Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

lunes, 30 de marzo de 2009

LA DERROTA DEL HISTORIADOR

Hace algún tiempo acudió a esta pequeña ciudad el conocido historiador Paul Preston. Las visitas de estos intelectuales no hizo más que reavivar las cenizas siempre ardientes de un debate historiográfico que se prolonga en los últimos años: la memoria histórica de la represión franquista y el tema de la Guerra Civil. La inmensa mayoría de quienes estuvieran presentes en su conferencia tal vez buscaran una “satisfacción intelectual” a la conferencia que meses atrás diera también en la pequeña ciudad Pío Moa, destinada, naturalmente a sus opositores políticos naturales.
Tan solo ofrezco dos pinceladas de tal debate –mucho se ha hablado del mismo, demasiado tal vez-. Existe hoy en día una revisión de los primeros años del franquismo que sin duda está endureciendo el juicio que podríamos tener sobre el mismo, especialmente para aquellos que no los vivimos. Esto indudablemente puede generar un beneficio de carácter político para aquella parte que ideológicamente puede sentirse identificada con la parte que perdió la guerra o sufrió la represión: la izquierda española. La respuesta desde el otro espectro ideológico es precisamente aquella que considera lo contrario: la derecha critica que la izquierda cometió los mismos desmanes y por lo tanto, no está legitimado que alguien que tiene las manos manchadas de sangre inocente clame en contra de otros asesinos. Parece que el debate se reduce a un mero recuento de represiones, asesinatos, golpes de estado, quiebras de la legalidad etc, etc... y gana quien tiene un haber menos sucio. La resolución que se intenta alcanzar sobre este tema es estúpida: la historia está impregnada por el más fuerte, y este es quien debe aguantar el veredicto de las generaciones siguientes. En el actual conflicto de Israel, entre un judío y un palestino, el bando judío tiene más responsabilidad en cuanto que el israelita ataca con un tanque y el palestino responde con una piedra. Y lo mismo ocurrió con la Guerra Civil y la posterior represión. Ahora bien, esta resolución no nos dice absolutamente nada sobre la inocencia de ambas partes y no exhime de culpas a nadie. Rastrear con lupa a los culpables y proyectarlos hasta nuestro tiempo es el hecho discutible y que desearía examinar con más cautela.
Según los más ardientes entusiastas de este debate, la condena de la derecha o la izquierda desde la Restauración hasta la Guerra Civil significa condenar y machacar a la actual derecha o izquierda. Parece que se nos olvida un hecho singular: las facciones políticas previas a la guerra tienen más parecido entre ellas que cualquiera de las nuestras con las suyas. Es decir, la izquierda y la derecha española actual tienen más semejanzas entre sí hoy en día que esa misma izquierda y derecha con sus respectivos antepasados ideológicos. Nuestros antepasados políticos no tenían semejanzas ideológicas, sino otras de mayor calado: semejanzas en las formas de actuar y comprender la sociedad, y una particular tendencia hacia el autoritarismo como única forma de salvar el país. La tentación autoritaria espolea incluso dentro nuestros liberales más ilustres, como es el caso de Ortega y Gasset.
Cualquier relación que pueda hacer el Partido Popular con el partido conservador de Cánovas del Castillo o la CEDA, o el partido socialista actual con el PSOE de la II República es puramente nostálgica y puede ser sometida a una manipulación interesada. A nivel histórico, los partidos actuales dependen del consenso político generado en los años de la Transición. Las ideas de esos mismos políticos de la transición –desde ambos bandos- habrían sido consideradas demenciales y estúpidas en la época previa a la Guerra Civil.
Si esto que he dicho tuviera una mínima verdad, el debate habría quedado zanjado. Intentar encontrar ciertos culpables en nuestra historia es tarea no de los políticos, sino más bien de los historiadores. Precisamente el hecho de que un tema historiográfico pase de los primeros a los segundos significa que dicho tema está desactivado ideológicamente y por tanto, relativamente superado. Los historiadores no buscan venganzas ni ajustes de cuentas políticos: tan solo evitar errores del pasado, y destacar también lo terrible que ha sido ese pasado.
