Es la postmodernidad un fósil ediacariense o sigue viva entre nosotros? La respuesta en el próximo post. |
En la última visita a la guarida del señor Tibb me encontré sobre la mesa de su escritorio unos cuantos libros de fecha reciente. Uno de ellos se titulaba: Debilitando la filosofía: ensayos en torno a Vattimo, y ahí escribían algunas glorias del movimiento todavía vivas. El título me trajo el recuerdo de muchas lecturas entusiastas de universidad en torno a los postmodernos: sus diatribas contra la disciplina, su lenguaje enrevesado y el oropel de la moda. Tiempo pasado para mí, en definitiva, y también pensaba que sería de la misma forma para el resto del mundo. Equivocación supina, parece ser: la academía universitaria reproduce sus esquemas exitosos ad infinitum, hasta que una moda novedosa acaba convertida en escolástica inamovible.
- Y la quieren debilitar más... Yo pensaba que la filosofía llevaba en la tumba más de treinta años.
Mi amigo sonreía con la mirada puesta en sus libros. - Pues sí, los filósofos postmodernos son como las personas que pregonan a los cuatro vientos la defunción de su esposa y dan un entierro multitudinario a su vieja compañera, pero después quieren seguir cobrando la pensión de la muerta durante años.
- El negocio es el negocio, contesté.
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