Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

lunes, 23 de noviembre de 2009

RECONOCER MUROS...

Aunque Alberto (y otros muchos) se hayan adelantado a este comentario, me veo obligado a hacerlo. Hace unas semanas los berlineses celebraban la caída del Muro, y a nivel mundial todo parece haber sido regocijo y felicitaciones. Lástima que no seamos capaces de ver otros muros mucho más cercanos a nosotros mismos y que nos tomamos muy en serio construir. Cuadraba estos días además que Larrabas, nuestro contacto saharaui, daba sus charlas en el colegio. Larry se lamentaba que a las celebraciones de Berlín hubiera acudido el ministro de asuntos exteriores de Marruecos, cuando ese país mantiene activo el muro más grande del mundo: un campo de minas antipersona de más de 2000 kilómetros de amplitud. Lógicamente, nos contó, era normal que alguien se enfadara con este señor y hubiera algún golpe de más en las celebraciones de Alemania.
Naturalmente, hay muros que duelen y otros que nos hacen bajar la vista. Muros altos que se ven y otros que pasan completamente desapercibidos. Nuestra tarea sea, tal vez, distinguirlos y hacerlos ver a los demás.
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Muros que no importan a nadie: la interminable frontera minada del Sahara.

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