Portugal está a punto de convertir su crisis de la deuda en un símbolo de su identidad cultural, tan importante como el fado, el rey Sebastián o el Cé Povinho. Con un déficit revisado al alza superior al 9% y una economía estancada en tiempo pasado, presente y futuro -el FMI pronostica que Portugal sea el país que menos crezca del mundo en los próximos cuatro años-, el horizonte no resulta nada halagüeño para nuestro vecino (con todo lo que ello conlleva para el nuestro).
Y es que uno ya no sabe si el déficit portugués es una situación anormal o algo intrínseco a su propia dinámica histórica. La primera vez que The Economist comentó que "Portugal vive por encima de sus posibilidades" fue en 1892, en la época del ultimatum inglés y en el momento en el que el país inició una escalada en la deuda nacional que condujo a la bancarrota total después de la I Guerra Mundial, el colapso de la I República y la llegada de los militares al poder en el golpe del general Carmona de 1926.
Es interesante explicar aquí qué ocurrió en esa coyuntura. En semejante colapso económico la élite política de la época renunció a su compromiso con el país y el proyecto de estado liberal se desplomó sin que demasiados fueran a socorrerlo. En su lugar dejaron la vía libre a los militares y como estos tampoco supieron qué hacer con el país después de lanzar unas cuantas proclamas patrióticas, llamaron a los "técnicos". Y aquí entra en la historia el conocido en Portugal como "o mago das finanzas" Antonio Oliveira de Salazar. Profesor de economía en la universidad de Coimbra, Salazar rechaza el cargo en un primer momento: no ve seriedad en la gestión que le autorizan a hacer. Solo cuando las peticiones de nuevos préstamos extranjeros fracasan y la clase política acata sus exigencias de control del gasto, Salazar retoma el poder e impone una austeridad presupuestaria sin precedentes en el país, consiguiendo un superávit en un plazo de tres años. El superávit, además, apaciguó los intereses de la deuda y restableció el flujo de crédito público y privado: un sueño que comparten hoy en día todos nuestros dirigentes PIGS.
Si la historia hubiera quedado ahí, Salazar habría sido aclamado como el más brillante de todos los políticos portugueses. Todavía en mis tiempos de niño, mi abuelo gallego me hablaba de Salazar como un auténtico salvador de la patria portuguesa y como un modelo a imitar para los españoles. Los sacrificios, naturalmente, corrieron a cuenta del pueblo portugués: Salazar no quería enfrentamientos con las viejas élites preliberales del país, a las que pertenecía. Los costes salariales se redujeron drásticamente, los sindicatos se ilegalizaron y jornada laboral llegó incluso a incrementarse en los primeros años del gobierno salazarista.
La historia continúa. Con semejante proeza el técnico Salazar -siempre dijo que él era un profesor universitario, no un político- se hace con el poder del país, e impone una gestión autoritaria, eliminando lo que él consideraba "estorbos políticos": las libertades individuales y la negación de la lucha de clases. Con el Estado Novo de 1933 se inicia la consolidación legal de la dictadura más larga de la historia de toda Europa, con casi medio siglo en el poder (1926-1974). El técnico saca su propia identidad política y construye un estado corporativista, conservador y con delirios imperialistas en plena descolonización. Los éxitos que pudo tener su gobierno -la neutralidad en la guerra mundial o el desarrollismo de los últimos años-, no hacen olvidar su paulatino aislamiento internacional, la creciente represión interna, la incipiente guerra colonial, la desigualdad regional y la tasa de analfabetismo más alta de Europa occidental.
Si quieren escuchar la moraleja del cuento, creo que es bastante clara. Cuando la clase política renuncia a gobernar, como parece que ha hecho Sócrates y otras fuerzas políticas, el ceder el paso a los técnicos implica renunciar también a la misma democracia y sobre todo a un reparto justo de los costes económicos dentro de la sociedad. Los "técnicos" solo se atienen a un árbitro, los mercados financieros. Ellos no tienen ni rostro ni estómago. No dependen de clientelas políticas ni molestos votantes rencorosos. Afortunadamente, es difícil que regresen los tiempos del político Salazar. Pero el deseo por parte de muchas personas de que un segundo "profesor" retorne a la política confirma que el ajuste será muy duro y que lo pagarán, muy posiblemente, el escalón más débil de la sociedad PIGS.
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