En más de un lugar he escuchado desaforadas críticas contra la visita del Papa y el correspondiente gasto monetario que ha supuesto. En las mismas clases escuché reacciones distintas: estábamos estudiando de pasada La Ciudad de Dios de San Agustín y el tema salió con prontitud. La Iglesia sigue recibiendo dinero del estado, a pesar de la aconfesionalidad proclamada por la constitución. La iglesia católica es solo una muestra: los sindicatos engordan sus arcas con dinero del estado. La patronal también pone la mano. Los partidos políticos no podían ser menos. Y tras esto, infinidad de asociaciones culturales de distintas especies e ideologías dependen de la sopa boba estatal. Curiosamente, muchos de estos subvencionados son críticos con otros colegas suyos a los que consideran ideológicamente equivocados, inútiles y un gasto superfluo para la sociedad.
La primera crítica que podríamos hacer a esto es por qué narices los grupos más fuertes dentro de la sociedad civil son las que reciben más subvenciones estatales. En clase respondían a que esta proporción era completamente justa: quien más adeptos tiene, más consigue de la tarta. Pero está claro que son aquellos grupos minoritarios los que están amenazados. Esto lo tienen bastante claro los anglosajones del multiculturalismo. Son las minorías las que en todo caso podrían contar con un apoyo del estado que en el resto de los casos, debería mantenerse neutral o no intervencionista.
La segunda crítica, y la más importante, es hasta qué punto el estado no destruye la propia lógica de la sociedad civil, independiente, libre y emanadora de razón emancipadora según el bueno de Habermas. Sí, el oneroso gasto que hace el estado se compensa con una sociedad civil atemperada y bien calladita en aquellos asuntos molestos para el gobierno de turno. Hemos contemplado esa dinámica durante bastante tiempo con los sindicatos, y si los críticos tienen razón, la propia iglesia arreció sus ataques contra el estado en cuanto conseguió un buen convenio de financiación. Poderoso caballero es don Dinero, al menos para los asuntos terrenales. También en este caso lo tienen claro los anglosajones: la sociedad civil debe financiarse en su mayor parte desde ella misma, si quiere mantenerse viva. En Estados Unidos hay fuentes de financiación para innumerables proyectos o iniciativas culturales o sociales, desde páginas web alternativas hasta las clásicas fundaciones. Parece que en España, fuera del estado, solo está el desierto.Naturalmente, los americanos tienen sus propios problemas (la financiación privada de los partidos políticos es el flanco más débil de su sociedad civil), pero a mí me interesan los nuestros, que bastante graves son. Digo yo.
«la sociedad civil debe financiarse en su mayor parte desde ella misma, si quiere mantenerse viva»
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con esta parte de la entrada. En un estado supuestamente aconfesional, todo eso debería salir del dinero de quien quisiese colaborar a la hora de organizar actos de tal calibre, no del dinero de todos los que pagan sus impuestos.
Que hay problemas más grandes y que corren más prisa solucionar, por supuesto. Pero no por ello hay que olvidar otros. He dicho.
En mi opinión sí es un problema lo bastante grave para ser tratado, puesto que hablamos de un estado que ahora mismo está en números rojos. Deberían ser más cuidadosos a la hora de financiar todo esta sociedad civil. Pero vamos... ya he visto en tu blog que también te has preocupado del tema...
ResponderEliminarQue tema más complicado el que planteas... ya que en sociedades como la nuestra hablar de división entre Estado y sociedad civil se ha vuelto una quimera.
ResponderEliminarMe parece este un debate tan de los noventa, cuando en la actualidad se están privatizando todas las pérdidas de los agentes privados de la economía y se ve como algo natural. Fíjate en Irlanda cuya deuda pública, fruto de la asunción de todas las pérdidas bancarias, está ahogando al Estado.
Yo creo que el "riesgo moral" tanto en economía como en sociedad civil será las norma en las próximas décadas en nuestros países. El liberalismo de Locke ha muerto... Esta ha sido la gran víctima de esta crisis... no resistimos por prejuicios pasado (Guerra Fría) y académicos ha abandonar conceptos trasnochados, pero yo creo que no existe separación entre sociedad civil y Estado en Europa. Cualquier iniciativa privada en Europa, tanto empresarial como social, recibe algún tipo de subvención, ya no indirecta, sino directa.
¿Cómo se puede mantener un discurso de la sociedad civil en nuestras sociedades si todos vivimos del Estado? Si en economía sólo se creará trabajo, fruto del aumento de la productividad tecnológica, en un sector servicios financiado por el Estado. Si cualquier actividad económica privada (agricultura, industria, comercio, grandes empresas o pequeñas empresas...) vive de las subvenciones. Si el bienestar colectivo implica, desde hace cincuenta años, un aumento del porcentaje de estatalización de la riqueza nacional, incluso con gobiernos neoconservadores....
Yo, cada vez estoy más convencido, de que la sociedad civil que ronda en nuestras cabezas fue definida en el siglo XIX, y la actual todavía no ha sido capaz de ser conceptualizada.
Interesante reflexión, amigo Helí. Podría pensarse en el sentido opuesto: acaso el estado no debería seleccionar cada vez más y mejor el lugar donde inyecta su dinero? Naturalmente que nuestra tradición continental pesa mucho frente a la anglosajona... pero por qué no podría cambiarse esa tendencia para la esfera de lo cultural, lo artístico y lo religioso (sin necesidad de meternos en el embrollo socioeconómico de sindicatos)?
ResponderEliminarLa verdad es que cada día creo menos en la capacidad del estado (tal y como está hoy, marcado por las fronteras nacionales) para intervenir en estos asuntos...
A ver si escribes algo en el blog!