Conclusión inesperada: es más fácil encontrar a dios en las fronteras irresolubles de la ciencia que en el dogma de cualquier religión revelada. O incluso mejor: es más fácil matar a Dios dentro de la religión, que hacerlo fuera de ella. Más allá del incienso del templo, Dios tiene una inaudita capacidad de resistencia a morir.
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