Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

domingo, 10 de octubre de 2010

DISTINGUIR LO PÚBLICO Y LO PRIVADO: EL ABORTO

     
             El problema

Cartel de la campaña antiabortista: para sus defensores, una trágica
realidad. Para los abortistas,  una doble
 argucia. humanizar el feto y desprestigiar el ecologismo.

            Aquí estoy dándole vueltas otra vez al asunto, y esta vez no por gusto sino por necesidad de preparar una pequeña charla a mis compañeros de trabajo. El leer unos cuantos libros sesudos me ha hecho caer en la antítesis de siempre: si uno puede ser antiabortista en lo privado y abortista -o mejor neutral- en lo público. Bien podrían llamar a esto la cuadratura del círculo, pero no creo que sea del todo imposible alcanzar un grado de compromiso entre las dos partes. Una persona puede definirse plenamente antiabortista en su experiencia privada, personal (la mía, por tomar un caso) e intentar hacerla cumplir en su pequeña comunidad, mientras que en la esfera pública mantenerse en una posición neutral, que en el fondo viene a ser un ejercicio de tolerancia política con el aborto. La razón de esto es sencilla: el debate sobre esta cuestión de bioética está tan sumamente avanzado en nuestros días que se puede dar por cerrado. Las posturas están muy bien definidas y se pueden considerar inconmensurables entre sí. Descansan no solo en posiciones éticas enfrentadas sino en una valoración de las descripciones de la biología y de la propia noción de "vida" y de "persona" que son excluyentes. Entre los dos extremos éticos, casi desiertos e inhabitables, circulan miles y miles de posiciones intermedias que son tantas como individuos hay que piensan sobre este problema. Unas "tablas" o empate moral tan acentuado solo puede solucionarse en política con ejercicios de tolerancia por ambas partes o un llamamiento a urnas.

           
Contagios ideológicos: la liberación de la mujer
pasa por la del aborto. 
            Las posturas     
  Ante esta situación de irresolubilidad, nos podemos plantear cómo puede encajar el antiabortista el golpe político de encontrarse en una sociedad que favorezca o tolere el aborto. Una solución es la fundamentalista, que desgraciadamente es la que tiene mayor eco entre estos sectores más conservadores y dominantes de la iglesia. Viene a traducirse en lo siguiente: sabemos que tenemos la verdad absoluta y que nuestra visión es moralmente superior a las demás. En consecuencia, tenemos la obligación moral de imponerla a nuestros conciudadanos, e incluso nos permite cuestionar y desobedecer, en su cara más intransigente, las leyes positivas marcadas por el estado de derecho democrático. Esto, en su versión más anacrónica, ha marcado un resurgir del derecho natural en su sentido más medieval y escolástico: Dios impone una ley divina y los humanos deben asumirla en sus distintos derechos positivos.  
            La otra solución es la que voy a denominar libertaria. Parte de un principio de máxima libertad de decisión para los individuos autónomos, en la medida en que aunque nos creamos en posesión de la verdad, no tenemos la potestad moral para imponerla en una sociedad pluralista como la nuestra. Esta visión en su dimensión más utópica plantearía que un estado tendría que ser tolerante en materia del aborto, y que sería decisión de los individuos que lo integran considerar los riesgos, el carácter negativo o positivo del mismo y evaluar de forma responsable la decisión que fueran a tomar. En mi utopía personal, si todos fuéramos antiabortistas de convicción, por ejemplo, no haría falta un estado represor en esta materia. En definitiva: menos coerción del estado y mucha más educación y prevención. Nadie (ni la inmensa mayoría de los abortistas) considera el aborto como algo bueno en sí mismo, sino como una solución que sería deseable haber podido evitar. 

La política del "todo o nada" manda habitualmente en las
manifestaciones contra el aborto.
              Desgraciadamente esta posición, que podría unir a los miembros moderados en esta polémica, es rechazada continuamente por interferencias ideológicas de un bando y de otro. Cuando alguien tiende puentes hacia el adversario, como intentó hacer el teólogo J. Masia desde la iglesia española, fue defenestrado intelectualmente de inmediato. Y también la ideología progresista ha radicalizado su postura gratuitamente cuando pone contra las cuerdas el principio de autonomía: hasta qué punto una chica de 16 años puede considerarse autónoma? Y hasta qué punto el aborto se puede entender como una decisión individual?