El hecho de haber tenido experiencias históricas tan desastrosas como el reinado de Fernando VII o una dictadura franquista significa el fracaso de una sociedad entendida en conjunto. Culpabilizar a un único sector de la sociedad significaría estar ciego. Ahora bien, criticar a Fernando VII no levanta ninguna ampolla, mientras que criticar a Francisco Franco sí que lo hace. Y aquí se ve la cuestión: debatir “ideológicamente” el enfrentamiento entre liberales y absolutistas del siglo XIX nos parece estúpido porque hemos encontrado un consenso que nos permite superar la cuestión: la concepción actual del estado supera con mucho todas las visiones que había en aquella época. Nadie va a sacar demasiada tajada del asunto, y por tanto, el debate permanece en polvorientos libros de bibliotecas y en disputas serias de académicos o de aficionados amantes de la historia.
Deberíamos hacer un enfoque más distanciado con las dictaduras fascistas europeas. Dichas dictaduras son fruto de un tiempo con graves desequilibrios sociales. Aunque esto no sea un cálculo matemático, si no hubieran existido personalidades como Hitler, Mussolini, Stalin, Salazar o Franco, habríamos tenido muchas posibilidades que algún otro dictador se hubiera hecho con el poder (no olvidemos que por un dictador que accede al poder han existido por lo menos cinco o seis intentos previos para tomarlo). El problema no es el hecho que un megalómano profético o salvador tome el poder, sino el porqué en determinadas circunstancias se permite o apoya a los megalómanos o salvadores tomar el poder. Locos e indeseables han intentado muy a menudo gobernar un pueblo, pero en unas ocasiones son capaces de ello y en otras la sociedad no les deja. El elemento de la suerte o fortuna en la historia no es tan decisivo como nos pueden hacer creer algunos libros, y lo que tenemos que indagar son las causas profundas que empujaron a esos hombres a hacer lo que hicieron.
Por tanto, si queremos evitar tales errores, debemos centrarnos en los problemas que asolaron a esas sociedades, y no en un mero nombre o ideología política. Desde nuestras propias ideas nos podemos preguntar cual habría sido el remedio para evitar aquello. Eso es lo que debería provocar debate en la actual clase política y no un nombre o tal otro. La pregunta a hacer a alguien de estos reivindicadores de derechas o izquierdas anacrónicas es la siguiente: qué hubiera hecho usted en 1936 si fuera un jornalero en Jaén? O qué hubiera hecho usted si fuera un pequeño propietario en Palencia con una familia para mantener? Que es lo mismo a decir hoy: qué haría usted en Marruecos o Senegal si no tiene trabajo? Qué haría usted si su empresa decide moverse hacia Europa del Este y pierde su empleo? Es en la posible similitud de estas preguntas, donde encontramos la importancia de la historia y no en los nombres propios.
Me quedaría por debatir un escollo en este intento de desactivación del manido debate de la Guerra Civil. La recuperación de la memoria de algunas víctimas inocentes no debería tener una pretensión política. No se pretende hacer venganzas entre izquierdas y derechas sencillamente porque buena parte de esa izquierda y derecha están, afortunadamente, criando malvas. Una investigación adecuada debería contar con una decidida abstención política, en el que no hubiera pretensión de beneficio o de pérdida electoral.
Lo que más tenía que haber llamado la atención sobre esta conferencia fue una sombría reflexión final, que Paul Preston dejó caer al final de su charla. La verdad está amenazada, porque la verdad histórica es seria, muchas veces aburrida, y no está reglada por las mayores o menores ventas que puede tener un libro polémico o por el beneficio político que puede tener el quitar una estatua de un lugar determinado. Para bien o para mal, los académicos han dejado de ser los guardianes de la historia –si lo han sido alguna vez-, y esa función ha pasado al mercado, la sociedad civil o el juego político populista.

