Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

sábado, 29 de agosto de 2020

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    La desnudez de la religión tiene un alto precio: al final, la religión no tiene nada que ver con la moral (y menos aún con el derecho).  La moral es en el fondo, una contaminación humana y de su propia historia. Destruye el sentido más profundo de la religión. Esa fue la desgracia de Mahoma, y en menor medida del cristianismo. Al reconocer la revelación de arcángel Gabriel y plasmarla en el Corán, se petrificó toda la cultura que rodeaba a ese acto. Se volvió intemporal. A diferencia del cristianismo, que consideraba por lo general el mundo material como algo malo o poco importante, el islam divinizó el mundo material y mental que le rodeaba en su fundación y con él todas sus leyes, costumbres y hábitos. El momento histórico se hizo sagrado, de tal manera que romper ese momento y esa coyuntura significaría desde entonces romper con el dios musulmán. Ahora a muchos musulmanes no les queda otro camino que la resistencia, la esquizofrenia o desmontar radicalmente su religión y nuevamente, desnudarla de andamiajes culturales. Tengo la sensación que nunca la lucha interior reclamada en la yihad ha sido tan profunda en el corazón de muchos musulmanes. Al leer el Corán (mala y superficialmente y por supuesto en castellano), tenía la sensación de estar ante el Dios más racional, más equidistante relspecto al hombre y más absoluto de todo el monoteísmo histórico. Es el otro más radical, imposible de mesurar por la mente humana y al que solo podemos someternos. Pero esa pureza se rompe cuando el Corán se convierte en un código de derecho, y nos volvemos prisioneros del Mahoma histórico y de esa divinización del momento. Mahoma y sus descendientes rechazaron  convertirse en el hijo de Dios, pero convirtió su mundo y su experiencia vital en un código divino intocable. La esquizofrenia cultural islámica empezaría en cuanto la historia se empezase a acelerar, y así estamos aún hoy, sin saber cómo desactivarla. 

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