Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

miércoles, 8 de abril de 2020

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La música medieval es el ejemplo perfecto del magnífico espejo roto de la historia. Escucho una y otra vez en mi ordenador A L'entrada del temps clar, en una vibrante y poderosa versión de Els Trobadors, casi histórica a su vez. Estos fragmentos evocadores rompen mi espacio y mi tiempo. Estimulan mi imaginación, inspiran imágenes en la niebla y le ponen un rostro, un color, una línea, una figura. Pero apenas nos llevan a lo que fue la Edad Media. Más bien nos conducen a nuestra propia ficción medieval. En cualquier caso, el viaje bien merece la pena. El componente atemporal y eterno de la música se impone y dicta sus reglas. Y como siempre, ayudan a pasar estos días y acordarnos de los tiempos claros de abril, como canta la canción.

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