Quisiera terminar el año hablando de una importante efemérides en el campo de la filosofía. Se cumplen cuarenta años de Una Teoría de la Justicia de John Rawls. Hablar de ella es hablar de ese tipo de obras que cambiaron paradigmas enteros en la forma de comprender y abordar la filosofía. Una generación de estudiantes de filosofía tuvimos esta obra como referente básico de iniciación a la filosofía política contemporánea, posicionandonos a favor o en contra de Rawls. Distintos aspectos e interpretaciones de su obra, junto a la de El Liberalismo Político fueron dando forma a diversos debates académicos que se han ido jalonando desde la publicación a lo largo de estas últimas cuatro décadas.
Pero también hablar de estas obras nos obliga a plantearnos qué queda vivo de ellas y qué no. Cuarenta años son una eternidad en un mundo cambiante, y especialmente en relación con una obra de filosofía práctica. Su autor ya no está con nosotros y no puede seguir dando réplicas y sugerencias a la lectura de su obra. Sin duda, lo más importante es que el mundo de 1971 nos parece un mundo con el que apenas tenemos ya contacto desde nuestro presente. Guerra fría, expansión del estado del bienestar, pleno empleo y una sociedad todavía concebida para no contar con molestas minorías de todo tipo, forman parte ya de los libros de historia del siglo XX, pasado ya y al que en muchos aspectos es imposible retornar. Es lógico pensar que los cambios acelerados de nuestra sociedad globalizada pasen factura a la permanencia de cualqueir obra académica. Aún así, es difícil no concebir la obra de Rawls como una obra que no debe figurar en el "canon" de obras clásicas de la filosofía política. Y lo cierto es que la obra alcanzó una justa acogida en el ámbito académico, que superaría lo esperado por el autor. Concebida originariamente como una réplica a las posiciones utilitaristas que dominaban el ámbito anglosajón en el campo de las teorías de la public choice y la filosofía política, y pretendiendo superar algunos de sus conflictos básicos como el teorema de imposibilidad de Arrow, el alcance de la obra superó rápidamente todas esas expectativas. La obra de Rawls implicó una verdadera resurrección del pensamiento contractualista, proponiendo, como él decía en su prólogo, una renovación de este planteamiento, siguiendo de cerca la inspiración de Locke, Rousseau y Kant. Por detrás de esa renovación conceptual, Rawls hacía emerger un estado filosóficamente legitimado en el que los valores de libertad e igualdad pudieran quedar reconciliados y convertirse en la estructura ética de la sociedad. La formulación de su famoso "principio de diferencia" se convirtió en referencia filosófica de primer orden para la fundamentación del estado del bienestar.
El argumento central de su obra es, en mi opinión, uno de los argumentos morales más sólidos esgrimidos en la historia, aunque no necesariamente es original de John Rawls y ya está implícito en Kant. Rawls propone un "experimento mental", en el que nos desnudamos de nuestros caracteres físicos y psicológicos, y nos convertimos en espectros que pueden encarnarse en cualquier forma humana conocida y cualquier posición social imaginable. Ante esa posición imaginada, nos tenemos que plantear qué tipo de principios morales deberían regir una sociedad que pudiésemos considerar justa para todos sus integrantes. Por esta "posición original" van desfilando distintos proyectos políticos y se van rechazando precisamente por su incompatibilidad con las condiciones del "velo de ignorancia" marcados en esa posición original. Como no sabemos qué posición vamos a ocupar en el mundo de carne y hueso, nadie se arriesgará a aceptar una sociedad marcada por la pertenencia a una raza, una clase social o una religión, pero tampoco aceptaríamos una sociedad marcada únicamente por las reglas del mercado libre o por una igualdad absoluta impuesta por el estado. Los individuos, sin necesidad de mostrar sentimientos de simpatía hacia sus semejantes, siendo autointeresados y racionales, optarían por los dos principios de justicia que según Rawls deben fundamentar una "sociedad bien ordenada", la libertad y la igualdad. Una igualdad que también aspira a una reordenación económica, en la medida en que su principio de diferencia exige remodelar el mero principio de eficacia económica u óptimo paretiano supuesto de una sociedad de libre mercado. Así, "the higher expectations of those better situated are just if and only if they work as part of a scheme which improves the expectations of the least advantaged members of society" ("las más altas expectativas de los mejor situados son justas si y solo si ellas funcionan como parte de una estructura que mejora las expectativas de los miembros menos afortunados de la sociedad").
El argumento central de su obra es, en mi opinión, uno de los argumentos morales más sólidos esgrimidos en la historia, aunque no necesariamente es original de John Rawls y ya está implícito en Kant. Rawls propone un "experimento mental", en el que nos desnudamos de nuestros caracteres físicos y psicológicos, y nos convertimos en espectros que pueden encarnarse en cualquier forma humana conocida y cualquier posición social imaginable. Ante esa posición imaginada, nos tenemos que plantear qué tipo de principios morales deberían regir una sociedad que pudiésemos considerar justa para todos sus integrantes. Por esta "posición original" van desfilando distintos proyectos políticos y se van rechazando precisamente por su incompatibilidad con las condiciones del "velo de ignorancia" marcados en esa posición original. Como no sabemos qué posición vamos a ocupar en el mundo de carne y hueso, nadie se arriesgará a aceptar una sociedad marcada por la pertenencia a una raza, una clase social o una religión, pero tampoco aceptaríamos una sociedad marcada únicamente por las reglas del mercado libre o por una igualdad absoluta impuesta por el estado. Los individuos, sin necesidad de mostrar sentimientos de simpatía hacia sus semejantes, siendo autointeresados y racionales, optarían por los dos principios de justicia que según Rawls deben fundamentar una "sociedad bien ordenada", la libertad y la igualdad. Una igualdad que también aspira a una reordenación económica, en la medida en que su principio de diferencia exige remodelar el mero principio de eficacia económica u óptimo paretiano supuesto de una sociedad de libre mercado. Así, "the higher expectations of those better situated are just if and only if they work as part of a scheme which improves the expectations of the least advantaged members of society" ("las más altas expectativas de los mejor situados son justas si y solo si ellas funcionan como parte de una estructura que mejora las expectativas de los miembros menos afortunados de la sociedad").