Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

domingo, 24 de noviembre de 2013

LA BANDERA Y EL CAMELLO

     El otro día, por puro azar, me encontraba de paso por Salamanca. Aunque iba algo cargado de bolsos y maletas de viaje, y mi autobús partía en poco tiempo hacia otro lugar, no pude evitar la tentación de dar un pequeño paseo hasta el centro de la ciudad. De vuelta a la estación, me crucé con un par de chicos que a pocos metros por delante de mí portaban una bandera republicana bien alto. Mi curiosidad me empujó a ir detrás de ellos. No es que sienta especial interés hacia ese viejo debate, pero soy lo suficientemente inteligente como para saber que a la sombra de una bandera republicana suele haber una persona inconformista. Habitualmente un republicano, más que discrepar sobre la forma del poder ejecutivo en un estado, acaba discrepando sobre una sociedad entera. Se sabe distinto y por ello levanta una bandera que le distingue frente al mundo bien pensante o indiferente. El caso es que deseaba saber qué hacían, contra qué se manifestaban, qué pasaba en las calles de la vieja ciudad universitaria. Iba tras ellos en un intento de alcanzarles y entablar una mínima conversación. Bastaría un par de preguntas y unos pocos segundos para manifestar en una mirada o un breve comentario mi apoyo o desacuerdo y dejar saciada mi curiosidad.  Pero en ese momento ellos doblaron el paso, y el peso de mis bolsas por el contrario, aminoraba el mío. Poco a poco la distancia se hacía más larga hasta que ellos se desviaron hacia la facultad y yo debía continuar hacia la estación. La bandera dobló una esquina y desapareció de mi vista. El inconformismo se iba a otra parte y yo estaba obligado a seguir mi camino.
     Como una iluminación, me detuve y caí presa de esa metáfora mágica de Nietzsche: "este es el momento en el que el camello, el hombre viejo cargado de pasado, es incapaz de mirar hacia adelante y seguir la marcha de la historia. Solo vemos los leones pasar, dispuestos a matar cualquier dragón o ser devorados por él". Naturalmente las metáforas del superhombre hablan de muchas más cosas, pero es lo más cercano que he visto en los hombres de carne y hueso.      

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