               En conclusión.
             En una humilde opinión personal, la opción "libertaria" es mucho más atractiva que la fundamentalista, y no tiene razón para ser más frívola e incitante al aborto que su adversaria. 
            1. No podemos seguir manteniendo una actitud paternalista en esta cuestión moral, como si tratásemos a nuestros semejantes como seres infantiles de por vida. Más todavía cuando nuestras sociedades apuntan a un pluralismo cada vez mayor y cuando el problema moral es irresoluble y apunta a una opción vital de fondo.
            2. Una política coercitiva se ha mostado ineficaz. La coerción del estado tendría que ser mucho mayor (y más costosa al mismo tiempo) para evitar el escandaloso número de abortos ilegales que se cometen en nuestro país. De hecho, se han forzado por mucho tiempo los supuestos del aborto para  maquillar este fracaso total. No basta con hacer leyes duras: hay que hacerlas cumplir. Y si no se consigue, caemos en la hipocresía moral y la inoperancia.
            3. Una política tolerante favorece el máximo cumplimiento de derechos para todos: a los abortistas y antiabortistas por igual. No significa que el antiabortista, si cree que tiene razón, se quede cruzado de brazos: tiene la sociedad civil y los medios para expresar su postura y practicar sobre todo con su propio ejemplo. Pero en ningún momento puede estar por encima de la ley ni despreciar a su adversario de la forma como se viene haciendo en los últimos años.
           Y es que los cristianos de hoy deberían de decir lo que contestó el cardenal Richelieu en el siglo XVII ante la autoridad papal. "Yo antes de católico, soy francés". Antes de pertenecer a una religión, hay que ser liberal o demócrata. Usen la palabra que quieran y que menos asco les dé, pero aplíquenla.         

4 comentarios:

  1. Cuando tienes razón, tienes razón. ya nos contarás qué tal cae esto que piensas en los lares católicos en que te mueves. Yo en los lares católicos en que me muevo, te diré que son antes católicos que liberales o demócratas, y tremendamente intransigentes con este asunto. Son de los que tú llamas fundamentalistas, y desde luego tienen muy clara su escala de valores, la religión está en primerísimo lugar.
    Yo creo que este es un tema complicado, porque para quien entiende el aborto como un asesinato, es como si viviera en un estado con pena de muerte, ¿cómo se va a quedar tan tranquilo viendo que alguien se erige en dueño de la vida de otro?. Siento curiosidad por saber la opinión de los sectores católicos menos extremos, ya nos contarás.

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  2. Hmmm... Bueno, hay muchos disidentes de la Conferencia Episcopal: Javier Masiá, Tamayo, González Faus... gente que habitualmente ha tenido problemas con Mr. Rouco y que ha sido apartada de sus cargos. Creo que son las voces injustamente olvidadas de la teología de este país. Lo curioso es que me han pedido una charla de bioética en el sentido más amplio, y no solo en lo que dice la Conferencia Episcopal y sus anacrónicos documentos.

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  3. La cosa no es fáil porque, como dices, las posturas son irreconcialiables al partir de nociones distintas de la misma vida. El escollo fundamental que, creo yo, muchos cristianos tienen para ser tolerantes con el tema es que consideran que a partir de la unión del óvulo y el espermatozoide, hay una vida humana con alma y todo eso. Desde esta visión, muchos dirán que no pueden ser tolerantes con algo que asimilan de este modo al asesinato.
    Al final lo que queda para determinar dónde comienza la vida no son más que valoraciones subjetivas basadas en las propias creencias. Y las creencias, como los gustos y los culos, cada uno tiene la suya.

    Yo comparto tu conclusión pero me parece que como dice el comentario anterior, no creo que le guste a todo el mundo.

    Un saludo

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  4. naturalmente la tolerancia es complicada aquí, pero yo veo una diferencia bastante apreciable. En países con tradición histórica fuertemente católica, la iglesia se ve en posición de poder para afirmar que eso es "la verdad" y que el momento de la unión del espermatozoide y el óvulo se considera ya plenamente humano (y aquí no todos los teólogos piensan igual).
    En cambio, en países con una tradición católica más débil, los planteamientos de la iglesia también son más prudentes, y hacen un llamamiento a su comunidad, en lugar de hacerlo a toda la sociedad. La única razón: saben que el debate existe, que la verdad no existe, sino que es un juicio de valor sobre un hecho (qué es la vida, qué la hace humana y por tanto sometida a derecho) y que no son más que una minoría en una sociedad compleja. Algo que está empezando a ocurrir en España y de lo que no se han enterado.

    Esto no quiere decir que tengamos que ser completamente tolerantes respecto al problema. Yo pienso que la ley que se ha hecho ha sido muy ideologizada y mal planteada: creo que hay que potenciar más la educación que cualquier otra cosa. En fin, está abierta la discusión...

    Salud!

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