Parece ser que en los últimos meses, un nuevo partido político ha hecho su apertura propia dentro del complejo tablero de ajedrez en el que se está convirtiendo el panorama político español del último año. Basta consultar algún dato. En los últimos tres meses ha liderado los comentarios en twitter, superando a Podemos. Su intención de voto ya está en un 12% y puede convertirse en cuarta fuerza política, suplantando a UPyD, que ha visto perder su propio terreno vertiginosamente ante el ascenso de Rivera. En el ruido mediático, Ciudadanos suena como una nueva voz, la nueva palabra de moda.
La falta de entendimento con UPyD por los miedos mutuos de ser deglutados por su adversario, puede crear una auténtica lucha de poder por ese centro político que acabe dando alas a este nuevo partido originariamente surgido en Cataluña. En la medida en que PSOE y PP se desinflan en el centro y Podemos toca techo e inicia su particular desgaste mediático, Ciudadanos parece tocar ahora el cielo.
La falta de entendimento con UPyD por los miedos mutuos de ser deglutados por su adversario, puede crear una auténtica lucha de poder por ese centro político que acabe dando alas a este nuevo partido originariamente surgido en Cataluña. En la medida en que PSOE y PP se desinflan en el centro y Podemos toca techo e inicia su particular desgaste mediático, Ciudadanos parece tocar ahora el cielo.
No es difícil identificar el perfil del votante del nuevo partido. Ciudadanos representa a esos otros indignados de la sociedad española, supervivientes y no víctimas de la crisis económica, que recelan de las ideas de Podemos, pero que de ningún modo están dispuestos a votar a los partidos tradicionales por el mero miedo al cambio o al populismo. Si consideran a Podemos como visionarios peligrosos y oportunistas políticos, tampoco libran a los partidos mayoritarios, que tildan como inmovilistas, corruptos y con demasiados intereses creados como para promover una auténtica regeneración política.
Estos votantes potenciales consideran por otra parte que los agentes que han hecho salir de la crisis a la sociedad española han sido los propios individuos y no tanto el partido político en el poder. Como supervivientes, deben relativamente poco a los dos últimos gobiernos y no aceptan meramente políticas basadas en la mera inercia de los acontecimientos. Efectivamente, el PP no ha completado ninguna auténtica reforma administrativa anunciada hace cuatro años ni mucho menos de regeneración o transparencia política, y no ha hecho otra cosa que seguir los dictámenes de la política económica impuesta por Europa: medidas de recorte del estado, ajuste fiscal y flexibilización laboral. El adelgazamiento estatal se ha producido inevitablemente sobre la sanidad y la educación -ámbitos imprescindibles, por otro lado, para mantener altas cotas de desarrollo social-, pero la administración apenas ha sufrido recortes drásticos a excepción de medidas de maquillaje. La reducción de duplicidades, la racionalización de municipios, mancomunidades y diputaciones provinciales son todavía asignaturas pendientes difíciles de ejecutar para partidos que tienen una clientela demasiado amplia que satisfacer y colocar. En el ámbito económico, Ciudadanos está sorprendiendo al presentar medidas bastante técnicas, discutibles o no, que rebasan los discursos globalizadores e imprecisos de izquierda y derecha, pero que pretenden atajar algunas de las consecuencias más negativas de la crisis.
En definitiva, Ciudadanos tiene la posibilidad de representar un partido auténticamente liberal que nunca ha conseguido hacerse un hueco en el centro político español, absorbido por PP y PSOE y sus compromisos respectivos. Desde los mismos comienzos de la democracia y tras la disolución de la UCD, siempre ha habido familias liberales en ambos partidos, pero nunca con posibilidades de convertirse en un grupo propio consolidado sin ataduras incómodas: sectores demasiado conservadores o demasiado escorados a la izquierda. Los intentos de promover dichos partidos en los ochenta se saldaron con un estrepitoso fracaso en la época de dominio socialista. Este es quizás su momento histórico ante reformas que una ideología pragmática y sin ataduras del pasado puede ejecutar mejor que nadie.
Pero sin embargo, también hay sombras que pueden enturbiar este horizonte prometedor. Por un lado, Ciudadanos tiene una visión del juego político similar a Podemos y su acertada visión estratégica de pactos, juego mediático y redes sociales. El efecto Podemos se percibe también sobre el centro político, y los votantes desafectos con todos los partidos buscan lo más similar mediáticamente hablando a Pablo Iglesias, pero sin su ideario político. A diferencia del perfil bastante cerrado de UPyD -un partido hecho a antigua usanza, con trasfondo ideológico más definido y con herederos de la vieja guardia-, Ciudadanos está buscando pactos y apoyos con fuerzas políticas y sociales variopintas basándose precisamente en su indefinición ideológica y en un modelo de campaña similar al que lanzó a Obama a la presidencia, trabajando sobre la sociedad civil. Cierto grado de populismo parece ser compañero inseparable de estos nuevos partidos que luchan por el poder, y un pragmático "todo vale" a la hora de pactar permite cerrar acuerdos con formaciones de ideologías muy diversas.
En segundo lugar, la corrupción ya ha tocado la formación. El trato que se ha dado desde el partido a la figura de su locutor, Jordi Cañas, replantea hasta qué punto el partido desea ir hasta el final en la lucha contra la corrupción. Efectivamente, Rivera ha tirado de la letra pequeña del programa de transparencia del partido para no tomar medidas drásticas contra él. El hecho de que el fraude fiscal que se investiga no esté vinculado con malversación de fondos públicos (y sea por una actividad privada) no es demasiado consolador para aquellos que desean ver un auténtico panorama de renovación en el cuadro político español.
Pero sin embargo, también hay sombras que pueden enturbiar este horizonte prometedor. Por un lado, Ciudadanos tiene una visión del juego político similar a Podemos y su acertada visión estratégica de pactos, juego mediático y redes sociales. El efecto Podemos se percibe también sobre el centro político, y los votantes desafectos con todos los partidos buscan lo más similar mediáticamente hablando a Pablo Iglesias, pero sin su ideario político. A diferencia del perfil bastante cerrado de UPyD -un partido hecho a antigua usanza, con trasfondo ideológico más definido y con herederos de la vieja guardia-, Ciudadanos está buscando pactos y apoyos con fuerzas políticas y sociales variopintas basándose precisamente en su indefinición ideológica y en un modelo de campaña similar al que lanzó a Obama a la presidencia, trabajando sobre la sociedad civil. Cierto grado de populismo parece ser compañero inseparable de estos nuevos partidos que luchan por el poder, y un pragmático "todo vale" a la hora de pactar permite cerrar acuerdos con formaciones de ideologías muy diversas.
En segundo lugar, la corrupción ya ha tocado la formación. El trato que se ha dado desde el partido a la figura de su locutor, Jordi Cañas, replantea hasta qué punto el partido desea ir hasta el final en la lucha contra la corrupción. Efectivamente, Rivera ha tirado de la letra pequeña del programa de transparencia del partido para no tomar medidas drásticas contra él. El hecho de que el fraude fiscal que se investiga no esté vinculado con malversación de fondos públicos (y sea por una actividad privada) no es demasiado consolador para aquellos que desean ver un auténtico panorama de renovación en el cuadro político español.