Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

sábado, 12 de junio de 2010

GRANDES AGNÓSTICOS: DAVID HUME.

"Cuando la cohesión de las partes de una piedra,o incluso la composición de las partes que la hacen extensa; cuando estos familiares objetos son tan inexplicables y contienen circunstancias tan contradictorias, con qué seguridad podremos decidir en lo que concierne al origen de los mundos o rastrear su historia de eternidad en eternidad?"
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Una de mis costumbres más queridas e inevitables consiste en meterme en cualquier biblioteca pública, empezar a hurgar de una estantería a otra cotilleando entre libros y saludando y haciendo reverencias a los muertos vivientes que por allí pululan. Mis manos rápidamente se llenan de muchos ejemplares cuya lectura en ese momento me parece imprescindible. Lo más normal es que una vez llegado a casa, esos libros vayan de un rincón a otro, sin que tenga tiempo para leerlos ni por asomo, pero satisfecho porque me aseguro a mí mismo que los acabaré leyendo algún día (y es que el ansia de consumo llega hasta el placer intelectual). 
Aquel día llevaba a Juan en el cochecito y andar con un niño pequeño en la biblioteca es toda una incertidumbre. Estaba con mis cotilleos particulares, cuando Juan aparentemente dormido, suelta un grito de guerra hambruna. Hay que abandonar el lugar a toda prisa: en un rápido vistazo en las estanterías de religión me hice con un librito verde de Hume, llamado Diálogo sobre la Religión Natural. este sí tuve la oportunidad de saborearlo en ratos libres, saltando de un lugar a otro. Desbrozando el libro, como hago habitualmente (otro de mis vicios en la lectura de los que hablaré otro día).

En fin, vayamos al grano. No sería un gran compromiso asegurar que Hume es en realidad, el padre de todos los agnósticos modernos, y tiene la gran de atreverse a pronunciar tesis que antes de Darwin resultaría impensable decir. Pensemos que antes de Darwin y su teoría de la evolución, no existían realmente argumentos para negar la existencia de Dios, como señala acertadamente Richard Dawkins, al menos desde la filosofía de la naturaleza. La naturaleza era tan sumamente perfecta para la mente humana que era difícil no pensar que se tratara de una creación producida por un  ser inteligentísimo y que al mismo tiempo resultara perfecto y muy superior a los hombres. La tesis de la causa final desde los tiempos de Tomás de Aquino nunca fue puesta realmente en duda hasta los tiempos de Hume.  Los primeros en hacerlo, filósofos materialistas del siglo XVIII, ateos por lógica, fueron considerados dementes que negaban el sentido común que les brindaban los sentidos más próximos. Sería un error vincular a Hume a esa corriente.
Nuestro filósofo, muy temerosamente por cierto, va a plantear objeciones a la argumentación religiosa desde su teoría del conocimiento marcada por el escepticismo. Pensemos que su fenomenismo radical pone en duda la veracidad de cualquier relación de ideas marcada por la causa y el efecto, la semejanza o analogía y la contigüidad en el espacio y el tiempo.Tan radicales son estas críticas que ni las ciencias quedan a salvo de su monumental ataque. Pero si las ciencias no son seguras, la religión, la ética o la metafísica también han dejado de serlo, naturalmente. 

La incapacidad de remontarnos hacia causas primeras, únicamaente por el conocimiento de sus efectos y consecuencias, como hacía la filosofía aristotélica, deja los tradicionales argumentos a favor de la existencia de Dios sin sentido alguno. Ni prueban ni demuestran nada: el mundo y la materia pueden ser eternas, sin necesidad de ser explicadas, o pueden nadar en la contingencia, sin necesidad de remontar una causa metafísicamente necesaria. Están más allá del esfuerzo humano racional: Hume lo vio claramente y Kant tomó nota para su dialéctica trascendental. Sin embargo, Hume va a ir más allá de Kant, y va a arremeter contra el argumento del designio. Contra todo sentido común, como decimos, y contra toda evidencia cercana. El razonamiento es sencillo: no tenemos derecho a realizar una analogía entre las creaciones de los hombres y el orden de la naturaleza. Los defensores del designio se plantean lo siguiente: si es imposible pensar que un reloj haya sido hecho al azar, y no por obra de una inteligencia humana, no se puede decir menos de una naturaleza increiblemente más compleja que la de un reloj. Pero para Hume no hay forma alguna de probar que el marco de las creaciones humanas se puedan extrapolar a la mente divina ni a la naturaleza de la materia. Quizás -Hume se queda en el marco de la probabilidad- existen características inherentes a la materia que desconocemos y que pueden producir un orden que nosotros atribuímos a una divinidad. Y por supuesto, consideramos una arrogante proyección de los deseos humanos el creer encontrar las llaves que nos abren las puertas al pensamiento de Dios.  La analogía queda en el marco de la mera creencia, de la extrapolación no comprobable ni refutable.  

El planteamiento de Hume quedó completamente olvidado: un argumento demasiado filosófico para el público en general y por supuesto, escandaloso para la época. Paley, en el siglo XIX, consagraría aún más la teoría del designio, triunfante hasta el darwinismo, y todavía es una tesis afirmada aquí y allá hasta nuestros días. Curiosamente, si esta tesis teísta tiene fuerza todavía hoy en día, parte de la misma fuente escéptica de Hume. Y es que sería un error considerar a Hume como un ateo: posiblemente rechazaría ese término al igual que rechazaría el de ser un teísta. Al igual que de las causas últimas y los planes de perfección de la naturaleza la teología apenas puede decir nada, la ciencia ante esto tan solo puede mostrar una posibilidad más. Hume no acreditaría que la ciencia pudiera hacerse con un conocimiento de las causas últimas que en el fondo son metafísicas, no materiales, para demostrar por la vía de la razón la inexistencia de Dios. En el fondo sería otra analogía más producto de nuestro conocimiento con la definición de lo necesario, lo infinito, lo eterno o lo perfecto. Una advertencia en definitiva para los científicos excesivamente pretenciosos y metidos a filósofos.          

3 comentarios:

  1. Ángel, ¿podrías hacernos un pequeño favor? ¿Puedes subir a la web de apuntes los resúmenes de cada autor, que han desaparecido de la fotocopiadora? ;-)

    En cuanto acabe los exámenes puede que te comente algo subre Hume; sí que fue insufrible a la hora de estudiar, vaya... jeje

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  2. Perdón por el retraso, pero estos días he tenido que corregir a lo bestia con lo de primero de bachillerato... Espero poder subir lo que falte entre hoy y mañana, Alberto.

    Espero que os vaya bien!!

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  3. No te preocupes, lo llevo bien (sobre todo los autores contemporáneos y Platón, cómo no). Solo es por tenerlo localizado ;-)

    ¡Qué ganas de que pase ya!

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