Una conversación en la frutería mientras el goloso señor Tiburcio compraba kiwis amarillos. Dos mujeres se encuentran y se saludan amablemente:
- ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Dónde estás ahora?
- Ahora no estoy en ningún sitio.
- Ah...
Prosigue un segundo de silencio embarazoso.
- ¿Y en casa qué tal todos?
- En casa bien.
- Bueno, pues nada. Hasta luego.
- Adiós...
La conversación termina, y la conclusión filosófica que extrae el señor Tiburcio es vieja como el sol: si uno no trabaja, ni somos ni existimos. No estamos en ningún sitio. O los demás lugares se vuelven irrelevantes. El lenguaje ordinario se vuelve terriblemente expresivo de la realidad que nos toca vivir.
Angelillo,acabo de descubrir este rinconcito filosófico,que no está nada mal...
ResponderEliminarreflexiva la anécdota de la entrada,y punzante como la vida que nos ha tocado vivir.
saludos y abrazos.
Gracias Filo... De hecho este blog es el original con el que comencé la andadura en la web. El de naturaleza vino después...
ResponderEliminarUn saludo!