5 comentarios:

  1. Pequeño Angie:
    Es mucho lo que has escrito en estos días, y yo no tengo mucho tiempo para responder a todo, aunque he de reconocer que me quedaré con las ganas.
    Respecto a este tema de la Guerra Civil, hay una parte en la que estoy de acuerdo contigo, y es que cuando esta se utiliza como un arma arrojadiza entre políticos, a menudo más con la pretensión de ganar votos que cerrar heridas de la forma menos dolorosa posible. Dicho esto, no podemos negar que no es lo mismo el tiempo de la guerra civil que el de Fernando VII. Ni creo que se puedan equiparar vencedores y vencidos. En primer lugar, las heridas de la guerra civil no están cerradas. Muchos han muerto sí, yo no diría "afortunadamente", pero aún hay vivos, y aún hay hijos e incluso nietos. La psicología humana es compleja, y hay ciertas experiencias que no conviene cerrar en falso, porque lejos de hacer que se olviden, alargan el sufrimiento. Hoy he visto en la tele a nuestra siempre peculiar ex-profesora Josefina, y decía algo que me parece interesante. Ella afirma que la transición no ha sido "desmemoriada", todo lo contrario, pero sí que no se ha hecho justicia. Y esto es cierto. Desde luego que en una guerra los desmanes se cometen por todos los lados, pero aquí los vencedores han tenido 40 largos años para hacer su propia justicia por los desmanes cometidos y por lo que no son desmanes. Puede parecer un poco demagógico, pero creo que algo de verdad hay en ello, y creo que tú has visto el archivo de la guerra civil de salamanca, que desde mi punto de vista es espeluznante.
    Estoy de acuerdo contigo en que si no hubiese sido Franco, otros cuantos podían haber hecho lo mismo y lo intentaron. Pero a ellos no podemos juzgarlos, igual que no podemos juzgar por asesinato al que lo intentó y fracasó. En cambio, el que cien personas hayan intentado matar, por ejemplo, a mi padre, no es un atenuante cuando juzguemos al que efectivamente lo haga. Creo que me entiendes.
    Quizás en tu familia o en la mía no se haya vivido esto de cerca, pero todavía hay jóvenes de nuestra generación cuyos padres no han podido cerrar la muerte de su padre, porque ni siquiera saben dónde está. Hace unos años esto no me hubiera parecido demasiado importante, pero hoy creo que no es justo que esto suceda por el capricho de algunos. La transición se hizo como se hizo, y quizás fue la mejor manera en aquel momento, yo no lo sé. Pero ya han pasado 30 años, creo que es el momento de cerrar heridas y hacer justicia. Sin aspavientos, sin sacar provecho electoral o político de ello, pero devolviendo a cada uno lo suyo cuando se pueda (en la mayoría de los casos el mayor daño es ya irreparable).
    Resulta irónico que, mientras sentamos en el banquillo a Pinochet, Fraga este sentado en un escaño. Votado por muchos, sí, pero con un pasado imborrable a sus espaldas. No creo que el respaldo social pueda servir como único eximente de la barbarie.
    Y no creo que ya sirva de mucho juzgar a los implicados que aún puedan seguir coleando, es decir, no creo que sea ya muy ejemplarizante hacerlo, pero sí proporcionaría algo de paz interior a muchas almas intranquilas. Lo mismo que devolverles lo que un día se les arrebató, desde lo puramente material hasta la tranquilidad de enterrar a su familiar.
    En fin, que sí es cierto, son cosas del pasado, pocotiene que ver la realidad actual con la del 36, etc. Pero en la medida en que existe esta demanda, debería satisfacerse, puesto que es de justicia. Y desde luego, pronto será tarde (ya lo es bastante) para hacerlo. No creo que siempre sea lo más sano pasar página sin más.
    (Qué demagógica me estoy sonando, pero es que no tengo tiempo de elaborar más esto)
    Bueno majo, que me mola esto que has montado aquí. Y todavía no os habéis puesto a debatir sobre el estado hobbesiano, así que no me pierdo en la inmensidad de vuestras divagaciones...
    Un beso
    (Paul Preston y Pío Moa....qué tiempos aquellos cacereños...)

