Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

lunes, 15 de octubre de 2012

DISCUSIONES BIZANTINAS Y CHIVOS EXPIATORIOS... O ESPAÑA Y CATALUÑA EN CRISIS.

        La historia es buena consejera para entender problemas del presente, siempre que sepamos salvar las distancias y reconocer que no todo es pura repetición. Pero para nuestra realidad, es difícil no echar la mirada atrás y contemplar otras crisis y situaciones dramáticas de nuestro continente. Cualquier persona con conocimientos históricos del siglo XX no duda en irse a los años treinta. Como eso ya está bien explicado por muchas mentes lúcidas, vamos a hacer memoria y mirar más para atrás.
       Constantinopla, año 630 de nuestra era: mientras el emperador Heraclio y sus generales veían cómo el Islam devoraba en pocos años todas sus antiguas posesiones después de una agotadora guerra con los persas, en la capital se discutía animadamente sobre el sexo de los ángeles. Constantinopla estaba a punto de caer en la historia y todos, desde el último pobre de la ciudad hasta los servidores del palacio imperial, discutían hasta llegar a las armas sobre si la naturaleza de los ángeles era femenina, masculina o hermafrodita. Los hechos fueron tan serios que las discusiones "bizantinas" pasaron a la historia como conversaciones estériles y sin fruto alguno. Las leyendas cuentan que mientras los turcos tomaban definitivamente la ciudad en 1453 -muchos siglos después de Heraclio-, en los monasterios y palacios se escuchaban todavía conversaciones encendidas sobre el filioque, el sexo de los ángeles y la naturaleza de Cristo, ajenos al saqueo y el fragor de la batalla. Una leyenda, indudablemente, pero que ilustra bien nuestros deseos de evasión ante la adversidad.
      Damos un salto, hasta el año 1347: la peste desembarca en Europa con las ratas de un barco llegado de Crimea. La enfermedad se desplaza a gran velocidad por todo el continente y provoca una auténtica pandemia. Al año siguiente las procesiones de flagelantes empiezan a verse en las aldeas y ciudades de occidente, haciendo sangrar sus cuerpos como penitencia por los pecados de la cristiandad. Cuando esto no funciona, los europeos buscan un enemigo interno: los progroms judíos de muchas ciudades europeas son atacados. Europa no sabe quién es la causante de todas las muertes, y alimenta mitos de judíos envenando fuentes y contaminando ropas, o de castigos divinos derivados de los pecados de los hombres y la llegada del Anticristo. Ni los penitentes ni las persecuciones a los judíos resolverán nada, y la peste continuará su senda mortal hasta acabar con un cuarto de la población europea en pocos años.

      Volvamos al tiempo presente. España, año V de la crisis: mientras los recortes económicos destrozan la paz social del país y una cuarta parte de la población está desempleada, nuestra clase política se enfrenta en cuestiones secundarias como el modelo de estado y las identidades nacionales. Tanto unos como otros avivan la independencia o la centralización administrativa como problemas fundamentales del país o incluso como recetas contra la crisis. Uno no sabe si es la falta de imaginación, el maquiavelismo político, la huida hacia adelante o el cansancio de la clase política. Los analistas saben que la crisis autonómica no es culpa de la descentralización administrativa, sino de una centrifugación identitaria. En los primeros tiempos de la democracia muchas regiones asumieron roles políticos que no necesitaban;  surgieron "comunidades imaginadas" irreales, y el "café para todos" desvirtuó la igualdad jurídica de los ciudadanos al crear 17 embriones identitarios. Retomar la ideología centralista como remedio para acabar con la crisis tiene por tanto un toque demagógico que no conviene olvidar: otros países con una administración centralizada como Portugal tienen tanto endeudamiento como nosotros. El problema por tanto no es únicamente el estado de las autonomías y la duplicidad de competencias, sino el necesario mantenimiento del estado del bienestar con sus costes en sanidad, educación y prestaciones sociales de desempleo. Eso es lo que descoloca las cifras del déficit en España. Sobre el independentismo, sobran comentarios. Postular el estado central y el egoísmo de las regiones pobres como causa fundamental de la crisis en Cataluña es perder el sentido común más básico. Suponer que las cosas van a ir mejor solos es un deseo alejado de la realidad, y un anacronismo cada vez más patente en la realidad del federalismo europeo. Cataluña a lo sumo cambiará de dueño a corto plazo, de Madrid a Berlín. Convertirse en una Suiza del sur a lo largo de una década es algo tan imprevisible como las predicciones del FMI para la economía mundial. Mientras, unos y otros avivan la llama identitaria. Falangistas e independentistas se enfrentan en Bilbao o en Barcelona; los políticos declaran su derecho a españolizar o catalanizar el resto de la sociedad del país, el rey desaprueba a unos y a otros, al tsunami de la Diada le sigue el oleaje del 12 de octubre en la plaza de Catalunya o Cataluña. Debates manipulados para calmar o instigar a los descontentos de la crisis. Disputas sobre el sexo de los ángeles. Y los tiempos no están ni para conversaciones bizantinas ni para buscar chivos expiatorios.¿Seremos capaces de superar la inercia de la historia?

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, la verdad es que si estamos metidos en debates identitarios, que son como la religión nos permite encontrar una razón a aquello que desconocemos, y así, aunque vayamos peor mentalmente sobrevivimos unos años más.
    En lo único que no estoy de acuerdo es en lo del déficit que no tienen nada que ver con la sostenibilidad del Estado del Bienestar, eso es otra falacia, sino con la caída de ingresos inmobiliarios, el déficit fiscal del Estado, la transferencia de rentas hacia la economía financiera y la ausencia de un modelo que genere crecimiento económico.
    Un saludo.

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  2. Cuando escribí lo del estado del bienestar sabía que no ibas a estar de acuerdo. Vale, sí, tienes razón. Pero yo no he hablado de salir de la crisis económica, sino meramente del déficit público actual.

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