Tenía mucha razón Mario Bunge cuando hace casi tres décadas no dudaba en clasificar casi toda la teoría económica bajo su despectivo término de pseudociencia: una pura ideología recubierta de complejas fórmulas matemáticas que disimulan unos presupuestos en muchas ocasiones no falsables o completamente irreales. Pero sin necesidad en estudiar modelos econométricos bajo las condiciones inmaculadas de libre mercado, óptimos paretianos y competencia perfecta, no es difícil extraer falacias lógicas en muchos de los discursos políticos que hoy escuchamos en relación con la crisis. Aunque el Sr. Tiburcio sea alérgico a esta disciplina, nos parece una buena herramienta de control de discursos desaforados con pretensiones de verdad absoluta. Veamos algún ejemplo de argumentación inválida en torno a las justificación de la "armonización fiscal" u origen y reducción del gasto público: Un gasto excesivo estatal y autónomico conlleva el déficit público. Si aceptamos lo anterior, la única manera de atajar o limitar el déficit público es recortando dicho gasto.
Afirmación del consecuenteUn gasto excesivo estatal y autónomico implica déficit público. Si existe ese déficit es evidente que es por culpa de ese gasto excesivo. (Si p entonces q. Tenemos q, y por lo tanto, existe p). Frente a la tautología del modus ponens (Si p entonces q, y p, luego q), podemos encontrarnos con que p tiene una explicación que no tiene que venir necesariamente de q. Es decir, este déficit puede venir no necesariamente de un gasto excesivo, sino de una contracción de los ingresos. La realidad más bien indica a que pueda tratarse de una mezcla explosiva de ambos; la ideología liberal, apuntará únicamente al gasto como explicación monocausal, convirtiendo su argumento en una falsa tautología.
Negación del antecedente
Si aceptamos que el gasto estatal implica déficit público, la única manera de atajar o limitar el déficit público es recortando dicho gasto. (Si p entonces q. No tenemos q, y por consiguiente, tampoco tenemos q). He aquí una variación de la falacia anterior. Si la versión del modus tollens es siempre verdadera (si p entonces q, y no-q, entonces no-p), la que aparece en el argumento anterior no es generalizable ni universal. El recorte del gasto público es una posible solución al problema del déficit, pero no la única posible necesariamente. Nuevamente, un aumento de los ingresos puede permitir un gasto determinado sin necesidad de incurrir en un déficit público. La ideología liberal negará esta posibilidad de forma más bien dogmática, asumiendo nuevamente la supuesta universalidad tautológica de su argumentación.
Es que el problema no son los ingresos o los degresos... El problema es que hay más variables y que, a lo largo de la historia, sólo hay dos medios posibles para reducir el déficit público, desde la experiencia histórica, no hay ninguna otra realidad (Que absolutista, doy miedo)
ResponderEliminar1: Aumentar el crecimiento económico y para ello son las políticas públicas de estímulo de gasto.
2: Generar inflación.
En ambos casos el objetivo es aumentar el PIB y reducir el déficit en términos contables. Si los ahorradores se equivocaron prestando sólo se puede restablecer el equilibrio si éstos pagan parte del déficit. Esto sólo se puede hacer reduciendo el volumen de sus ahorros y la deuda.
El problema es hacer esto en un contexto de decrecimiento económico, algo, por otro lado, necesario. Porque hay que redistribuir el crecimiento hacia aquellos países con menos ingresos y, además, los recursos energéticos están empezando a situarse en una curva de rendimientos decrecientes. ¿Le suena lo de los rendimientos decrecimientes? ¿Agricultura del siglo XIV? En resumen, las políticas expansivas, sean de gasto público o privado, sean acabado, entonces ¿Cómo podemos reducir la deuda con un PIB nominal estancando o en decrecimiento?
Terrorífica visión ricardo-malthusiana, pero muy acertada sobre la realidad que nos rodea... Mi pretensión no era, de todos modos, tan ambiciosa. Tan solo deseaba marcar algunas contradiciones en el discurso económico dominante...
ResponderEliminarUn saludo,
Ángel.