Ya he escuchado en estos días a más de uno negar la posibilidad del cambio climático de acuerdo con las numerosas gotas que han caído sobre sus frentes en estos últimos días. Este invierno tan lluvioso viene a ser un ejemplo de cómo el cambio climático ha sido un camelo, un invento ecologista, una nueva creencia verde que viene a rellenar el vacío ideológico de nuestra época. Valoraciones aparte, vayamos a un simple análisis de la situación. De una serie de casos particulares nunca podremos extraer una ley general, sino tan solo probabilidades. Cuando estas conclusiones se hacen excesivamente precipitadas, incurrimos en el error que se conoce como "generalización indebida". En este caso, con estadísticas en la mano, las probabilidades de un calentamiento global vienen avaladas por datos más fiables que una simple coyuntura húmeda y fría de invierno, que de cualquier modo, se puede dar en un estado de calentamiento global. Es decir, un dato aislado no niega una secuencia, y más bien se explica atendiendo a las coordenadas de la propia secuencia.
Dicho de otra manera: en el clima mediterráneo, la alternancia de situaciones de sequía extrema y etapas húmedas ha sido la norma y lo seguirá siendo, con la diferencia de que las etapas húmedas se irán haciendo más escasas y cambiando de forma, y sobre todo, con temperaturas más altas. Posiblemente la formación de la borrasca del golfo de Cádiz (como producto del desplazamiento del anticiclón de las Azores y ondulación del jet stream) se seguirá produciendo cada cierto tiempo (la última vez desde este año fue en el 2006), y es la que trae lluvias generalizadas y prolongadas al suroeste de la península (permiten cuotas superiores a los 500 mm anuales). Pero precisamente se podría incidir en la interpretación contraria: Lo que habría que señalar es por qué esta borrasca se produce cada vez con menos frecuencia de lo normal, cosa que podría suponerse, otra vez, con cambios climatológicos globales.
Mencionado esto, analizamos el otro error lógico en el que pueden incurrir los ecologistas: la suposición del antecendente. De cierta forma, lo podemos plantear así. Sabemos que A implica B. Si tenemos B, entonces suponemos que es A quien la provoca. La presencia de CO2 en la atmósfera provoca un aumento de la temperatura sobre la tierra. La temperatura está aumentando, y por lo tanto, suponemos que es debido a la emisión de CO2 a la atmósfera por parte humana. Este razonamiento ha sido tomado de forma acrítica por casi todos los ecologistas que lo han convertido en verdad de fe. Y lo cierto es que se incurre en cierta incoherencia lógica: el calentamiento podría venir provocado por otros agentes naturales. La solución aquí solo parte de una mayor evidencia empírica que avale esa relación hombre-calentamiento y que haga improbable o más difícil cualquier otra explicación.
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Con esto llegaríamos a la última falacia en la que caen los críticos con los ecologistas. No basta ahora con afirmar que nunca habrá pruebas suficientes para confirmar la causa humana del cambio climático, y que en la historia de la tierra han existido otras fases cálidas y más frías. Para negar dicha hipótesis, hay que plantear otra mejor y más fiable. Esto sería una variante de la falacia ad ignorantiam. Hasta qué punto se puede ir hoy en día en contra de esa causa humana esgrimiendo únicamente nuestra ignorancia, es una posibilidad que cada vez se hace más difícil, conforme van apareciendo más evidencias empíricas que la van afianzando como la hipótesis más relevante a seguir.
Estadísticas de temperatura en España en los últimos cincuenta años. Desde 1995 las temperaturas tienden a ser cada vez más altas de la media. Sin saber si son lo suficientemente relevantes para establecer un patrón de conducta en una cosa tan compleja como la climatología, son alarmantes. Fuente AEMET.
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