Los últimos días he tenido la suerte de acudir a uno de esos eventos donde uno duda por completo de la utilidad de las asignaturas que imparte en el sistema educativo: las reuniones vecinales. Pues bien, en dicha reunión de vecinos estaba presente toda la fauna típica de estos peculiares encuentros. Dentro de la presencia civilizada de la mayoría de los vecinos, no faltaba el típico individuo, supuestamente interesado en la causa común, que castiga al administrador con mil preguntas insidiosas sobre su gestión económica. Allí estaba también aquel que mira continuamente el reloj, atormentado por la pérdida de tiempo. Un par de vecinas cuchichean sobre algún cotilleo en la escalera de abajo. Los demás comenzamos a mirarnos con cara de circunstancias, pasivos, sujetando las baldosas de la pared, no vayan a caerse. El vecino implicado en el diálogo con el administrador se olvida de la noción temporal que gobierna al mundo. El hombre del reloj pierde la paciencia, levanta la vista y abre la boca, a ver, hostias, que empieza el partido del Madrid, déjenlo ya. Pues mira quién habla, dice el administrador, el último que ha llegado, quién se cree para mandar ahora. El tipo del reloj y el presidente de la comunidad intercambian miradas furiosas, el administrador se aparta un paso para cerciorarse que no va con ellos. Llegan a las manos, algunos los separan y los demás seguimos sujetando las baldosas, haciendo de investigador antropológico en mi caso. Las aguas vuelven a la calma y por fin comienza una civilizada y tediosa reunión, siempre demasiado larga para lo tratado.
Esta escenita, que bien podría estar en las mejores páginas de Larra o de Mesonero Romanos, me deja pensativo. Al llegar a casa, me pregunto cómo esas personas que regresan a sus casas más calmadas gestionan la educación a sus vástagos, algunos de los cuales han pasado por el lugar de la reunión. y luego no puedo dejar de interrogarme el error de considerar el sistema educativo como algo cerrado, autónomo, aislado de la vida cotidiana de la gente. Poco importa lo que puede enseñarse a un niño en una clase sobre el valor del civismo, si al llegar a la puerta de su casa se encuentra con semejante tinglado vecinal. Poco importa lo que se diga en una tutoría, o una asignatura de valores cuando se enciende una televisión que dice lo contrario y un padre que asiente a lo que dice dicho trasto. Qué puede hacer una hora semanal de EpC, por poner un ejemplo, contra dos horas y cuarenta minutos diarios de televisión de baja calidad, en un adolescente de catorce o quince años. Desde esta perspectiva, parece el colmo de la contradicción una manifestación en contra de Educación para Ciudadanía o la Ética y que ese mismo movimiento no se haga en contra de otros agentes socializadores más perniciosos e influyentes, empezando por medios de comunicación, el juego de una PlayStation y terminando con la conducta de algunas familias. Contradicciones del mundo moderno...
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Tienes mucha razón. Es triste tener 25 canales de televisión y no encontrar nada en ninguno de ellos. También es triste saber que hay muchisimos niños y adolescentes que pasan horas y horas solos tragando lo que hay, navegando por internet sin ningún tipo de supervisión, guía, protección o como quieras llamarlo. Y desde la escuela es difícil, por no decir imposible, suplir lo que no se da fuera.
ResponderEliminarEs cierto que se deberían desarrollar políticas que dignifiquen los contenidos que ofrecen los medios de comunicación. Sin embargo esto parece difícil de regular, por el sistema empresarial que los rige y hace que se busque el mayor beneficio al mínimo coste (es decir, programas baratos de hacer y que los vea mucha gente, ya sabemos de qué hablamos) y porque a pesar de las críticas, la tele-basura (o los contenidos basura de internet, etc)se consumen en grandes dosis.
Siendo esto así, la mejor defensa para los menores es que su entorno cercano les proporcione una educación sólida y unas figuras de referencia positivas. Existe un concepto que de momento creo que es una entelequia, "conciliación de la vida laboral y familiar", que ayudaría a que los padres y madres tuvieran más tiempo para pasar con sus hijos y que este tiempo fuese de mejor calidad.
Desde luego, el simple hecho de dar a una persona tiempo (y que ese tiempo no le cueste dinero, claro) no hace automáticamente que ese tiempo se invierta con los hijos, dándoles una educación adecuada y atendiendo a sus necesidades; pero sí es cierto que cuando alguien llega a las nueve de la noche de trabajar después de toda una jornada es difícil que le queden fuerzas para invertir toda la energía que un hijo necesita. No es una regla de tres, hay quienes disponiendo de muchísimo tiempo dejan a sus hijos en manos de la Play, y hay quienes con muy pocas horas proporcionan excelentes modelos; pero pongamos las cosas un poco más fáciles a quienes creo son la mayoría, es decir, quienes quieren hacerlo bien y no son unos energúmenos.
Y apaguemos la tele, será mejor.
Hmmm.. ya no sé si eres la fa o el helí. En fin, no es un problema que yo vea solucionable a corto plazo. Cuando el medio en el que se mueve el sistema educativo no actúa de refuerzo sino de contrapeso, la educación se desvirtúa totalmente. No es nuevo decir que a veces son los padres los principales obstáculos en la educación de un hijo, en el peor de los casos. En fin, paradojas: cuando es más necesaria una educación de calidad, más difícil se hace.
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