La pertenencia a una tradición cultural cerrada no nos impide ver cosas evidentes para otras interpretaciones con las que tenemos que convivir en nuestros días. En ocasiones cuesta ver el cristianismo desde fuera. Una tradición es difícil de ser cuestionada desde dentro: los prejuicios siempre están presentes. Por eso la obra de Celso Contra los Cristianos resulta tan dura, tan directa incluso para nuestros días.
Celso habla de una tradición religiosa, la cristiana y la judía, dentro de un contexto cultural en el que son minorías escandalosas y además bastante intolerantes. Aunque Celso también introduce sus propios prejuicios culturales en su obra, es patente que muchas de las preguntas que formula al cristianismo son sumamente radicales: Con qué autoridad un profeta se considera hijo de Dios?, por qué tenemos que pregonar la humildad, frente a la virtud de los perfectos?, qué es eso de un dios padre e hijo? Todo este tipo de preguntas han sido acalladas por siglos de racionalizaciones teológicas, desde los Padres de la Iglesia hasta nuestros días. Estas preguntas no tiene por qué plantearselas el creyente: lo que tiene que plantearse es el carácter gratuito y no evidente de multitud de cosas para las personas que las rodean. Y partiendo, para desgracia de la teología, del hecho que buena parte de los creyentes estarían de acuerdo con muchas cosas de Celso.
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