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  2. Querida Fa (o Heli, el ordenador no me deja ver vuestra linda carita):

    La verdad es que yo cada día me vuelvo más escéptico para evaluar moralmente los errores del pasado histórico.
    Posiblemente tienes toda la razón en que los crímenes del pasado (y especialmente los del bando franquista) deberían revisarse, aunque yo creo que no debería pasar de ser algo simbólico, o una restitución material como mucho. Condenar ahora a personas concretas (como dices tú con Fraga)no me parece convincente. Primero por una cuestión legal: el peso de la historia también lo marca la transición y la ley de amnistía de 1977; los delitos están prescritos por tanto. Las cosas se hicieron de esa manera y yo no creo que ganemos mucho alterando todo eso. Y en segundo lugar, setenta años resulta ya un abismo para juzgar legalmente a alguien (no moralmente, cuidado). La historia acaba poniendo las cosas en su debido lugar y a cada persona en su sitio.
    Besotes...
    (ah, los tiempos cacereños...)

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  3. Me parece tremendo el alegato que acabas de hacer de la impunidad. Según lo que acabas de comentar ¿De qué sirven los derechos humanos y la investigación histórica?
    ¿Estás acaso justificando el asesinato de miles de personas sin una causa justificada?
    ¿Consideras que el paso del tiempo exime a uno de sus responsabilidades morales?
    Yo creo que la restitución de la justicia a alguien que le ha sido negada es independiente del tiempo que haya pasado, y más cuando éstos lo siguen reclamando (supervivientes, hijos o nietos)
    Tú consideras que es moral decirle a un hijo o nieto que reclama la restitución de la memoria de su padre o abuelo: "bueno, eso es como las guerras napoelónicas, ya pasó en la otra centuria". Me parece que banalizar en exceso el asunto.
    El problema es que con lo que estás jugando no sólo es historia, sino memoria presente de un pueblo. Además la construcción de nuestra democracia tiene como fundamento el cerrar las heridas de la Guerra Civil, por eso se considera "modela". Es decir, estás hablando sobre un tema del presente, no del pasado, y por eso continúa vivo en la agenda política.
    Sobre la Ley de Amnistía de 1977 (lo anterior es de FA, ahora soy Helí), re recuerdo que desde España se han abierto procesos penales, en base a los derechos humanos y el derecho internacional, sobre países (Chile) donde también había leyes de amnistía. ¿Qué doble moral estamos construyendo? Nos creemos en el derecho de juzgar las dictaduras de otros países, y aquí sí tenemos claro que es una verguenza y que son actos delectivos, y en nuestro país no.
    Como elemento final, lo que me parece tremendo es intentar equiparar moralmente a dos bandos, poniendo en la balanza de un lado los hechos (dictadura franquista) y de otro la "probabilidad" (estado comunista). Te recuerdo que esto no es ni culturalmente, ni políticamente, ni estratégicamente Europa del Este. Te recuerdo que a nadie se le ocurre entender que Roselvelt, Churchill o Hitler fueran comunistas por haber pactado con Stalin. Te recuerdo, además, que ha nadie se le puede juzgar por la posibilidad futura de cometer un delito, sino todos seríamos sospechosos. Sólo faltaba que también en la historia se crease el concepto de "memoria preventiva", como hacía Bush para justificar sus intervenciones militares.
    Yo sí creo que una democracia sana es aquella que, como un adulto, es capaz de enfrentarse a sus errores y reconocerlos y no pasa nada. Pedir perdón fue un acto noble que ya han hecho otros como: Chirac a los judíos por el colaboracionista, Brandt en Polonia, etc. etc. Y si para los verdugos esto no supone mucho, sí lo es para las víctimas.
    Por mucho que podamos comprender los procesos históricos, no podemos poner en la misma balanza a:
    esclavos - dueños de esclavos
    judios - nazis
    sionistas - palestinos
    víctimas y verdugos

