Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

domingo, 4 de julio de 2010

LA FILOSOFÍA: VIRTUD PRIVADA O NECESIDAD PÚBLICA.

La filosofía como actividad se encuentra ante una vieja disyuntiva: intentar ser independiente de los poderes públicos o bien seguir manteniéndose bajo el cómodo paraguas del estado. 
    Cuando hace ya quince años salieron leyes educativas que amenazaban con desterrar a la filosofía de los planes de enseñanza de bachillerato, muchos estudiantes de las facultades de filosofía nos movilizamos para intentar detener aquella ley. Encierros, marchas, reuniones y proclamas varias, y muy distintos fines. Mientras los profesionales de la enseñanza sentían sus puestos de trabajo amenazados y   obligados a la reconversión, los estudiantes, que   veíamos muy lejos la aspiración laboral de la carrera, defendíamos una ley educativa de carácter humanista y que proporcionara un espíritu crítico en la sociedad. Eso era vagamente lo que defendíamos: tan solo un grupito de mentalidad anarquista se salía del guión principal. Ellos defendían que la filosofía debía ser erradicada como enseñanza obligatoria, precisamente como medio para conseguir una auténtica libertad de pensamiento, no sometido al control del estado.
     Han pasado muchos años y la lucha continúa en cada debate educativo de importancia en nuestro país, donde las horas de humanidades son siempre cuestionadas por su "inutilidad" y por la necesidad de crear un sistema educativo eficiente, productivo y acorde con las necesidades del mercado laboral. No es raro, al corregir exámenes que algunos de mis propios alumnos, de forma cariñosa pero muy sincera, acaben firmando sus hojas con la frase "Filosofía optativa", y tengas que contestar con la paternalista respuesta de que ellos no saben cuál es el verdadero fin de la educación. Se repiten siempre los mismos argumentos: podemos leer en cualquier currículo de filosofía la necesidad de crear una "conciencia crítica" y a esto se une ahora también una "ciudadanía" que pasa por una educación en los valores democráticos y de los derechos humanos o de forma más sorpresiva en la última ley, una "filosofía de la empresa" y una ética empresarial que hace sonreir a más de uno. Al acabar el año académico, uno se pregunta siempre lo mismo: "¿habré conseguido crear una conciencia crítica en al menos algunos de mis alumnos?". Porque la filosofía llega hasta donde puede llegar con unos programas terroríficamente soporíferos, amplios y abstractos para un alumno de 16 años.
    Uno que ha pasado por el sistema educativo se puede plantear las siguientes cuestiones:
I. La cuestión "metafísica": si el pensamiento filosófico va a ser más auténtico, libre y democrático, bajo la actividad puramente privada.
II. La cuestión "educativa": Si la filosofía es realmente necesaria en el sistema educativo para mantener un espíritu crítico y una visión racional de realidad.
II. La cuestión "económica" o "política": Si a la filosofía no le conviene mantenerse como una actividad privada, y por tanto desvinculada en la medida de lo posible de la actividad del estado, y solo empujada por la inversión privada.

     Una perspectiva histórica del problema nos llevaría al concepto de paideia en Grecia y Roma, a la institucionalización escolástica medieval, y a la creación de la universidad moderna financiada por los estados nacionales. Los socráticos, Montaigne, los ensayistas de la Edad Moderna, la izquierda hegeliana, kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche y la tradición que se abre con ellos defiende una filosofía fuera de la institución estatal, a veces muy crítica con ella y otras veces sencillamente paralela a la misma. Del otro lado, la tradición platónica, la educación imperial y la escolástica tomista, alcanza su máximo paroxismo en Hegel: estado y razón se identifican y defienden sus intereses propios y particulares. Desarrollar todo esto sería hacer una tesis, no una entrada de blog. En el panorama actual, contemplamos desde hace mucho tiempo el enfrentamiento tradicional entre la educación anglosajona, eminentemente técnica y descriptiva, y la educación continental, más global e interpretativa. Estados Unidos representa la primera opción, y la educación francesa, la segunda. Recordemos que eso no quiere decir que en EEUU no exista reflexión filosófica, sino que esta se hace sin una intervención en la educación obigatoria (al menos de manera directa), es entendida como una virtud (o vicio) privada, como sugería Rorty, y a nivel universitario contando con la mayor financiación de tipo privado posible, a través de fundaciones. La filosofía en Francia o Alemania representa todo lo contrario: está guiada por y para el estado. La enseñanza filosófica pasa, como en otras asignaturas, por una reafirmación de la conciencia nacional: se enseña la filosofía originaria del país y su trascendencia para el mismo.  El estado reclama formar personas que sean patriotas, pero también ciudadanos con una serie de virtudes, laicas, democráticas o las que sean.
    Nos podemos preguntar por cuál paradigma quedarnos pero al menos en una cosa tenemos algo claro: el debate, como casi todos los propios de la filosofía, queda abierto y desarrollaremos este tema en otros post.

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