Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

viernes, 1 de mayo de 2009

ADULTOS EMERGENTES...

Hace unas semanas se han celebrado las fiestas de la primavera: algo que hace unos años nos recordarían a las fiestas paganas se traduce hoy en día en multitudes de universitarios congregados en torno a un descampado. En un macrobotellón, se celebra la llegada del buen tiempo con un poco de alcohol. En algún periódico saltaba el típico columnista indignado por el comportamiento de nuestros jóvenes, tachándoles de irresponsables, ignorantes, hedonistas y otros calificativos, frente a la "antigua juventud" formada, idealista y con pretensiones de independencia. Cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque dudo si existió ese pasado alguna vez.
No estamos aquí para juzgar a nadie, pero en la clase de bachillerato yo propuse el interrogante sociológico: nos preguntábamos si ese tipo de comportamiento universitario no era algo más propio de un adolescente de quince años que el de una persona cercana a los veinticinco.
Yo les propuse una regla bastante sencilla: cuanto más desarrollada es una sociedad, más larga va a ser la adolescencia. En el mundo antiguo la adolescencia era un rito de entrada en el mundo adulto; en la actual "sociedad del conocimiento", esos ritos se transforman en aprendizajes de una década entera de duración. Es difícil de separar el comportamiento de los universitarios frente al de los que están en la secundaria. Más libertad de acción, una estancia temporal en una ciudad distinta, un mayor compromiso con su futuro profesional, pero poco más. La dependencia familiar es casi la misma, su vínculo con el hogar paterno se prolonga por más años de los deseados, y el acceso a un trabajo se aleja en el tiempo. En definitiva, los jóvenes de hoy en día tardan en hacerse con las riendas de su propia vida.
Nuestro amigo Jose, de Porto, estaba realizando una investigación en su facultad sobre lo que él llamaba "adultos emergentes". Los universitarios de hoy en día se sienten inseguros ante el futuro: intentan sustituir el salto hacia el mundo del trabajo por una formación más prolongada, y en ese intervalo de tiempo continúan con el comportamiento adolescente (en la famosa moratoria de Erikson). Cuanta más incertidumbre laboral ofrecen los estudios elegidos, mayor es también el intervalo de adolescencia no deseada.
Naturalmente, esto lo decíamos sin atrevernos a lanzar un juicio de valor sobre los universitarios. Es difícil tratar al universitario de cobarde e irresponsable, cuando nosotros también habíamos sido "adultos emergentes" en su día y durante mucho tiempo. Cada uno hizo "el salto" a su manera y lo recuerda como un hito en sus vidas, pero sin duda fue una decisión complicada. Después queda el resquemor, como decía Helí, de no haber dado el salto antes, y los últimos años en la facultad tienden a verse oscurecidos, grises, quizás con la conciencia de saber que ese ya no es tu sitio. Bueno, mejor no arrepentirse del tiempo pasado, pienso yo. El río continúa.

1 comentario:

  1. Primero: Yo no soy vuestro esclavo.

    Segundo: Aunque tenga todo el trabajo del mundo, tengo derecho al tiempo libre (y a hacer lo que me de la gana en él).

    Tercero: Ese examen es un parcial. Lo he hecho porque yo quiero. Lo puse hace un mes y vosotros lo habeis hecho hace dos semanas, porque no os dio la gana presentaros antes.

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