Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

jueves, 4 de febrero de 2010

ARGUMENTO DE RECIPROCIDAD.

     Toca hablar de multiculturalismo y en las clases de filosofía tengo muchas veces que escuchar el siguiente argumento: Si en los países islámicos, nosotros no podemos levantar iglesias y no creer en Dios, entonces nosotros podemos dar el mismo trato a los musulmanes que vienen a los países occidentales.
    Reconozco que este argumento de reciprocidad no lo ofrecen solo los alumnos. Se repite de la misma forma en multitud de medios de comunicación, personas formadas y padres de familia, y a mí, personalmente me deja un extraño regusto de sentimiento de fracaso y derrota para nuestra propia civilización. La duda que me invade es la siguiente: si podemos meramente comportarnos como ellos a la hora de resolver problemas de intolerancia. Si seguimos aceptando que nuestra civilización se basa en una democracia liberal, la política de cerrar el puño puede utilizarse puntualmente y de forma completamente legítima, pero en última instancia debemos permanecer con las manos abiertas. Abiertas a una mayor pluralidad. Precisamente el no seguir esta política de reciprocidad es lo que nos hace distintos a ellos.

En segundo lugar, hay que precisar qué significa la palabra "ellos". Un estado, un sector de la población intolerante, una minoría radicalizada, pueden dar la impresión de ser la voz única y universal de una cultura entera. Es un reflejo de nuestra ignorancia reducir la multiplicidad cultural a estas interpretaciones, por relevantes que puedan parecer. Cuando pregunto en clase sobre posibles diferencias entre países islámicos, todos responden que no hay ninguna o que son mínimas: todo se reduce a una interpretación fundamentalista. Pero si comparamos Afganistán, Indonesia, Kosovo, Marruecos o Turquía, nos damos cuenta de sus diferencias. Y la siguiente pregunta queda muchas veces en blanco: cuánta gente islámica conocemos en nuestra vida cotidiana para demostrar con tanta autoridad nuestro veredicto?

Y por último, alguien puede plantear una estrategia a largo plazo distinta que la de seguir manteniendo más o menos nuestros valores liberales? Esta es la pregunta que deja en muchas ocasiones Todorov abierta en su libro El Miedo a los bárbaros. Muchos consideran la interpretación liberal / multicultural como una debilidad intrínseca a nuestros regímenes políticos. Y efectivamente, la lucha por los derechos individuales y la tolerancia, ha sido siempre un camino con ingenuidades, optimismos no justificados, retrocesos marcados y crímenes que quedan impunes. Pero nadie se puede creer hoy en día que la lucha por la tolerancia es un camino de rosas. Nunca lo ha sido. Está salpicado por la sangre de víctimas inocentes y mártires. Es precisamente esa sangre la que acaba deslegitimando al asesino en un doloroso y largo -a veces interminable- plazo de tiempo.
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