books an antilibrary.
(...)
We tend to treat our knowledge as personal property to be protected and defended. It is an ornament that allows us to rise in the pecking order. So this tendency to offend Eco’s library sensibility by focusing on the known is a human bias that extends to our mental operations. People don’t walk around with anti-résumés telling you what they have not studied or experienced (it’s the job of their competitors to do that), but it would be nice if they did. Just as we need to stand library logic on its head, we will work on standing knowledge itself on its head."