Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.
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sábado, 17 de septiembre de 2011

¿ES EL IMPUESTO DE PATRIMONIO UNA NECESIDAD MORAL?

        Hemos oído hablar mucho estos últimos días sobre el impuesto de patrimonio. Unos lo consideran una necesidad imperiosa, otros afirman que es un recurso electoralista, y otros que apenas va a solucionar nada. El ingreso en las arcas públicas supondrán menos de 1000 millones de euros. Incluso los más pesimistas lo rebajan a la mitad. Alguien podrá considerarlo una nimiedad si por ejemplo lo comparamos tan solo con el gasto en la cobertura de desempleo,  pero es mayor que todos los gastos juntos que los "indignados" presentaban sobre los privilegios de los altos cargos políticos. Sin embargo, sería un error reducir  la cuestión a su mero análisis económico.
      Curiosamente, ningún "rico" de nuestro país ha hecho proclamas como las que han protagonizado algunos multimillonarios de Francia o Estados Unidos como Warren Buffet: aumentar los impuestos a los ricos es no solo una medida económica necesaria sino también una necesidad moral. Ignoro si lo dicen desde la sinceridad o el propio egoísmo, pero lo que está claro es que la afirmación posee cierto sentido común. En un momento de crisis tan grave como el que vivimos, en el que los escalones más bajos de las sociedad se están depauperando a un ritmo latinoamericano y las clases medias sufren la mayor presión fiscal, es lógico buscar un gesto de solidaridad social. Quizás la medida no solucione el déficit público y las necesidades de recortes, pero lo harían sociablemente más comprensible y menos áspero para las personas más sensibles a la crisis. La sociedad española está deseosa de ver gestos de transparencia en la clase política, pero no dudo que muchos también empiezan a pedir cuentas a aquellos que tienen más y que proporcionalmente, son los que menos pagan por la crisis.


martes, 23 de junio de 2009

EL ROMPECABEZAS ECONÓMICO.


Vamos a ver si me queda más o menos claro el rompecabezas económico. Si hay crisis, habrá más gasto (en un estado social) y menos ingresos, ocasionando un déficit. Si hay déficit, tendrá que haber formas adicionales de obtener dinero o de gastar menos: aumentar los impuestos (visión progresista sui generis) o reducir costes innecesarios (visión conservadora). Posiblemente las dos tengan razón. Y aquí viene ahora el rompecabezas: ¿qué consecuencias tienen estas medidas? Si suben los impuestos, se resentirá el consumo y el ahorro. Y sobre el déficit público, todos sabemos que es más fácil abrir el grifo que cerrarlo y que no todos los gastos son innecesarios. Hasta aquí, la explicación se resuelve en la mesa del economista, en sus complicadas mediciones algebraicas y sus frías estadísticas.

El problema es el de siempre: Detrás de los números, hay personas. Detrás de las personas, existen auténticas catástrofes vitales causadas por la crisis. La cuestión económica se convierte de repente en una cuestión ética: algo que de cuando en cuando algunos de los autores más importantes tienen que recordar, como Marx o Keynes. Y ahora, se levanta otra vez la cuestión ética: ¿Se pueden fomentar un aumento de impuestos de carácter progresivo, en el que los ricos paguen más? Desde un punto de vista ético se puede aludir a un criterio de solidaridad: creo que es evidente que en una comunidad de ciudadanos unidos por un estado nación común, los más ricos ayuden en cierta medida a los más pobres, sobre todo cuando la crisis ha dejado claro que ni uno ni otro se merecen del todo la situación en la que se encuentran. Pero una vez que hacemos ese lema moral claro, tenemos que hacer frente a las preguntas que nos puede hacer el acomodado en nuestro país:

a)¿Por qué tengo que pagar yo más impuestos o recibir menos ayudas?
b) ¿Dónde se va a ir mi dinero (típica pregunta republicana)?
c) Realmente, ¿va a ser algo positivo económicamente en un medio o largo plazo?
A la primera pregunta, no se nos ocurre responder con demagogia diciendo: porque tú eres el culpable de la crisis. Pero sí podría decir:porque tú eres el que está mejor posicionado para superar la crisis frente a un desempleado. Si nuestro amigo siguiera diciendo: "pero ese no es mi problema", el diálogo queda varado y estaremos golpeando nuestros argumento contra una roca.
La segunda pregunta es completamente lícita, pero siempre dependiendo de lo que entendamos por "gastar bien el dinero". No se puede entender que lo que pagues vaya a ser devuelto en forma de un bien público. Lo que sí que está claro es que el contribuyente tiene todo el derecho a exigir que el estado sea un buen gestor, deba ser transparente y dé razones poderosas de dónde destina ese dinero que en el fondo no es suyo.
Y por último, la tercera pregunta es importante pero algo engañosa, y dependiendo del factor del tiempo. Naturalmente, el problema del tiempo es una cuestión subjetiva: un parado se pregunta cómo va a afrontar económicamente el próximo mes. Un economista (posiblemente con su empleo más o menos asegurado) hará sus cálculos y expectativas en plazos de años. Está claro que la palabra "situación económica", tiene una interpretación bastante distinta entre unos y otros.