Zenón de Citio |
Siempre ha habido tradición de hombres estoicos en nuestro país. Gente tan dispar como Quevedo, Unamuno o Cánovas, formaban parte de este gremio peculiar: todos compartían el mismo pesimismo. nunca pude pensar que un hombre como Zapatero pudiera intentar unirse a este ilustre grupo. El pensamiento cíclico -la historia se repite, la historia es inevitable, todo lo que sube baja- ha tenido siempre gran aceptación entre los hombres de nuestra cultura. Sin embargo, yo diría que por primera vez en nuestra historia, nos habíamos olvidado de esa peculiar forma de estar en el mundo. La década prodigiosa del ladrillo había hecho tal milagro: empezamos a creer en el progreso y en el crecimiento ilimitado, otra ingenuidad. Pero estaba muy claro que ese estado de cosas no podía durar. 2008 fue el comienzo de una crisis “L”, larga y sin repunte, que tarde o temprano, y después de altibajos, puede acabar en la madre de todas las crisis, una catástrofe pérmica: de una crisis en la sociedad humana pasaremos a una época de extinción biológica y eso ya son palabras mayores. Ante los tiempos por venir, el ajuste va a ser brutal. Y la filosofía estoica, en su peor interpretación, campará a sus anchas.
Antes de nada, maticemos términos. El hombre de hoy en día ni siquiera es ya el hedonista convencido, voluntarioso y provocador. Esos tal vez existieran a finales del siglo XIX, cuando su actitud suponía una verdadera provocación a las sociedades victorianas del momento. El hedonismo contemporáneo es una muestra de la filosofía estoica, aunque esto nos puede parecer una contradicción cuando tenemos la figura de los estoicos como personas recias e impasibles. Ser estoico no es ser severo: es estar contento con uno mismo en lo bueno y en lo malo: así comprendemos las juergas y bacanales de Séneca junto a su aceptación del suicidio. Dicho de otra forma: estar bien a las duras y a las maduras. Así se explica que podamos disfrutar de un mundial de fútbol y después retornar a nuestra gris realidad.
Quevedo, uno de nuestros insignes estoicos. |
El “hombre estoico” es una figura histórica bien conocida. Incluso algunos de los mayores estoicos de la humanidad son escritores en castellano: Quevedo es quizás su nombre más insigne. Son periodos en los que la falta de libertad en la sociedad es evidente: así fue en el barroco español, y curiosamente, también en nuestra sociedad globalizada. El hombre estoico no cree en la sociedad que le rodea, ni cree que tenga capacidad alguna para transformarla. No es libre, porque los elementos que le rodean –la tiranía de un emperador, o la tiranía económica de un mercado que impone medidas a la sociedad- pueden con cualquier plan unificador con sus semejantes. La libertad del estoico se reduce por ello a su campo interior: a vivir en armonía con el medio que le rodea, impasiblemente. Así puede comprenderse que hoy el primer deber del individuo sea adaptarse al medio económico, poner todos sus medios en el cumplimiento de lo que el mercado espera de él, a cambio de una libertad que sólo puede entenderse en términos de disponer de dinero y un empleo, y disfrutar privadamente de ellos: con ostentación o con altruismo, dependiendo de cada uno. En definitiva, el estoico asume a la perfección el ideal determinista del homo economicus.
Zapatero: de doctor Pangloss al perro atado a un carro. |
De esta forma el estoico perfecto es aquel que no se queja de su situación porque vive en el mejor de los mundos posibles. No conoce y no se plantea que exista ninguna otra posibilidad o alternativa. Esta idea ha sido alimentada desde todos los ámbitos cuando nos convencen que ni la política ni la democracia ni ninguna fórmula mágica va a resolver nuestros principales problemas. El mercado, con su paro estructural, sus crisis inmobiliarias, con sus dictámenes sobre la deuda española, es el carro al que está atado el perro y que tira de él cuesta abajo. Que esta solución sea cierta o inevitable es algo en lo que no nos meteremos: únicamente comprobamos que los hombres que surgen de ella son hombres desencantados, y que sólo aspiran a salvar su propio pellejo, sin importarles un comino qué es lo que pueda suceder más allá de sus relaciones privadas: familia, amigos y su salvación personal. El estoico antiguo tenía el consuelo y el deber de un orden racional en el mundo y la naturaleza: hoy ha desaparecido esa última confianza que al menos permitiría un compromiso social con el mundo. Triste panorama el que nos aguarda. El hedonista y el estoico son hombres que miran únicamente hacia el presente, el primero disfruta y el segundo aguanta. ¿Qué tipo de hombre va a velar entonces por el futuro? En este país por lo menos, no se divisa a corto plazo.
Está muy bien traida la cuestión del estoicismo a nuestros días. Además es revelador que cuando ha florecido esta filosofía ha sido en momentos históricos de con ciertas similitudes. La decadencia de la democracia ática y el hecho de que las decisiones importantes se tomaran en las instancias lejanas del imperio alejandrino, fuera del control de los ciudadanos de las polis.. ¡No me digas que esto no suena familiar hoy en día! De todas maneras en Extremadura, por desgracia -añadiría yo- siempre a habido demasiado estoicismo. Seguro que todos hemos oido más de una vez eso de "¡A ve` es lo que hay!"
ResponderEliminarUn saludo
Ya te digo! Tengo a mi suegro diciendo todo el día: "ya os lo decía yo, ya os lo decía yo, que tó lo que sube, baja".
ResponderEliminary sí, el estoicismo está relacionado con una pérdida de libertad, incluida naturalmente la politica. Por eso el estoicismo fue filosofºia oficial del Imperio Romano, y filosofía popular en los Austrias. ahora, sencillamente es pensamiento impuesto. Oh desgracia...
Ángel, no sé por qué será pero en la barra de "sitios que ferecuento" de mi blog aparece que has escrito una entrada ayer pero pincho y no sale. Supongo que los caminos de intenné son inescrutables.
ResponderEliminarUn saludo
siempre pensé que estóico y epicúreo algo tenían que ver ...
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