Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

jueves, 5 de agosto de 2010

LACTANCIA Y BIBERONES

Iba a cerrar el chiringuito de Tiburcio unas semanas como consecuencia de las vacaciones estivales, pero me han podido las ganas de escribir antes de marchar de viaje. Y es que ayer había una concentración a favor de la lactancia en Cánovas, algo de lo que está muy concienciada Inma y que me resultaría completamente ajeno de no estar el pequeño Juan por medio (está claro que uno es consciente de realidades y problemas solo cuando los experimenta). La concentración consistía en hacer una "tetada" en mitad del parque: madres dando de mamar a sus hijos en grupo para defender el derecho a la lactancia y llamar a la sociedad por los beneficios de la misma.
Las opiniones se extendieron para todos los gustos.No faltaban los últimos retoños del nacionalcatolicismo que pedían recato ante la desvergonzada exhibición de pechos en público. Tampoco aquellos que echaban la culpa de todo a Zapatero y al progresismo (la política se inmiscuye en todo en nuestro país). Ni tampoco aquella gente de mentalidad práctica (y tal vez corta) que veía la concentración como un mero acto de freakies deseosas de llamar la atención.  Opiniones aparte, hay que dejar una cosa clara: el colectivo no trataba de imponer nada a nadie. No es un grupo integrista que acose con el infierno para aquellos que usan el biberón. Meramente apunta un problema más en nuestra sociedad compleja, y reivindica su derecho a la existencia: en este caso, que la lactancia se pueda hacer en lugares públicos sin sentimientos de culpa, y que se entienda como un acto natural en nuestro desarrollo biológico como humanos, y no como una provocación sexual, que es como algunos adolescentes de cincuenta años parecen pensar. 
Esto es lo que Charles Taylor denominaba hace ya quince años como las políticas de reconocimiento o también Iris Young en parecidos términos como politicas de la diferencia. Hacer ver a la sociedad que están ahí, que aunque piensen de forma distinta frente a la mayoría, tienen derecho a alzar su voz y a ocupar un lugar entre la gente normal, práctica y seguidora inconsciente de multitud de convenciones. Lo cierto es que en las sociedades plurales, estos colectivos son cada vez más numerosos: pasan desde asociaciones de vecinos, colectivos de inmigrantes, gays y lesbianas, hasta asociaciones en defensa del reconocimiento de enfermedades y minusvalías crónicas. Desean por encima de todo, hacer ver a la sociedad que no todos sus integrantes son tan iguales ni tan libres como proclamaban los hijos de la Revolución Francesa. Naturalmente, convivir entre gente tan distinta no es fácil. Pero no creo que nadie piense ya que nuestra sociedad es tan sencilla y armoniosa como aquella sociedad de blancos, esforzados emigrantes, católicos, muy machos y con dos canales de televisión. Qué tiempos aquellos en los que la única diferencia era ser derechas o de izquierdas...   

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