Cuando la autenticidad de uno mismo se viste de intransigencia hacia los demás, la verdad se vuelve una luz cegadora.

sábado, 16 de abril de 2011

TELEFÓNICA: ALGO NO VA BIEN

El empresariado: un príncipe convertido en rana que espera
el beso de  la princesa Estado para recobrar su encanto
(por cierto que esta pobre rana cacereña no tiene culpas en la metáfora).
        Hablemos de una idea que se fue fraguando desde los lejanos ochenta por la derecha ideológica y que hasta hoy se sigue vendiendo con éxito por tertulianos radiofónicos: la receta económica perfecta para la prosperidad es dejar terreno libre a los empresarios. El empresario aparte de ser sinónimo de innovación y riesgo, también lo es de creación de empleo y riqueza. Esto último se explica con la sencilla razón de que el empresario, en la búsqueda de su propio beneficio egoísta, también busca necesariamente el bien de su empresa, y la empresa la formamos todos, desde el ejecutivo que gestiona las más importantes órdenes hasta la limpiadora de la noche. Incluso si la fórmula no llega a cumplirse y el empresario acumula plusvalías inmensas a costa de sus pobres trabajadores, este error se enmienda con rapidez. Este mismo empresario que gana toneladas de dinero, lo va a gastar tarde o temprano, repartiendo su propia riqueza y haciendo caer las migajas sobre las clases más desfavorecidas de la población. Oh grandioso Dios del Mercado, que incluso moviéndote por el egoísmo humano, das pan a todos tus hijos, terminaría la oración liberal.
       Desde Thatcher y Reagan a los políticos actuales se ha pregonado esta idea sencilla y convincente hasta la saciedad, tanto a la izquierda como a la derecha. Rajoy, en una de sus escasas recomendaciones sobre economía, dejaba claro que lo que había que hacer era liberar trabas del estado y dejar que la sociedad civil empezara a crear empleo. Con "sociedad civil" es evidente que Rajoy vincula esa palabra eufemística al empresariado, menudo, mediano y monstruoso: los demás colectivos son irrelevantes o estorban, desde sindicatos hasta ONGs.
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      Y ahora, hete aquí que esta ecuación milagrosa se rompe, al menos en lo que al empresario monstruoso se refiere. La transnacional Telefónica, al tiempo que anuncia unos beneficios desorbitantes y un asombroso reparto de dividendos para estos años de vacas flacas, informa a su vez que va a reestructurar su plantilla y mandar al paro ni más ni a menos que una quinta parte de sus empleados en España. Sorpresa general, indignación del gobierno y acusaciones de inmoralidad sobre esta decisión.  ¿Qué es lo que ha pasado aquí para que la ecuación mágica haya dejado de funcionar? Sencillamente dos cosas: a) la empresa ha dejado de tener una base y mercado nacional y b) al ejecutivo y accionista que maneja la empresa le importa un comino el bienestar de sus empleados.
      Lo primero significa que apellidar a Telefónica como "española" es un fraude. Pudo ser española cuando era estatal o cuando su principal mercado estaba en nuestro propio país. Ahora se acoge a ese selecto grupo de empresas que trabajan sobre una red a escala mundial, que deslocalizan su producción y mercados y juegan con los países como peones sobre un tablero de ajedrez. España se ha convertido, por tanto, en un mercado más y no precisamente el más importante. En esta lógica fría es por tanto justo pedirle sacrificios a sus trabajadores cuando se trata de obtener el máximo rendimiento para seguir en la brecha mundial.  
     Y lo segundo cae de cajón: cuando los accionistas -muchos españoles- reciban primas y bonos por la tasa de beneficios obtenidas, no se les ocurrirá mirar en aras del interés de la empresa en general (de su capital en bolsa sí, pero no del grupo humano que hay detrás de esos números cambiantes). Quizás esto acabe siendo lo más inmoral del asunto, pero nadie les podrá echar nada en cara. El mercado borra toda sombra de culpas. Podrían haber esperado a hacer el recorte laboral para cuando la recuperación se apuntalara en el país, o incluso (en un idealismo ingenuo) podrían haber prescindido de parte de sus bonos y plusvalías, pero han decidido no hacerlo. El mercado financiero además les recompensará con su decisión: aumentarán ceros en los números de la compañía y en los de su propia cuenta bancaria, naturalmente. Con semejantes empresarios, uno se pregunta quién acabará creando empleo en este desgraciado país...

2 comentarios:

  1. Me ha gustado la entrada. Lo preocupante es que, aunque muy clara y sintéticamente expuesto... ¡Todo esto es de cajón! ( Aunque está claro que en absoluto está de más recordarlo) Y lo malo es que todo el mundo lo sabe. El problema, resumiendo mucho, es que la gente piensa que la " riqueza cada vez mayor para cada vez más gente" es cosa de la organización capitalista de la producción cuando... ES MUY DISCUTIBLE QUE SEA ASÍ. Es una cuestión de tecnología y de técnica y... ES MUY DISCUTIBLE QUE EL MOTOR DE AMBAS ( MUCHO MÁS QUE SEA EL ÚNICO POSIBLE) SEA ESA ORGANIZACIÓN.Y lo es también que esa organización sea la que mejor uso puede hacer de la capacidad tecnológica y técnica disponible, etc.


    Hay otro plano de la crítica que también importa que es el de la autonomía... Es lo único en lo que discrepo de la entrada... los trabajadores no son la empresa. Son asalariados que venden su fuerza de trabajo para que el empleador la use como tenga a bien en su proyecto personal en el que NO TIENEN NI VOZ NI VOTO NINGUNO DE LOS TRABAJADORES. Esto también importa mucho en mi opinión.

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  2. Bueno, sobre lo último que dices... si siguiéramos a Marx (y por supuesto todo el anarquismo) la alienación provendría también de no ser dueños de los medios de producción, no solo de un mal salario. ¿Hasta qué punto es eso posible en nuestros días? No lo sé, la verdad...

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