Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

lunes, 21 de junio de 2010

NORMALIDAD NACIONAL...


Paseando el otro día con mi cuñado Eduardo nos sorprendíamos del gran número de banderas colgadas en los balcones del Nuevo Cáceres. "Y pensar que si hacías esto hace un tiempo te llamaban facha...", dijo satisfecho. El comentario era lógico. Es de las primeras veces que de forma espontánea pueden verse por las calles de la ciudad una exhibición patriótica de este tipo, sin que ningún poder político obligue a ello. Naturalmente esto no es Holanda, donde sacan las banderas nacionales por una cosa tan simple como acabar un curso escolar, pero menos es nada. Sí, la espontaneidad marca la primera normalización de una identidad demasiado tiempo cuestionada y mantenida en un limbo de malos recuerdos. Esa espontaneidad es vital para entender el carácter no político, sino meramente cultural e identitario, de mostrar una bandera en la ventana de una casa particular. Demasiadas veces se colgaron banderas en el balcón por mandato expreso del gobernador civil; ahora se hace de forma privada, sin coerción y sin ningún interés político por medio. Si Renan pedía un plebiscito diario para la nacionalidad, esta manifestación es algo así como un día de elecciones públicas.
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Las heridas creadas por nuestra historia han sido profundas, y durante una generación entera la bandera española seguía representando una dictadura y una imposición fascista. Yo mismo no consigo identificarme plenamente con los colores y mi educación prejuiciosa me obliga a ser más un espectador antropológico que un entusiasta partícipe en enarbolar la bandera o dar saltos por un triunfo deportivo. Pero los patrones culturales e identitarios están sometidos a cambios con el paso del tiempo, y nuestros prejuicios son desplazados con el peso de las nuevas generaciones. Al menos en las regiones tradicionalmente españolas, llevar la bandera de tu país ha dejado de ser un insulto. La razón: la gente joven no encuentra motivos para seguir sintiendo verguenza por lo creemos, ni tampoco sentimientos de inferioridad, y más cuando esa creencia se desvincula gradualmente de la ideología y esa carga negativa cae bajo el peso de lo histórico, lo pasado, lo caduco y lo superado. 
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Y hay que decir que todo este proceso no se ha hecho gracias a nuestra clase política, sino con su más sentido pesar, tanto de un bando como de otro. Nacionalistas aparte, que juegan en otro ámbito (ideología e identidad cultural van de la mano), la izquierda sigue sintiendo naúseas nada más ver el color rojo y amarillo, vinculándolo a un patriotismo barato y que no representa otra cosa que el viejo régimen franquista. La derecha desgraciadamente, no ha actuado mejor ni de forma más razonable. Al no condenar el viejo régimen político, no permite la superación definitiva del problema, y sigue el juego político de la izquierda. En el fondo estos debates muestran el tenebroso vacío ideológico que sacude las dos partes. Faltando referentes ideológicos fuertes a uno y otro lado, una cuestión menor pone en vilo al país, cuando la sociedad española ha superado el problema y demanda otras cuestiones más urgentes. Decididamente, la sociedad española muestra una vez más que está un paso por delante de sus dirigentes políticos.   

4 comentarios:

  1. Personalmente creo que estará un paso por delante cuando no cuelgue banderas en sus tejados. La identidad nacional debería ser una cuestión del siglo XIX, en el futuro la identidad debería ser universal, sin fronteras y basada en identidades frías y abstractas como los derechos humanos, la educación universal,el desarrollo sostenible, etc.
    Francamente no sé, y eso que soy historiador, cómo una persona inteligente se puede identificar con un trozo de papel y unos colores... y más, cuando tiene una conciencia muy difusa de lo que significa.
    Como diría Benedict Andersson: la crisis económica está ravivando la identidad nacional, por unos medios de comunicación de masas, que pretenden adormecer a los ciudadanos para que éstos no reivindiquen sus verdaderos derechos... Que gran invento el nacionalismo para banqueros, industriales y otros especímenes que no tienen patria. El resto, con que poco nos conformamos.

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  2. Helí: proyectas tu ideología ilustrada, ultraracional, fría y calculadora, sobre una sociedad mucho más sencilla y que necesita una identidad cultural. Después que esa identidad es una invención, que está al servicio de unos intereses determinados, que actúa como ideología alienante que oculta los auténticos problemas de la sociedda etc etc... no lo pongo en duda. Pero es algo que está ahí y que, de difuso tiene bastante poco: un territorio, una lengua y una características culturales determinadas. Para unos el Qujote, para otros, la tortilla de patatas. Y si no te crees esto, vete a Hegel: dónde se configura tu maravilloso estado del bienestar? No en un municipio ni en la ONU, sino en los estados nacionales.
    Naturalmente, estoy de acuerdo contigo en que esto no es para siempre, y que un proyecto decimonónico no tiene por qué mantenerse en el siglo XXI. Pero todavía no hay sustituto.

    Y también te doy la razón en otra cosa: estoy harto de la selección, el fútbol y la madre que los parió.

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  3. De todas formas creo que estamos en una época barroca. La idea de espíritu nacional creado en el siglo XIX nada tiene que ver con el actual y... el problema es ese que no hay sustituto. Pero creo que la nación como construcción moderna es una realidad más vaporosa de lo que pensamos... Estamos en una época barroca, como diría Calderón: la vida es sueño, es decir, todo lo que nos rodea son realidades desmaterializadas y vacías de contenido. Lo de la bandera es lo mismo... que coño somos nacionalistas, lo que somos es oportunistas que es algo diferente. Tú mismo lo dices cuando esto tiene más que ver con la victoria en la Eurocopa que no sentimientos reales, ya veras como si perdemos en la siguiente convocatoria nadie saca su bandera. Además tú mismo lo dices, claro que mi Estado del Bienestar es hijo de la nación decimonónica, un hijo creado para superar sus contradicciones, pues ya sabes... muerto el hijo lo más seguro es que le padre murió también hace tiempo, y así estamos todos huérfanos de padre y abuelo. Un abrazo.

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  4. ah, ya salieron los tristes tiempos barrocos del ilusionismo y el oropel. Efectivamente la contingencia nos rodea, como hemos dicho tantas y tantas veces, y que cada uno se busque su construcción de lo real. Pero sigo pensando, como tú has dicho muchas veces, que esto está más en el interior de nuestras cabezas que en el mundo exterior.

    Un saludo.

    Joder, qué ganas de desbarrar en vivo...

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