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  4. Querido Heli:

    1. Considero que el paso del tiempo exime a los individuos de responsabilidades jurídicas, no de las morales (hasta cierto punto). Lo queramos o no,existe un código penal quehace prescribir muchos delitos una vez pasados ciertos años o suscrita una amnistia. El juicio y la condena puede ser moral, pero yo creo que en términos jurídicos es complicado.

    2. Yo no he dicho nada en contra de la "restitución histórica". Lo único que dudo es que eso se pueda hacer en términos jurídicos puros y duros. Se puede recuperar la memoria histórica e incluso compensar a las víctimas. Pero nunca se pueden crear nuevas víctimas.

    3. En cuanto que esta restitución histórica es de carácter moral y simbólico, más que otra cosa, tendría que haber una rectificación por parte de todas las fuerzas políticas que hubieran tenido un carácter autoritario, y parte de la izquierda la tenía, »por qué negar lo evidente? En los primeros meses de la guerra civil, existen también excesos en la zona republicana, "entendibles" desde el contexto de una guerra civil muy confusa, y es cierto que el estado republicano intenta someter estos actos desmesurados, pero los hay, y una parte de la izquierda no los rechaza. Me deprimía hace tres o cuatro años al escuchar a un ex-guerrillero del maquis extremeño hablar de "ajusticiamientos" en los años cuarenta y cincuenta, y un puñado de las JC vitoreándole. Puedes entender su actuación, pero no por ello éticamente es laudable.

    4. Es cierto que las responsabilidades no son las mismas, porque unos tuvieron el poder cuarenta años y los otros no. Pero en el fondo, y desde un punto de vista ético, a mí me da igual si unos mataron mil y los otros un millón(es igual que lo de los judíos y palestinos: la falta de poder no exime de las posibles faltas). El espíritu autoritario es el mismo. La diferencia que puedo entender es que la izquierda es más plural y con más diálogo interno.

    5. Y lo de los derechos humanos... en la guerra civil no existían como un código mínimamente legal, son del 1948. Precisamente se pusieron por escrito para evitar que los siguientes conflictos quedaran en un vacío ético y legal tan absoluto.

    6.Con estos temas eres casi tan pesado como yo con el aborto, pero me lo paso en grande leyendo tus comentarios tan apasionados. Y quizás no sea nada objetivo con mi opinión y muy frío,pero yo no veo a la clase política lo suficientemente madura como para hacer este gesto de condena histórica (ni a unos ni a otros).

    7. Pedir perdón es casi imposible porque la nuestra no fue una guerra internacional, en la que un hombre en nombre de un pueblo entero, pide perdón a otro pueblo. La nuestra fue una guerra civil que dividió al país y en el que encima (lo quieras o no, son los hechos), ninguna de las dos partes se cree completamente equivocada.

    8. Y sí, decididamente, soy cada vez más escéptico a la hora de juzgar moralmente en la historia. No me pongo al nivel de Lyotard, porque es un frívolo, pero casi. De la historia hay que aprender errores, para que las condiciones en las que surgieron no vuelvan a repetirse.

    Besitos:

    Ángel.

