Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

lunes, 11 de julio de 2011

"PINTO"

       Hace unos días ha muerto "Pinto", el último guerrillero del maquis vivo de Cáceres. Tratado como vulgar delincuente por las autoridades y ocultado por su propio partido después, Pinto dirigió partidas en las sierras de Cáceres durante los años cuarenta. Para ellos la guerra no había terminado, y la esperanza de los cambios después de la Segunda Guerra seguía viva. Tras la represión siguió un largo exilio en Francia, el regreso con la Transición y la paulatina rehabilitación de su figura en homenajes y congresos de historia.
      Fue en uno de esos homenajes organizado por el Partido Comunista hace una década, cuando pude verle de cerca junto a mi amigo Manolo. Me parecía la figura de un abuelete contando aventuras de una vida trágica y digna de Corto Maltés. Muchos de sus amigos y militantes ensalzaban su carácter auténtico, la lucha permanente por unos ideales imposibles. Yo me encontré con una lectura muy distinta: Pinto contaba sus correrías, sus momentos de angustia ante la guardia civil, pero también los ajusticiamientos y fusilamientos con una frialdad impactante. Más impactante me resultó cómo el grupo de jóvenes que estaban reunidos allí le vitoreaban y aplaudían esas batallas. Existía algo así como un ambiente de nostalgia romántica y enfermiza por la guerra y la lucha armada, por reconocer al enemigo fascista y destruirlo. Hasta el instante que mi amigo rompió la magia diciendo: "estamos vitoreando a un tipo que ha matado gente por sus ideas políticas. Qué lamentable". Salimos del auditorio con cierto malestar antes de acabar la charla. La izquierda, pensábamos, tenía que librarse todavía de muchos fantasmas del pasado.
      Reconozco que no soy nadie para juzgar a este señor, cuyo conocimiento personal quedó limitado a un par de ocasiones más. Ignoro si desde entonces este señor cambió su opinión o si en su realidad cotidiana era un hombre más complejo. En cualquier caso, Pinto es para los suyos un héroe. Sin lugar a duda, fue un hombre excepcional por ese espíritu de autenticidad, lucha e instinto de supervivencia: un personaje digno de las novelas existencialistas que curiosamente, coincidieron sus publicaciones con su juventud. Pero puedo aventurar que su autenticidad fue tan grande que le condujo al fanatismo, la venganza y la aventura permanente, sin ningún sentido real para sus ideales, por ser irrealizables y llevándolo tan solo al nivel de una realización personal. Una realización personal y un sentido del deber que ponía en riesgo las vidas de todos los que les rodeaban y permitiía sacrificar aquellas vidas que consideraba indignas. Con esto no cuestiono su autoridad moral. Fue hijo de su tiempo y lo vivió con el mayor dramatismo moral posible: otros optaron por el silencio, el exilio o sencillamente nunca les interesó la política. Lo que me parece mucho más dudoso es que esa autoridad siga siendo un referente válido para nuestros días. De nuestros ancestros, debemos respetar y ensalzar sus aciertos, pero también sus terribles errores para no cometerlos nosotros.

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