Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

domingo, 5 de diciembre de 2010

LOS CONTROLADORES Y EL ESPÍRITU DEL LIBERALISMO

   Hoy la mesa del señor Tiburcio está llena de periódicos del día repasando las noticias de la huelga. Mi amigo  estaba tan centrado en la lectura de las editoriales, que ni se percató de que había entrado en su despacho.
   - Querido amigo, empiezo a sentir que usted rechaza las tesis escépticas. No se puede defender más la ataraxia ante hechos como los que vivimos, y una prueba de ella es su propia preocupación ante un problema como la desfachatez de los controladores aéreos. Por qué un escéptico, en sus últimos años de vida, va a preocuparse por cuestiones sociales tan alejadas de su pequeño mundo?
   - No, más bien leo estas noticias como constatación práctica de lo que ya pensaba. 
   - Si pudiera conocer a lo que ha llegado...
   - He llegado a que el mayor problema del liberalismo como ideología es que el bien común se escribe en letras privadas.
    Yo me siento del otro lado de la mesa y me sirvo un mate, que viene a querer decir: "extienda más por favor su contestación". Mi viejo amigo lo capta al instante, se inclina hacia atrás y se echa la mano a la barbilla, tapando sus labios con el dedo índice. Es su típico gesto anterior al acto de expresar sus ideas. 
    - Quiero decir con esto que en cuanto que el bien común se plasma en una carta de derechos individuales, las personas que creen vulnerados esos derechos se sienten con la legitimidad ética de ir contra los derechos de todos los demás.  
     - Es decir, que el bien común, el interés de la sociedad tomada como conjunto deja de existir. 
    - No es que deje de existir: es que no ha existido nunca, según los liberales más honrados. Ese tipo de cosas ocurren como meras casualidades históricas, en el que todo el mundo arrima el hombro ante una coyuntura difícil porque no le queda otra. Eso es lo que sugiere la lectura de Hobbes y Locke. Pero en realidad, eso no puede durar. Cuando olvidamos la experiencia de los años difíciles, inexorablemente el interés privado acaba destruyendo el interés más colectivo. 
     - Ojalá esta crisis valga para retomar el bien común.
     - O al contrario. Esta crisis se está resolviendo de manera hobbesiana: un regreso al estado de naturaleza anárquico, al sálvese quién pueda, amparado además por el poder de las leyes del mercado. Por eso, yo creo que el proceso de destrucción todavía se tiene que intensificar más hasta que el péndulo cambie de sentido, y la historia nos conduzca a la reelaboración de un nuevo bien común, un nuevo porvenir, una nueva meta.
     - No le daba a usted por ser seguidor de Heráclito o Hegel.
     - Pues sí, la H de Historia me gusta más que la F. Cada vez más.

3 comentarios:

  1. Lo mismo es que hoy estoy obtuso pero ¿la F de qué? ¿de Feuerbach? ¿De Fe? ¿De "fate"?En serio que no lo sé...

    Un saludo

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  2. Muy buen artículo... lo has dicho todos y con una prosa propia del Olimpo... Creo que mi próxima frase del mes va a ser "el problema del liberalismo es que el bien común se escribe con letras privadas".
    Lo único que puedo añadir es la tristeza ante la condición del ser humano: que se niega así mismo y a los demás hasta que no recoce el horror de sus actos.
    Cuanto dolor podría haber sido evitado... nos preguntaresmos dentro de cinco o seis décadas... esperemos que no mucho.

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  3. Despotrikator, es más fácil: la F es de filosofía en general. Aunque esto de usar lenguajes cada vez más privados es de un autismo absoluto.

    Y Helí, qué halagador! y también vaya profeta del pesimismo! Nos espera una lucha...

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