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  5. La verdad que hay cosas que me cuesta comprender, pero bueno:
    1. Desde el punto de vista jurídico, las últimas sentencias respecto a los derechos humanos inciden en que los delitos contra la humanidad no prescriben ni están sujetos a leyes de punto final. De ahí que estas leyes hayan sido anuladas en Argentina y Chile y que los procesos como los que fueron contra Pinochet hayan podido seguir adelante. Personalmente me parece una garantía frente a los "salvapatrias" del mundo.
    2. Los crímenes contra la humanidad, ver sentencias del Tribunal de La Haya, no tienen que ver con conductas individuales. Es decir, si lo de Paracuellos fuese verdad no es un crimen contra la huamanidad. Sí lo son estados que generan una estructura jurídica y administrativa que ampara la tortura, exterminio y conculca sistematicamente los derechos de una parte de la sociedad. Esto la República no lo pudo hacer porque perdió, así de sencillo, y observar lo contrario si es un juicio moral gratuito. En la historia hay que analizar los hechos, es como si en Rusia se considerase que el estalinismo no fue para tanto por los desmanes de los blancos (nacionalistas rusos) durante la Guerra Civil (1919 - 1921), que por cierto también tenían tendencias autoritarias: ¿Y qué?
    Hay que juzgar hechos como el franquismo llevó a cabo: 250.000 presos en campos de concentración y obligados a trabajos forzosos, 1.800.000 exiliados, sentencias retroactivas por el Tribunal de Orden Público contra comunistas, masones y judíos hasta la década de los 60, etc. Y no es una cuestión de "colores políticos": igualmente denunciable es el comunismo en Rusia, China, Cuba o Europa del Este, etc. Aquí, en Europa Occidental, fue la derecha la que estableció estados con pulsiones autoritarias: Italia, Alemania, España, etc. Personalmente no creo que la derecha "liberal" se deba sentir ofendida por denunciar estos hechos, que también son denunciables por ellos. Yo me considero de izquierdas y me encantaría ver en los tribunal a Fidel Castro... Me parece una cuestión de madurez y responsabilidad política aprender de los errores del pasado y no falsear la verdad por si esta te contamina.
    3. Por último, te voy a contar un caso personal. Mi familia sufrió el franquismo (multas hasta los sesenta que los arruinaron, alojamiento gratuito de la guardia civil con los desmanes habituales y alguna violación, obras públicas que siempre pasaban por nuestras tierras, emigración del pueblo por ser una "familia de rojos) y durante la Transición se callaron, como muchos, favoreciendo el proceso. 30 años después su memoria no está restutida en igualdad de condiciones: hay muertos sin identificar en las cunetas y Paracuellos es un mausoleo, con todos las víctimas identificadas y sus hijos y nietos pudiéndolos honrar durante décadas. Por último, cuando intento investigar los hechos de mi familia mi tía abuela (85 años) me llamó para que lo dejara por miedo y porque no podía dormir. 30 años después sigue viviendo con miedo. Yo creo que esta gente se merece un reconocimiento mayor de la democracia y la sociedad española.
    4. Gilipollas y gente honesta hay en todos los sitios y bandos, no se trata de entrar en una causística personal. Sino de establecer una reglas de convivencia comunes a todos. Sí consideramos que una dictadura se puede aceptar socialmente o no, sí la arbitrariedad está en igualdad de condiciones que un cuerpo jurídico democráticamente constituido y sí, podemos arbitrariamente mermar los derechos de una parte de la sociedad. Y luego entraremos, si quieres, en el discurso bizantino sobre si la república era más o menos violenta, si la guerra civil podía haber sido evitada o no... Bueno cuestiones estas que, en el fondo, son como un Sudoku, cuando llegas a una conclusión pues ya está un jeroglífico ecertado. Pero cuando se habla de las víctimas del franquismo, yo me acuerdo de mi tia abuela y me dan ganas de llorar (no siempre claro), es decir, es todavía una memoria del tiempre presente, de nuestro tiempo, aunque no para todo el mundo claro, pero para parte de la sociedad española lo es y no puede ser tratado como Fernando VII. Por que yo creo que hubo derrotados no sólo en la Guerra Civil, sino también en la Transición y, de eso, hace sólo tres décadas.
    Un abrazo amigo.

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