Una de las anécdotas que se repiten en la mitología de la filosofía analítica (sí, hasta la aburrida filosofía analítica tiene sus pequeñas historias) resulta del encuentro sostenido entre Wittgenstein y Popper en un curso sobre la inexistencia de la filosofía. Wittgenstein repetía que cualquier problema filosófico se disolvía en los entramados del lenguaje corriente, y que la filosofía en el fondo resultaba de un peculiar uso de dicho lenguaje. Dicho de otra manera, esto suponía negar la existencia del discurso filosófico. Le tocó el turno a Popper y este empezó a leer una lista de problemáticas que según él, la filosofía debía resolver. Wittgenstein iba despachando una a una de sus solicitues, desviándola hacia alguna disciplina determinada. Pero la lista debió ser excesivamente larga, porque el hombre perdió los nervios y se largó de allí dando un portazo.
Esta anécdota quedó bien registrada en el libro Words and things de Ernest Gellner (un furibundo opositor al segundo Wittgenstein y luego afamado ensayista sobre el nacionalismo) y este autor me hace plantear una duda: Si el discurso filosófico ha dejado de tener sentido, y con él la búsqueda de certeza, ¿cómo se explica la airada respuesta de Wittgenstein, tan sumamente dogmática, y en el fondo, tan sumamente cargada de una verdad filosófica -la negación de la misma-? Quien defienda una posición escéptica (Wittgenstein no lo hacía) o airadamente antifilosófica, debería corresponder con una actitud igual de escéptica, ataráxica, distante. Wittgenstein, Heidegger y los postmodernos recuerdan demasiado al viejo ateo que de tanto negar a Dios, hablaban de él más que los propios creyentes.
jajaja, eso de "hasta la aburrida filosofia analitica tiene anecdotas" jajaja.
ResponderEliminarPor cierto no he leido el libro aún, espero hacerlo pronto.
Saludos.
Tanto más aburrida como puede resultar la ciencia por sobre la literatura fantástica.
EliminarLo cierto es que Wittgenstein tiene un saco de anécdotas tan grande que vale él solo para toda la escuela.
ResponderEliminarEl libro de Gellner es muy interesante, pero diría que su valor ya es casi histórico, para comprender los alcances y límites de la filosofía del lenguaje de Oxford en los sesenta. De Gellner me gusta mucho más su etapa de ensayos más libres, vinculado a la antropología o teoría política.
Es un punto por demás interesante. Independiente del legado de Gellner, de quien me reservo comentarios, la contrastante diferencia entre ambos pensadores en cuestión -Wittgenstein y Russell- y sus posiciones en particular, son dignas de un estudio más profundo. Wittgenstein, harto de la vida académica, contrario desde un principio de la verdad trascendental; ya en su segunda etapa -o tercera, según algunos piensan... yo también- y preocupado por asuntos estrictamente personales y por consideraciones sobre el color. Popper, apenas anunciado con bombo y platillo por la crítica londinense de su recién publicado libro "Open society and its enemies", recién salido de pobre; con una urgencia por el reconocimiento, buscando la aprobación de Russell, de quien creía ser el sucesor de su legado, frente al gigante, a quien nadie se atrevía a contradecir sin salir penosamente apabullado. Era la gran ocasión. Y Popper era consciente de la profunda molestia que le provocaría al profesor Wittgenstein hablar de "los problemas que la filosofía debía resolver", según su opinión en asuntos políticos y sociológicos, mientras que para Wittgenstein eso era simplemente absurdo por considerarse asuntos trascendentales.
ResponderEliminarDebió ser una noche sumamente interesante y con una decisiva influencia sobre la academia filosófica de la Europa del siglo XX.
Yo voto por la decisva superioridad de Wittgenstein sobre Popper. Es clara a partir de la fuerza de sus escritos.
Totalmente decisiva (... para todo aquél que guste de enturbiar las aguas para que parezcan más profundas).
EliminarYo lo cierto es que no puedo ser parcial en la polémica, porque me encanta Wittgenstein, su vida y su paulatina transformación intelectual. Entiendo la crítica de Popper, y cómo el propio discurso filosófico -o juego del lenguaje/práctica social que implica una forma de vida, la del filósofo- genera y reclama una serie de objetivos cognitivos que no se pueden eliminar de un plumazo por un peso histórico que quizás Wittgenstein no calibró.
ResponderEliminarWittgenstein fue sin duda el primero de los profetas que avisaba que la filosofía iba a tener otro futuro al que intuían Russell o Popper, o que por lo menos, ese futuro estaría muy abierto.
De todos modos, ante esas polémicas en las que los enfrentamientos rozan lo personal, uno se pregunta a veces por un contexto social y las razones psicológicas que podían llevar a cada uno de los contendientes a defender posiciones tan divergentes. La filosofía de Wittgenstein es respetabilísima (a mí me fascina) pero yo no sé si es "exportable" en toda su radicalidad a otras personas que no han tenido una experiencia vital tan particular que tuvo Wittgenstein a lo largo de su existencia.
el problema es que Wittgenstein fue incomprendido por sus contemporáneos, lo que le trajo descrédito por supuesto. Cuando uno es incomprendido se le suele acusar de tonto, loco o cualquier otra cosa. La persistencia de Popper hacía solo denotar su tozudez en su actitud de incomprensión hacia Wittgenstein. En alguna manera la insistencia de Popper fue una forma de insulto en esas circunstancias. ;)
ResponderEliminarPrecisamente estoy releyendo el libro de Ray Monk sobre Wittgenstein... una biografía filosófica estupenda que incide en estas peculiares circunstancias del filósofo.
ResponderEliminarA Wittgenstein se le recuerda por su fuerte temperamento; no me habría sorprendido su reacción.
ResponderEliminarPor otra parte, si de 'negar' o de rechazar algo se trata, quizás haya sido la persona que más ha insistido, tanto en la práctica como en el enunciado, en mantener 'silencio' al respecto.
Interesante anécdota. Un saludo.