Velocidad: palabra que definía al siglo XX, y a la que estamos tan acostumbrados hoy en día que ni nos llama la atención. Es cosa bien sabida que cuanto más rápido vivimos, menos nos enteramos de lo que pasa a nuestro alrededor. Nuestra percepción de las cosas se disuelve en una ojeada rápida, un visto y no visto. Hola imagen, adiós concepto. Así lo cantaban los postmodernos.
Piensen ahora un ejemplo: la diferencia entre el que pinta un paisaje y el que saca una foto. Quien haya tenido la experiencia de pintar algo de la realidad, sabe de sobra que interioriza su imagen, la conserva en la memoria. Recuerdo un roble de Rennes, los lagos de Warmond, o una torre de Ceske Krumlov de hace años precisamente por aquel esfuerzo. Naturalmente, hacer un paisaje, por simple que sea, lleva un rato. Obliga a sentarte, observar a tu alrededor y recrearte en ello. La foto es más ligera, precisa tan solo un instante. Apunten, disparen, fuera, y a cazar otra imagen. Nos encontramos al final con el turista caza-fotos, más obsesionado con surtir su viejo album o su face-book de imágenes que de acordarse dónde sacó la imagen.
Pero no quería hablar de eso: quería hablar de las bicicletas. Me reconozco un desastre: no sé conducir, y con todas las cosas malas que tiene, hay una ventaja. Me encanta montar en bicicleta y lo más curioso es que le encuentro hasta un sentido metafísico a tal cosa. La bicicleta nos permite esa experiencia de lentitud, de saborear la realidad. Me explico: esta tarde me fui a dar un paseo, a recoger unas calcitas en unas minas cercanas a la ciudad. En el camino atravesé un barrio decrépito, calles sin asfatar y con casas derruidas que jamás soñé que existieran en la ciudad. Después crucé un campo de amapolas y viboreras, escuché a las alondras (o creo que eran ellas), descubrí un nuevo tipo de retama y para colmo me encontré con un aragonito fabuloso. Al final me detuve en la cima de un cerro, contemplé una fantástica puesta de sol y pude volver a casa, pensando en escribir en el diario. Si hubiera ido en coche, habría tomado una salida a la autovía, perfectamente asfaltada y que pasa por encima de las chabolas. Habría visto unas manchas violetas y rojas en el campo. Y por supuesto, las alondras, ni sentirlas.
Ray Bradbury, en su libro de Farenheit 451, se imaginaba coches untrarápidos atravesando carreteras inmensas con carteles de kilómetros de longitud, necesarios para que la gente que viajaba tuviera tiempo para leer en ellos. La velocidad no permitía otra cosa, acabábamos pensando. Bueno, no se equivocaba tanto: intuyo que algo parecido nos pasa en nuestros días.
Cuánta razón tienes (soy Fa). Y es más, el problema no es solo la velocidad. Sacamos una foto, descargamos algo que nos interesa de Internet, etc, con la intención de verlo "más tranquilamente" en otro momento. Pero ese otro momento nunca llega, porque lo llenamos con nuevas cosas interesantísimas que volvemos a guardar para deleitarnos con ellas más tarde. Me reconozco víctima de esa compulsión descargadora-copiadora y de esa manía d ir rápido por la vida sin dejarme tiempo para ciertos placeres. Voy en coche a trabajar, voy en coche a estudiar, y la sensación de andar se me hace a veces hasta extraña. Pero en medio de todo esto (cuánto echo de menos los mediodías de los viernes en algún rincon cacereño), de vez en cuando, consigo disfrutar de un paseito (muchas veces gracias a Heli, que afortunadamente se pone muy pesado). Y también de vez en cuando, saco mi bici a tomar el aire y voy a la ciudad pasando por la ribera del río... de lo mejor que hay! Qué gusto el airecito dándome en la cara, las vistas estupendas (en coche sólo asfalto, edificios cutres y más coches), gente que pasea, animalillos y plantas varias y una sensación de casi vacaciones (Verano Azul dejó huella)en medio del trajín cotidiano.
ResponderEliminarAunque practico mucho menos de lo que querría, podría y creo que debería, soy una defensora a ultranza de la bici. Permite recorrer distancias considerables a una velocidad razonable, disfrutando del paisaje, hacer ejercicio, reducir la contaminación, evitar molestas búsquedas de aparcamiento, tomar el aire, etc, etc,etc. Hace poco estuvimos en Italia y fue bonito constatar que allí, al menos en las ciudades en que estuvimos, está perfectamente integrada como un medio de transporte más. Para mi la prueba eran la cantidad de bicis feas y viejunas, nada de mountan-bikes poco adecuadas para el tránsito urbano o de pesadas bicis del decatlon muy monas pero muchas de ellas poco prácticas; y la heterogeneidad de los biciclistas (jóvenes, adultos con el traje del trabajo, ancianos, niños con mochila del colegio, etc.). Aquí a veces una tiene la sensación , aunque cada vez se ven más bicis, de que no dejamos de ser cuatro hippies o frikies, y de que ser usuario de bici es una seña más de identidad como más o menos izquierdoso, ecologista, progre, hippie... o como una especie de marciano trasnochado que va dando lecciones de lo que hay que hacer a los que le rodean. Hace poco una compañera que no me conoce mucho me vio en bici y me dijo "Te pega". Qué poca ilusión me hizo, ojalá pronto dejemos de hacer este tipo de asociaciones mentales.
Pues eso, que es un vehículo estupendo para el tiempo de ocio, para ir a coger pedruscos y también para movernos por la ciudad disfrutando de esta. Cuánta sabiduría en tus palabras, Angelillo, me encanta esa filosofía tuya de vida de las pequeñas cosas que son las que nos dan calidad de vida realmente.
Un beso morriñoso
Querida Fabi:
ResponderEliminarMenos mal que tú me entiendes...
Tienes toda la razón del mundo. Y es verdad que te sientes extraño cuando la gente te mira como quien ve a un marciano. A mí un compañero de trabajo me dijo si no era ya demasiado mayorcito como para ir por la ciudad con la bici, y que te acaban asociando con roles de alternativos, progres o yo qué sé. Por cierto aquí en Cáceres se está haciendo una asociación de ciudadanos a favor del uso de la bici en la ciudad.
Me pregunto si alguna vez llegaremos a ser italianos o duchos.
Y también tienes razón con el descargador compulsivo de internet, no se me había ocurrido, pero es la mejor imagen dela satisfacción del tener por tener y no disfrutar.
Por cierto, me he montado otro blog, "el trapecio volador": un taller de fotografia creativa que he hecho de una actividad de clase con los de la E.S.O. y son todo cosas de mis alumnos que hacemos en ética y EpC. Es alucinante cómo los salvajes de la ESO reaccionan con estas actividades. Resulta que el curso más problemático tiene auténticos artistas en potencia!
Ja, ja, "demasiado mayorcito". Me imagino la cara que se te quedó...
ResponderEliminarPodemos ver el blog de fotografía? Dinos la direccion para ver a tus artistas
Soy un poco torpe. Ya lo he visto.
ResponderEliminarLa verdad es que ha costado un poco de trabajo pero les ha gustado bastante la idea a los de tercero. El problema es que son muchos por clase: hay gente muy implicada y creativa y otros que pasan de todo.
ResponderEliminarpues yo me se de alguien que se va a quedar sin bici si no aprueba a cierta persona, jajajaja!!
ResponderEliminarComo lo hagas, te vas a quedar sin guitarra, ¡¡¡aprendiz de Agnus!!!
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