El señor Tibb en proceso de creación bloguera |
Sin embargo su espíritu está bien presente. Su halo de correcta austeridad liberal vigila las decisiones de ministros, presidentes autonómicos y demás clientelaje político. Su aliento helado sopla sobre la nuca de indignados y se mezcla con los gritos desesperados de los manifestantes. Su sangre negra es la tinta con la que se firman todas las medidas de recortes sociales o del saneamiento público (llámenlo ustedes como lo deseen). Le guste o no, todas esas decisiones -correctas o incorrectas- caen bajo su responsabilidad.
Al igual que hizo su antecesor, de memoria oscura para muchos españoles, los presidentes de nuestra Gran Depresión se hunden en el anonimato burocrático para intentar mantenerse a flote. Es un barco siniestro en el que los ministros se convierten en los salvavidas de los presidentes, y se transforman en la cubierta de la embarcación para que esta no haga aguas. Uno acaba pensando que para tener un presidente fantasma, mejor nos quedamos con sus ministros, que son los que dan la cara y los que, en palabras del señor Wert, se tienen que acostumbrar a las broncas. O mejor aún, nos quedamos con las caras de Merkel o los burócratas de la OCDE; ellos no necesitan esconderse; al fin y al cabo se convierten en el rostro visible de Rajoy. Teniendo la mirada prusiana de Ángela, para qué necesitamos más.
(El señor Tibb relee los párrafos escritos. Sonríe. Nada nuevo bajo el sol. Pero al fin y al cabo, si gente como Sánchez Dragó o Salvador Sostres pueden soltar disparates y bufonadas políticas en la prensa escrita y recibir incluso una nómina por su retórica barata, por qué no va a escribir el señor Tibb en su propio blog y quedarse más a gusto que un arbusto...)
Totalmente de acuerdo contigo, Sr. Tibb. Además en tu casa puedes hablar lo que quieras, pues lo mismo, en tu blog a escribir lo que piensas.
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