Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

viernes, 13 de noviembre de 2009

DEBATES Y DOLORES DE CABEZA

Acabé la clase del viernes agotado. Estaba claro que los chicos de segundo no querían dar clase (como es costumbre y cosa bastante comprensible), casi habíamos acabado el temario y deseaban abrir un debate (cualquier noticia es buena para los amantes del saber). Así que comenzamos a hablar del polémico curso de prácticas sexuales que se había lanzado desde el ayuntamiento. Después de unos pocos minutos de conversación en el gallinero, la polémica iba girando en torno al mal uso de los recursos públicos que malgastan el dinero con este tipo de cursos. Hasta aquí más o menos todo el mundo estaba de acuerdo. Pero la conversación fue desviándose hacia una crítica generalizada a todo lo que se movía. El gobierno es culpable de todo. El gobierno sube los impuestos y se lo gasta en el cine español, el gobierno va sin rumbo, el gobierno solo genera despropósitos. Conforme iba avanzando la clase el ambiente se caldeaba más y al final acabó en un completo sinsentido: conversación rota porque nadie quiere escuchar, ni unos ni otros. Es cierto que es muy valioso que gente joven se pregunte por estas cosas, pero acabé con dolor de cabeza y la sensación de haber perdido una clase. Llegados a este punto de irracionalidad, creo incluso, como decía un amigo, hasta en el hecho de que si el Real Madrid ha perdido la copa del Rey ha sido culpa de los malignos hilos que mueve la Moncloa socialista y procatalana.
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No es mi objetivo defender aquí el gobierno, ni mucho menos. Desde mi humilde punto de vista, creo que no está haciendo las reformas necesarias y el endeudamiento es excesivamente fuerte. Pero también reconozco que el gasto social es elevado y que por primera vez en la historia se intenta no dejar al parado en la estacada. Naturalmente, si no se crea empleo a largo plazo un subsidio no soluciona nada, pero al menos es un gesto de solidaridad. De todos modos, puedo estar equivocado en mi planteamiento. Mi opinión importa bastante poco, para este caso.
Lo que sí me importa es una regla, un criterio para evitar discusiones de besugos como las que últimamente tengo cuando hablo de política. Estuve pensando en unos "tropos" en el puro sentido del escepticismo antiguo, y unas reglas de comportamiento preliminares a cualquier intervención en discusiones de este tipo:
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1. No existen soluciones sencillas a problemas complejos. Un problema complejo demandará siempre una solución igual de compleja.
2. Lo que pensamos que es evidente, cierto y absoluto para todos, posiblemente no lo sea tanto para otros, a los que habitualmente no tenemos en cuenta.
3. Cualquier problema local llevado a un medio general se suele simplificar y pierde sus matices.
4. Del comportamiento de unos individuos o hechos aislados rápidamente extraemos conclusiones precipitadas y hacemos generalizaciones falsas.
5. Lo que ha funcionado en una parte del mundo (un país, una región, una ciudad) puede resultar un completo fracaso en otra.
6. Primera regla básica de la economía: no hay recetas válidas para siempre. Lo que vale para una circunstancia, no vale para diez años después. Lo que ha producido riqueza en una coyuntura, inevitablemente se agota y hay que buscar otra cosa.
7. Segunda regla básica de la economía: cualquier acción que tomemos tendrá repercusiones positivas de un lado y consecuencias negativas de otro. El arte de la economía es reconocer adecuadamente el alcance de esas repercusiones.
8. En política ningún partido ni ideología se puede erigir en dueño de la verdad, y el partido que lo hace se equivoca y acaba perdiendo el poder. Eso es lo que hace a la democracia más efectiva que una dictadura a largo plazo.
9. En política, escuchamos lo que queremos y nos gusta oír. Tendemos a repetir lo que nuestro medio de comunicación favorito dice sin consultar antes otra fuente alternativa.
10. En política y economía, todo el mundo parece legitimado para dar su opinión. Nos hace falta más humildad o reconocer nuestra escasa preparación.
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Si estos principios reflejan prudencia, tibieza, relativismo, escepticismo o todo aquello que se quiera decir, lo único que puedo contestar es que para que una democracia funcione, tiene que haber un mínimo aconsejable de todos estos puntos anteriores en nuestras decisiones. Es punto de partida, pero no punto final. Y naturalmente, se pueden completar o reducir, cada uno debe buscar los suyos.

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