Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

domingo, 29 de marzo de 2009

EL ENIGMA PARMÉNIDES

Una de las primeras polémicas que se abren sobre el asunto puede ser la siguiente: qué consideración damos al embrión humano. Discutían en clase Inés y Laura en torno al tema del aborto con malas maneras. La primera se manifestaba antiabortista decidida y no dudaba en denominar aquello como un “asesinato”. Laura decía sin embargo que “aquello” no era más que un trozo de materia, totalmente dependiente de la madre. Cuando llegué a casa, empecé a pensar sobre lo que dirían gente como Parménides o Aristóteles sobre esta posición.
Parménides no dudaría en decir: “mira, las cosas son o no son. Una cosa es un niño formado y otra un conjunto de células dentro de un cuerpo, pero está claro que hay un abismo entre una y otra". Parménides: el gran defensor de lo estático, el presente, el aquí y el ahora eterno, hasta la extravagancia de negar el cambio. Y como diría Laura, "no pienso en lo que será en nueve meses, sino en lo que es en este momento".
Papá Aristóteles, fundador del antiabortismo, nos sugiere otra cosa. "Si las cosas no vienen de la nada, vendrán de otra cosa. Y ahí nos encontramos con un embrollado proceso en el que algo, en su nacimiento, se convertirá o tenderá a convertirse en otra cosa y dará origen a su vez a cosas distintas, si dejamos seguir el curso de la naturaleza." Una bellota no es un árbol, pero está claro que sin bellota no hay árbol (ni futuros árboles). Y entonces, qué realidad daremos a la bellota, el embrión, la semilla de toda vida? Habrá que respetar todo el proceso desde un principio si aceptamos las reglas de la naturaleza.
Quizás la diferencia de Aristóteles con nuestros días es que aquellas reglas de "la naturaleza", algo casi sagrado y digno de admiración, al mismo tiempo que temido y desconocido, se ha convertido en la servidora de los hombres (veremos por cuanto): son las leyes de la naturaleza la que se ponen al servicio del hombre y no al contrario.
En fin, estaba yo contento con todas estas divagaciones que las terminé exponiendo en clase al día siguiente. Cuando terminé de hacerlo, Laura me contestó con una sonrisa de las suyas y dijo, "vale, pero tanto rollo me aburre". La soledad del profesor y las cosas de la educación, qué le vamos a hacer.

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