No se engañen: lo ocurrido en Haití no es un mero resultado de las fuerzas desatadas de la naturaleza. Tampoco es producto de un dios impotente que asiste impotente a la maldad del mundo. No: sencillamente es un fracaso del ser humano. Fracaso de una independencia fallida, fracaso de una sociedad fragmentada, fracaso de un sistema económico que se ve cada vez más inmisericorde con los excluidos. Haiti sería una responsabilidad moral, basada en la libertad de los hombres para decidir su destino. Qué es lo que ha pasado para que se nos haya pasado este detalle, es importante. La inactividad ante estas situaciones se ha vuelto en el enemigo a batir.
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Desde una perspectiva pesimista, uno se puede preguntar si las decisiones que han tomado muchos hombres e instituciones para evitar esto (no el terremoto, sino el estado del país) han merecido la pena. Nos inunda la depresión pensando en colegios y edificios construidos con ayuda internacional y ahora derruidos. Podemos pensar que el orden de las cosas está determinado a que todo salga mal, independientemente de los buenos actos de los individuos. El sistema económico, maquiavélico, impersonal, siempre estará por encima: es imposible cambiarlo. A la ayuda internacional le seguirán las compañías multinacionales, la indiferencia mediática mundial y la reproducción del modelo que conducirá a que en un momento determinado, la catástrofe vuelva a ocurrir.
Desde el lado opuesto, también está muy claro es que no son buenos tiempos para el optimismo. El doctor Panglos, ese personaje de Voltaire, fue ridiculizado precisamente con el terremoto de Lisboa de 1755. Ese Leibniz encubierto, optimista ilustrado por naturaleza, constituyen hoy el grueso de los liberales de mano invisible, creyentes de que basta con no actuar para que todo marche adecuadamente. Uno se pregunta cuántas veces tendrá que suceder este tipo de catástrofes para darnos cuenta que la huída hacia adelante, el no actuar, no es el mejor camino.
Cuál será la senda que seguirá la historia, no podemos saberlo. Me gustaría ser leibniziano aquí. Pensar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y confiar, al menos, que los errores sirven para evitarlos en el futuro. Enmendarlos en un bien mayor. Una cuestión de fe, en definitiva.
Vivemos no melhor mundo possível dada as contigências. Só esqueceram de nos dizer que as contigências são fruto do passado e que temos total responsabilidade por grande parte delas, seja por ação ou omissão... Grande abraço meu amigo, ótimo texto....
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo: se quieren vender como contingencias anteriores errores humanos conscientes. Ya he visto también los textos dedicados al problema en tu blog. Y lo que se percibe desde España es que Brasil está bastante concienciado con este problema.
ResponderEliminarUn saludo.
Haití es un país al revés: primero tuvo que pagar por su independencia (literalmente) y ahora paga por su pobreza. De acuerdo con tu postura, esto no es sólo un desastre natural... Un saludo
ResponderEliminaryo también me pregunto por las causas internas de tal desastre de construcción social. Las desconozco, pero no han debido de pesar para bien.
ResponderEliminarY sí, no sé todavía quién puede aseverar que esto solo pueda ser entendido como catástrofe natural. Gracias por el comentario.